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Sename: la apatía del Servidor

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Por: Jack Horn Santander, estudiante de derecho Universidad de los Andes


Señor Director:

​La indiferencia que existe respecto a los 140 niños muertos bajo la cautela del Sename tiene un fundamento. Es ilusorio pensar que directamente se haya pretendido perjudicar a estos niños; la alternativa que nos queda para darle una explicación a tal carencia de sensatez y humanidad, es la administración negligente de recursos y la falta de servicio. Nótese el tenor literal de la Ley Orgánica Constitucional de Bases Generales de la Administración del Estado, cuando en su artículo 42 inciso primero, establece que los órganos de la administración serán responsables del daño que causen por falta de servicio.

​Teniendo en cuenta que el Sename supone ser un hogar para estos pequeños, resulta paradójica la comparación de los hechos con lo que realmente brinda la institución; cobijo, baño, comida, quizás un conversación amena sería lo que un ser humano esperaría de su hogar, pero el caso demuestra en sus redes de prostitución de menores y en las muertes de sus dependientes una macabra inconsecuencia.

​No obstante, la lógica del asunto es compleja, puesto que la responsabilidad del Estado se basa en la indemnización a una víctima que en este caso, no existe.

​Particular suerte la que tiene este servicio público, donde ante todo no hay forma legal de hacerlo responsable. Más alarmante todavía resulta entender que este control queda en manos de la misma administración, toda vez que no resurjan de las cenizas progenitores reclamando una suma de dinero por sus olvidados «deberes».
​Ahora bien, como nadie tira la basura en su propia tierra y bajo este mismo precepto, el cambio que esperamos del
Sename si es que ocurre será bajo el espectro político de la buena imagen del Estado lo cual en primer lugar, no tendrá la especial cobertura del crimen jugoso en televisión nacional y en segundo término nos reduce el horizonte de miras a esperar en vez de solucionar.

​Particular giro es el que experimentamos estimados lectores. La importancia de las medidas radica al parecer en la imagen del que la mide y no en la realidad que busca mediar; en una apatía del que sirve y no en una servidumbre imparcial; en una falta de servicio y no en una cruda realidad ; en una apatía del servidor y no en querer ayudar.​

Jack Horn Santander, estudiante de derecho Universidad de los Andes

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