Señor Director:
A casi 4 meses del estallido social en Chile, seguimos esperando demostraciones en el ámbito político que den cuenta de que no solo han comprendido el mensaje de la calle sino que además se articulen a su vocación representativa de la que han sabido profitar discursivamente cada vez que buscan nuestros votos.
Jamás ha sido más evidente la falta de representación entre los “mandatarios” y los mandantes, entre las directivas y las bases, entre la élite y el pueblo y así con cualquier recombinación de la lógica que unos pocos son la voz de muchos.
El 17 de Octubre de 2019 cuando todo seguía siendo como siempre, aún contábamos con agenda mandatada desde la presidencia, sesiones donde se discutían leyes que dormitan por años en el senado a la espera de que se reconfigurará de alguna forma lo que en 30 años nunca se reconfiguró, aún quedaba tiempo para ver detalles legislativos que permitieran destrabar algunas instancias para reformar otras, etc.
Sin embargo a partir del 18 de Octubre la política quedó offside y como buen lauchero, que solo busca el éxito a toda costa esta solo se ha concentrado en reclamar el gol ilegítimo, en vez de volver al campo de juego a jugar.
Según Diego Sztulwark filósofo argentino, “La política puede ser entendida como el conjunto de procedimientos a través de los cuales lo social se da forma a si mismo, una manera de evaluarla consiste en considerar las mediaciones en y por las cuales estas formas sociales se engendran, mutan o conservan”
Si aplicamos esta definición al discurso de “no lo vimos venir”, que han articulado como disculpa solemne y transversal de derecha a izquierda del mapa político, vemos como dicha disculpa carece de fundamento, puesto que la política no es un resultado, sino un procedimiento articulador, no es el final del camino, es el camino en si mismo el que se va construyendo día a día, entonces, si la política o mejor dicho el partidismo político realmente no lo vio venir, significa que ya no eran constituyentes de la política, sino otra cosa ajena a la creación diaria de las formas sociales. Entonces, si la política no estaba en manos de los políticos, ¿En manos de quien estaba?
“Todo lo que he estudiado en cinco décadas me revela que los políticos se pelean dentro del parlamento liberal, todo lo que quieran. Pero en el momento que el parlamento mismo es cuestionado por la ciudadanía, todos se unen, se protegen. Porque es su fuente laboral, al final son un gremio.” Gabriel Salazar.
La política hoy se está articulando en la frontera con la democracia, casi mirándola desde afuera, la democracia no es sinónimo de política, la política es un espacio de acción de la democracia, se puede tener democracia sin política y política sin democracia, no son instancias vinculantes ni interactuantes donde a la falta de una desaparece la otra, sin embargo la una puede complejizar la existencia de la otra o incluso destruirla.
Lejos de la retórica de que es la “violencia de la calle” lo que pone en peligro las instituciones o los procesos de recuperación del estado democrático, la violencia manifestante lo que hace es poner en relevancia las problemáticas que los detonan, la violencia pasiva que constantemente se ofrece como parte del contrato social, “es que así son las cosas” se enfrenta entonces a su espejo de violencia activa donde se le dice “ya no serán así” y entonces todo detona y los primeros en accionar son la clase política y la represión policial.
La política partidista entonces, como nos plantea Salazar se atrinchera, busca “soluciones” en cualquier parte menos en sus propias lógicas de acción y mientras por un lado nos prometen hacer todo aquello que no han hecho (y que probablemente no harán) por el otro deciden entregar todas las herramientas posibles a las fuerzas represivas de manera que el “músculo” de la calle sea visto como un espacio de violencia sin timón que debe ser desarticulado por “el bien de todos, del proceso” cuando en realidad el único bienestar defendido es el de ellos y de los principales poderes económicos.
Sin embargo el poder en tiempos de bienaventuranza democrática es de quien lo detenta, en tiempos de complejidades democráticas este vuelve rápidamente a su estado de soberanía inicial, es decir vuelve a cada uno de aquellos que mediante las herramientas democráticas en algún momento se lo entregamos en comodato a nuestros “representantes”.
El común entonces vuelve a su base de construcción y demanda nuevas estructuras de confianza que le permitan volver a construirse, como dice Byung Chul Han:
«La confianza solo es posible en un estado medio entre saber y no saber. Confianza significa: a pesar del no saber en relación con el otro, construir una relación positiva con él. La confianza hace posibles acciones a pesar de la falta de saber. Si lo sé todo de antemano, sobra la confianza. La transparencia es un estado en el que se elimina todo no saber. Donde domina la transparencia, no se da ningún espacio para la confianza.”
Así entonces, una vez caída la confianza es muy difícil repararla, porque se debe nuevamente instalar esas zonas medias entre saber y no saber, en el caso del estado actual de las cosas, son 30 años de desconfianza, que fue horadando primero en pequeños pasos para luego avanzar sin restricciones, llegando hasta la base máxima de un mínimo de coexistencia social.
