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Nunca desperdicies una crisis: calentamiento global y nueva estrategia de desarrollo Opinión

Nunca desperdicies una crisis: calentamiento global y nueva estrategia de desarrollo

Oscar Landerretche M.
Por : Oscar Landerretche M. Profesor titular. Facultad de Economía y Negocios. Universidad de Chile
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En el último tiempo, en columnas y entrevistas he estado argumentando por la necesidad de una nueva estrategia de desarrollo para Chile. Entre las reacciones, hay personas que dicen algo así como: «Ya, Oscar, de acuerdo con esto, ¿pero qué significa en términos concretos?». Me parece una pregunta enteramente razonable, así que pretendo abordarla en este artículo.


La frase “nunca desperdicies una crisis” se atribuye originalmente a Winston Churchill. Expresa una realidad del porte de un buque que conoce cualquier lector de historia: el cambio, para que ocurra, necesita de problemas, conflictos y líos. Las sociedades solo se reforman si es que sienten que están en problemas y que necesitan esos cambios. El éxito engendra el estancamiento y la comodidad fecunda el conservadurismo.

En el último tiempo, en columnas y entrevistas he estado argumentando por la necesidad de una nueva estrategia de desarrollo para Chile. Mi alegato es que esto es necesario, dado el sistemático deterioro en el desempeño de nuestra economía en términos de tasas de crecimiento potencial y tendencial, caída en indicadores de productividad y sistemático deterioro en indicadores de competitividad internacional. Este empeoramiento va a completar más de una década, atraviesa cuatro gobiernos de signos políticos alternados y se manifiesta en el estancamiento de Chile en una misma estructura productiva y exportadora por varias décadas, característica que no comparten con nosotros los casos de países emergentes que han dado el salto al desarrollo.

Me he dado cuenta de que esta proposición genera a lo menos dos familias de críticas:

Una consiste en la manifestación de desacuerdo por parte de personas que genuinamente creen o sienten que es necesario defender que las cosas deben seguir igual o, incluso, retornar con más fuerza a la agenda clásica de la derecha pro empresarial: menos impuestos, menos regulaciones ambientales y menos «rigidez laboral». Aquí se mezclan, como suele ocurrir en la política, el saludable escepticismo y perspectiva crítica de unos con el conservadurismo que genera la comodidad del privilegio en otros. Por ello, cuestionar esta perspectiva es importante y lo hacemos en otros artículos y entrevistas.

La otra reacción que he tenido es de personas que dicen algo así como: «Ya, Oscar, de acuerdo con esto de una nueva estrategia de desarrollo, ¿pero qué significa en términos concretos?».

Me parece una pregunta enteramente razonable, así que pretendo abordarla en este artículo.

Veamos…

La evidencia científica sobre el calentamiento global y su origen humano es abrumadora. No solamente no caen las emisiones, más bien crecen a su mayor velocidad histórica. La temperatura global, la acidificación y niveles del mar suben a velocidades sorprendentes. Los daños ambientales son mayores a los esperados y la masificación de efectos de gran escala sobre comunidades humanas con su cola de efectos sociales, migratorios, distributivos y políticos, es ya una realidad.

Chile es un país de pequeño impacto sobre el problema de calentamiento global por nuestro tamaño, claro, pero también por el impacto en el conteo de emisiones netos que genera nuestra vocación agrícola e industria forestal.

Sin embargo, nuestro país es potencialmente uno de los más afectados, como nos indica la sequía en que estamos.

No podemos arreglar el problema, pero sí ayudar. Nuestra mayor ayuda no es, obviamente, en la reducción del conteo de emisiones globales; nuestra mayor ayuda está radicada en un ámbito en que Chile siempre ha tenido mucha más importancia que el peso de su economía: en la formulación e implementación de modelos y estrategias de desarrollo para países pobres y emergentes.

Chile fue pionero, durante mucho tiempo, de un modelo de desarrollo para países emergentes que enfatizaba la exportación de recursos naturales para salir de la pobreza. El modelo se sustentó, básicamente, en condiciones muy favorables para la inversión, acuerdos de libre comercio con prácticamente toda la economía global y (durante una época) agresivas inversiones en infraestructura y logística. Ser líderes en ese proceso nos sirvió para llegar a ser el país más próspero y prometedor de la región (al César lo que es del César).

