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La desaparición del futuro como tiempo político Opinión

La desaparición del futuro como tiempo político

Aldo Torres Baeza
Por : Aldo Torres Baeza Politólogo. Director de Contenidos, Fundación NAZCA
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¿De quién es el feminismo?… Al principio no era de la ministra Plá, pero si lo fue después del 8M. El presidente siguió el mismo camino. El político va acomodándose. Así, desaparece la idea del político como aquel que, con su visión, se anticipaba a la sociedad. Al carecer de narración y horizonte desaparece también el futuro como tiempo en política.

Chris Andersson, en el libro “El Fin de la Teoría”, decía que en un futuro próximo, los datos, la medición y la cuantificación, reemplazarán a las teorías. Es la religión del dataismo, el anexo del Fin de la Historia. Sus defensores dicen que el universo entero es un flujo de información. Detener el flujo de información es un pecado para su religión. El dataismo alcanza y determina el ámbito político. Se cuentan los haitianos que suben a las aviones y los puntos en las encuestas; la oposición no narra, pero cita un porcentaje respecto al cumplimiento de promesas en el primer año de gobierno. En esta acumulación de datos y porcentajes, ¿quién dirige el rumbo de este país y nos dice cómo será el Chile en que vivirán nuestros hijos e hijas?…

El dataismo es parte de la era digital. Según la RAE, la palabra digital se refiera a algo “perteneciente o relativo a los dedos”. Como advierte el filosofo Byung-Chul Han, la cultura digital se funda en los dedos que cuentan. La historia, en cambio, es narración. Hoy, la política carece de narración, se gestiona para las encuestas y no para la historia. Relato, eso pedía Longueira en el primer gobierno de Piñera. No hubo relato entonces y no hay ahora, pero si pirotecnias semanales  destinadas a manejar la agenda y olvidar que no hubo ni hay plan para las empresas como Guante, que se cierran y seguirán cerrándose en la medida que se intensifique la Cuarta Revolución Industrial en la que vivimos sin brújulas, mapas, ni relatos.

No solo pasa acá. La teoría política mundial carece de narración respecto a una idea o lugar al que podríamos llegar. Las aspiraciones de Putin giran en torno a reconstruir la antigua zona soviética, incluso el imperio zarista; el lema de Donald Trump fue “hacer a Estados Unidos grande nuevamente”; la obra arquitectónica más importante de China busca reconstruir la Ruta de la Seda. Miran hacia atrás.

En la era digital y el dataismo, la tecnología y la gente avanzan más rápido que la política, que se limita a gestionar, pero no a dirigir el rumbo del mundo. El político se convierte en un proveedor de deseos. Pero ese avance de la población mundial tampoco se convierte en una narración, en un “nosotros”. En Francia, los chalecos amarillos carecían de una visión. El horizonte no era la libertad, la igualdad o la fraternidad. No había una propuesta del mundo en el que buscaban vivir. Y el político estaba ahí para solucionar los síntomas de una enfermedad mucho mas profunda. En este caso, el trance energético.

¿Qué nos espera como país o humanidad?, ¿hacia donde nos dirigimos?, ¿existe algún político visionario que pueda adelantarse y señalar la ruta?… G. K. Chesterton, escritor británico, viajaba en tren cuando se le acercó el auxiliar para pedirle su billete. Chesterton lo buscó en sus bolsillos, en su chaqueta y su bolso. No dio con él. Al verlo nervioso, el auxiliar intento calmarlo diciéndole que no se preocupara, pues no pensaba hacerlo pagar otro billete. No me preocupa pagar, respondió el escritor, lo que me preocupa es que olvidé a qué lugar me dirijo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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