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Guillier, el nuevo ídolo del foro Opinión

Guillier, el nuevo ídolo del foro

Luis Oro Tapia
Por : Luis Oro Tapia Politólogo. Sus dos últimos libro son: “El concepto de realismo político” (Ril Editores, Santiago, 2013) y “Páginas profanas” (Ril Editores, Santiago, 2021).
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Hasta el momento no está claro si el candidato Guillier es populista o no. Pero lo que sí está claro es que el fenómeno Guillier está a bastante distancia del espíritu que anima a la democracia. De hecho, es mucho más cercano al espíritu que anima a la oclocracia. Esta da por sentado (sin más ni más) que la popularidad implica automáticamente idoneidad para el cargo.


Un nuevo aventurero de la política, Alejandro Guillier, ha sido ungido candidato a la Presidencia de la República, atendiendo a los dictados del ‘aplausómetro’. A las prudentes observaciones realizadas por varios analistas políticos, me gustaría agregar lo siguiente: en Chile, al igual que en toda América Latina, los políticos profesionales –en el sentido que Weber le otorgaba a la expresión– son impopulares, debido a que les hablan a los electores como a adultos y no como a adolescentes que anhelan embriagarse con ilusiones.

En Chile, claramente, se prioriza al buen candidato en desmedro del buen político. ¿Alguien podría decir que Michelle Bachelet era una mala candidata? El problema radica en que los buenos candidatos son, por lo general, malos políticos.

Se supone que los partidos políticos seleccionan, de entre aquellos conciudadanos que son más curtidos en las lides políticas, a su abanderado presidencial. Pero los partidos han renunciado a ejercer ese rol. Quizás ello se debe al hecho de que, en el último tiempo, cuando han levantado candidatos propios, por lo general, no han prosperado. Por eso, han optado por sumarse a la procesión del ídolo del foro (del lábil momento) que la caprichosa opinión pública lleva en andas. Así los partidos políticos devienen en lictores del candidato y, si este gana las elecciones, quieren oficiar de palafreneros e, incluso, de guardia pretoriana.

[cita tipo= «destaque»]En Chile, claramente, se prioriza al buen candidato en desmedro del buen político. ¿Alguien podría decir que Michelle Bachelet era una mala candidata? El problema radica en que los buenos candidatos son, por lo general, malos políticos.[/cita]

A estas alturas, no obstante, importa poco saber a qué candidato apoyan los partidos; porque ellos perdieron el potencial que tenían para movilizar tanto a la opinión pública como al electorado. Es cosa de advertir el rechazo que ellos generan en la ciudadanía y el nulo éxito que han tenido cuando han convocado a los electores a sufragar.

Ellos, además, en los últimos años han cumplido de manera bastante deficiente una de sus funciones clásicas, a saber: la de seleccionar y proponer personas para ocupar cargos públicos, sean estos de elección popular o no. Ellos constituyen, hoy por hoy, una de las instituciones más desprestigiadas del sistema político.

En todo caso, el problema no son los candidatos; ya sea Guillier o Bachelet o –como también lo fueron en su momento– Lavín o Golborne. El problema somos nosotros, somos los chilenos. Guste o no, los políticos bien ‘rankeados’ en las encuestas –que son aquellos a los que brindan interesadamente su apoyo los partidos– son un reflejo de lo que somos nosotros, son una proyección nuestra. Ellos, en consecuencia, dan cuenta del poco tino político que tenemos los chilenos.

Hasta el momento no está claro si el candidato Guillier es populista o no. Pero lo que sí está claro es que el fenómeno Guillier está a bastante distancia del espíritu que anima a la democracia. De hecho, es mucho más cercano al espíritu que anima a la oclocracia. Esta da por sentado (sin más ni más) que la popularidad implica automáticamente idoneidad para el cargo.

Su caso no es el primero ni es el único. Tenemos, por cierto, uno que es más emblemático que el suyo. Quizás, tanto Guillier como Bachelet, cada uno en su momento, son el suspiro esperanzado de una opinión pública que necesita a alguien en quien creer.

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