Los esfuerzos desplegados producto de la colaboración público-privada, han posibilitado hallazgos científicos extraordinarios y la observación de fenómenos atmosféricos que nos asombraron, como el reciente eclipse de sol que la semana pasada dejó virtualmente a oscuras la Región de Coquimbo y se observó desde Atacama hasta el Bio Bio.
Nuestro país tiene condiciones excepcionales para la observación de astros, instalándose, a mediados del siglo XIX, el primer observatorio científico en el actual Museo Lord Cochrane, en Valparaíso, lugar desde donde el relojero escocés John Mouat y Walters pudo observar el paso de un cometa.
Años más tarde, por encargo del Gobierno del Presidente Manuel Montt, se instaló un nuevo observatorio en el actual Castillo Hidalgo o cima del Cerro Santa Lucía, observatorio que se trasladó a la Quinta Normal. No obstante, en esa misma década, desde los baños de Colina, al interior del Cajón del Maipo, se descubrirá “el Gran Cometa del Sur en 1865”.
Además de los anteriormente nombrados, se construyó un observatorio en el Cerro San Cristóbal que, operado entre 1920 y el año 2000, permitió observaciones astronómicas para la Universidad Católica.
[cita tipo=»destaque»]Las características climáticas del interior de la regiones de Coquimbo y Atacama, unidas a la sequedad del aire de altura, accesibilidad privilegiada y la posibilidad de observar durante la mayor parte de los días del año el cosmos, nos han posicionado como uno de los lugares más propicios para la observación astronómica en el planeta.[/cita]
Sin embargo, no fue sino hasta la década de 1960 cuando se produjo un enorme impulso de la Universidad de Chile, realizándose grandes aportes a la astronomía, con la construcción de observatorios en la cima del Cerro Calán, comuna de las Condes, y en el Cerro el Roble –localizado en la cumbre más alta de la Cordillera de la Costa, en el actual Santuario de la Naturaleza Cerro el Roble–, con el aporte de astrónomos rusos y la colaboración del arquitecto Enrique Marchetti Rolle. Este último se emplaza en un lugar privilegiado, en donde de día se observa nítidamente el Monte Aconcagua al oriente y el océano Pacífico al poniente.
Dicho arquitecto fue, además, responsable de buscar y determinar a lomo de mula, junto al connotado astrónomo Alemán Jürgen Stock, el lugar adecuado para la instalación y puesta en funcionamiento de los observatorios el Tololo –en noviembre de 1967– y La Silla en 1969, operados por universidades y astrónomos de todo el planeta, descubriéndose mundos alienígenas y revelando detalles impresionantes del cosmos.
Las características climáticas del interior de la regiones de Coquimbo y Atacama, unidas a la sequedad del aire de altura, accesibilidad privilegiada y la posibilidad de observar durante la mayor parte de los días del año el cosmos, nos han posicionado como uno de los lugares más propicios para la observación astronómica en el planeta.
Sin embargo, es necesario recordar que dicha actividad científica ha exigido dictar e implementar, en 1997, la primera norma de emisión para evitar la contaminación lumínica, de manera de asegurar la observación astronómica en los cielos más límpidos del planeta y su convivencia con actividades desarrolladas en la regiones III y IV, tales como minería, industrias, actividades portuarias e inclusos recreacionales.
Todas, sin excepción, han debido implementar mejoras en la iluminación de focos de estadios, de la costanera de la Playas de Serena y Coquimbo o faenas mineras nocturnas y campamentos.
Todos los esfuerzos desplegados producto de la colaboración público-privada, han posibilitado hallazgos científicos extraordinarios y la observación de fenómenos atmosféricos que nos asombraron, como el reciente eclipse de sol que la semana pasada dejó virtualmente a oscuras la Región de Coquimbo y se observó desde Atacama hasta el Biobío.