Ese modelo ya no rinde lo mismo que antes, como ocurre naturalmente con todos los modelos.

Ahora bien, lo que sí tenemos es la posibilidad de ser nuevamente pioneros de una estrategia que compatibilice el desarrollo, el crecimiento, el empleo y la inversión con la equidad, la justicia, la inclusión y la sustentabilidad. Esa posibilidad surge, esencialmente, de ventajas comparativas potenciales que tenemos para ser protagonistas de revolución solar y eléctrica global, que es central para enfrentar la crisis climática.

Pero nada de esto va a ocurrir sin una estrategia de desarrollo que:

a) Recupere el rol estratégico del Estado, esto es, supere el concepto de rol subsidiario imperante en la constitución e institucionalidad.

b) Radicalmente reforme la ética y la práctica política y pública para que ese mayor rol del Estado sea legítimo y creíble ante la ciudadanía.

c) Fomente pactos de desarrollo entre el Estado, empresas, sindicatos y comunidades, para lo cual debe reformarse el sistema de evaluación ambiental y superarse el código del trabajo vigente con sus sesgos simultáneamente antisindicales, antinegociación y, así es, rigidizantes.

d) Haga apuestas estratégicas nacionales activando el rol de las empresas públicas y universidades del Estado.

e) Sea trabajada conceptual y comunicacionalmente por una coalición amplia de centroizquierda para que sea entendida, compartida y respaldada por mayorías ciudadanas y electorales.

No es poca cosa, lo sé, pero tengo la convicción de que es el camino a seguir.

[cita tipo=»destaque»]Ahora bien, lo que sí tenemos es la posibilidad de ser nuevamente pioneros de una estrategia que compatibilice el desarrollo, el crecimiento, el empleo y la inversión con la equidad, la justicia, la inclusión y la sustentabilidad. Esa posibilidad surge, esencialmente, de ventajas comparativas potenciales que tenemos para ser protagonistas de revolución solar y eléctrica global, que es central para enfrentar la crisis climática.[/cita]

Algunos elementos concretos que esta estrategia podría tener son los siguientes:

i) Apostar por nuestro liderazgo en la creación de mercados de recursos naturales trazables y certificados que premien a países que producen en forma ética, responsable y sustentable (como lo que intentamos hacer con el piloto de Cobre Verde en Codelco). La única forma de que nuestra aspiración de crecimiento sea compatible con nuestra aspiración democrática, ambiental y social; de que la economía que queremos sea compatible con el país que queremos –más justo, igualitario y sustentable–, es que esos atributos formen parte de la propuesta de valor de las empresas. Esto inevitablemente va a ocurrir, la única pregunta es si seremos líderes o seguidores. Pega para los ministerios de Economía, Minería y Agricultura.

ii) Apostar por nuestro liderazgo a la creación de un mercado global de energía solar, invirtiendo en una cartera de tecnologías de baterías mayoristas exportables (hidrógeno, arsénico, litio, etc.), de modo que quedemos posicionados para liderar y capitalizar al máximo esas tecnologías cuando sean competitivas y nos puedan habilitar como exportador mayorista energético. Estas apuestas las deben hacer consorcios público-privado-universitarios intencionados estratégicamente. Pega para los ministerios de Ciencia y Energía.

iii) Apostar a la generación de un sistema de cuencas públicas de agua desalinizada que apalanquen inversión en desalinizadoras y habiliten acceso a más agua a consumidores minoristas sin asumir costos fijos. Esto puede servir como modelo de expansión de frontera agrícola en el norte, al estilo de Israel, y también para resistir su retroceso en la zona central. Pega para el MOP y el Ministerio de Agricultura.

iv) Apostar a convertirnos en líderes mundiales de electrificación solar de transporte urbano y calefacción eléctrica solar (lo que además genera limpieza de aire de ciudades, inversiones significativas, empleo y apalancamiento de revolución solar en el Atacama). Pega para los ministerios de Energía y Transportes, además del MOP.

v) Apostar a convertirnos en una potencia turística, de modo que esfuerzos de conservación, limpieza y restauración natural sean parte de modelo de desarrollo y empleo, no al revés. Aquí capitalizaríamos una enorme ventaja comparativa potencial. Una meta podría ser llegar a un 10% de empleo en este sector, en Francia es 15%. Tiene la gracia, además, de ser un tipo de empleo resistente a cambio tecnológico, pero requiere esfuerzos de inversión importantes en educación, idiomas, cultura, soterramiento de cables, eliminación sustentable de basuras, erradicación de carteles en carreteras, etc. Pega para el MOP y el Ministerio de Economía.

vi) Apostar a convertirnos en potencia universitaria y tecnológica regional enfocada en sustentabilidad, logrando hacer crecer al doble nuestro sistema de educación superior (con estudiantes extranjeros), para así apalancar aumento significativo de nuestra investigación científica. Para esto hay que adaptar nuestras universidades a las necesidades de la región, dejar de mirarnos el ombligo y apalancar una industria que facilite y abarate la llegada de estudiantes extranjeros. Pega para los ministerios de Educación y Ciencia.

vii) Apostar a convertir a todas las empresas del Estado en apalancadoras tecnológicas con modelo de innovación abierta, que aumenten cantidad y calidad de proveedores tecnológicos (como intentamos hacer en Codelco cuando creamos CodelcoTech) e incentivar a las empresas privadas a que sigan el mismo modelo. Esto para llegar a triplicar la escala y el gasto de nuestra inversión en I+D (pasar de bajo el 1% a la cercanía de 3% del PIB). Pega para los ministerios de Ciencia y Economía.

viii) Apostar a que todas los CFT y universidades públicas o de espíritu público sigan modelo del Parque Científico y Tecnológico (Pacyt) que impulsa la Universidad de Concepción: un campus para que se instalen empresas con vocación tecnológica y orientación hacia la sustentabilidad con modelos productivos que generan una interacción mayor y mejor interacción con científicos, pero también con estudiantes a través de modelos educativos prácticos, basados en el modelo alemán de estudiantes aprendices. Pega para los ministerios de Educación y Ciencia.

ix) Apostar a sistemas de ferrocarriles públicos basados en energía solar que reduzcan transporte interurbano basado en combustión. Reconociendo el carácter deficitario de estos proyectos (natural por la externalidad positiva nacional y global que genera), debiéramos proponer una iniciativa de financiamiento con bonos verdes y créditos verdes que hoy existen, son bastante abundantes y buscan este tipo de proyectos. Pega para el MOP y los ministerios de Transportes y de Hacienda.

x) Apostar a convertirnos en un centro de servicios financieros regionales con enfoque en inversiones de impacto social y ambiental, en que la responsabilidad forma parte central del modelo de negocios (similar a la iniciativa que estamos tratando de impulsar desde el Grupo de Inversiones de Impacto de Chile). Además, esta expansión de centro financiero es política de empleo inmune a cambio tecnológico. Pega para los ministerios de Hacienda y Economía.

A esto me refiero con estrategia de desarrollo, por si acaso.

¿Es ambicioso? Sí, claro.

¿Es idealista? Algo.

¿Está libre de riesgos, incertidumbres y preguntas? No, de ninguna manera.

¿Van a resultar todas las apuestas? No pues, nunca resultan todas. Así funciona la innovación: con una cartera de apuestas y bajo el entendido de que, de una variedad de apuestas, resultan algunas que “pagan” por las que fracasan.

¿Es neoliberal? No, recupera el rol estratégico del Estado y pretende hacer compatible la economía que queremos con la sociedad a la que aspiramos. Reposiciona al centro de la estrategia de desarrollo la equidad y la sustentabilidad. Restablece el protagonismo de los sindicatos, las universidades y las comunidades en el proceso de desarrollo. Direcciona los beneficios para empresas a aquellas alineadas con la orientación estratégica nacional.

¿Es estatista? Tampoco, involucra el apalancamiento de una enorme cantidad de inversión privada y, una vez demarcada la orientación estratégica, deja espacio abierto para el emprendimiento privado, su creatividad, su fuerza y su energía.

¿Tiene que ser exactamente como se propone en este artículo? No pues. Obviamente, de ocurrir algo por el estilo, será diferente, ya que de implementarse será resultado de una conversación pública y un proceso político.

¿Es posible? Veamos qué pasa. Ciertamente no será posible si nadie lo propone y defiende.

Además, ¿qué mejor momento para proponer cambios que ahora que se extiende una creciente insatisfacción con el desempeño económico y de inquietud por la crisis ambiental?

Nunca desperdicies una crisis.

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