A esto hay que sumar la nula demostración de confianza desde el sector político hacia los espacios de expresión constituyente de la población civil, en vez de promover instancias de diálogo, de articulación y hacerse parte de la misma se optó por la retórica de criminalizar el movimiento social lo que puede ser funcional en el corto plazo para quienes son parte del poder político, sin embargo a largo plazo no solo no resuelve el centro del problema, la crisis de confianza, sino que denota que quienes son parte del poder político son percibidos como pocos, como desconectados de la realidad y con salarios y condiciones de trabajo propias de las elite, en resumen, hoy los políticos son percibidos como representantes de la elite y no del común.
Si no hay confianza ni representatividad, sino se promueven los espacios de diálogo, si se insiste en criminalizarlo todo, impidiendo que los que posean mentes más tranquilas puedan expresar y participar con sus ideas, lo que se está consiguiendo es instalar un campo fértil para formas menos democráticas de gobierno. Los populismos y los fascismos saben que la polarización los potencia, los legitima, son orejas doradas que “escuchan a la gente” y promueven filosamente las soluciones más radicales, donde se extremiza el espacio democrático con la excusa de purgar los males, no es necesario ir muy lejos para saber que el ascenso de Bolsonaro por ejemplo pasó por una crisis de moralidad monetaria (coimas y tráfico de influencias) que despertó en el pueblo brasileño elegir lo único discursivamente diferente que se les ofrecía, un mesías moralista que si bien era abiertamente homofóbico y racista “al menos devolverá a la senda de la probidad al Estado Brasileño” pero para que esto fuese así, primero se debió sepultar la probidad de la centro izquierda y contar con un gobierno de derecha provisorio que solo fue capaz de sostener la maraña lo suficiente, ningún fascista o populista en la historia ha ascendido por mérito propio, siempre son el resultado de pésimas decisiones tomadas durante los tiempos democráticos, decisiones que resquebrajan el juego democrático quitándole toda trascendencia al acto de decidir, como menciona Franco Bifo Berardi en conversación con Vitrina Dystópica
“…la mayoría de la población europea, por ejemplo, se da cuenta del hecho que puede votar a la derecha, que puede votar al centro, puede votar a la izquierda, pero el fiscal compact, es decir, el robo, la predación sistemática de los recursos sociales por la clase financiera, eso no se puede discutir. Está fuera de la discusión, entonces de qué estamos hablando, de nada. Estamos hablando de nada, eso produce el efecto, que cada vez más personas piensan «ah, la democracia es inútil», entonces llega el fascismo, ¡ese es el efecto! Ese es el efecto del vaciamiento de la democracia que ha sido producido por la dictadura financiera.”
La dictadura no ha acabado, no porque existan leyes dictadas en tiempos dictatoriales o bajo su espiritu a traves de una constitución hoy claramente ilegítima, sino que sigue viva en sus componentes financieros de distribución del poder, “No son $30, son 30 años” es quizás una de las frases de inicio del conflicto que mejor ejemplifican esto, el problema no es algo superfluo, que se haya gatillado por una mala decisión en los últimos meses o años, es un problema que está en el centro del sistema y que su visibilización más clara es el sistema de AFP, la gran promesa que el neoliberalismo fue incapaz de cumplir y que cada vez que se le pide explicaciones somos todos apuntados con el dedo menos la estructura que lo genera, de hecho solo el neoliberalismo puede ser tan descarado de decirte “no funcionó, pero para que funcione lo que se necesita es insistir” y así se han promulgado a regañadientes reformas al sistema de AFP donde simplemente se les inyecta nuevos insumos a cambio de nada, el mismo sistema que no perdona a nadie cuando tropieza financieramente, que no duda en poner a familias enteras endeudadas y en formas de vida precarias por un préstamo para educar, el mismo sistema que ahorca económicamente a pymes, viene ahora a pedirnos un salto de confianza al vacío para entregarle más recursos. Cuando se ha abandonado la responsabilidad política de crear condiciones sociales y de expresión política activa, dejándole el espacio libre al libre mercado y su infinita voracidad llega un momento donde no existe en el imaginario una posibilidad diferente, menos si la promoción de los macroestados económicos se convierten en instancias de capitalización económica y de poder para quienes la administran, es así como:
“Las vidas de derecha transcurren en este universo de post dictadura en el que toda política ha quedado neutralizada mediante el empleo de un dispositivo cultural específico: a los victoriosos en la lucha de clases se los exime de reflexionar públicamente sobre su triunfo, mientras que a los vencidos solo les queda la mera narración de lo sucedido, un testimonio sin política. La cultura de la democracia no tiene afuera: la izquierda se reduce al salón, la universidad y la literatura.”
Silvia Schwazböck
Post dictadura entonces, la derecha se sumerge en los vapores del haber logrado una continuidad económica, profundiza su modelo y hace desdén de toda teoría política que la haga reflexionar sobre los horrores del pasado, hasta el día de hoy podemos escuchar de boca de jóvenes de derecha como la parlamentaria Camila Flores frases de negacionismo o de relativización entorno a la dictadura, es preferible negar la historia que hacerse cargo de ella y por su lado la izquierda no ha logrado articularse más allá de las aulas, de ciertas carreras de corte humanista de las universidades, muy poco o nada queda de sus redes políticas de base que fueron arrasadas no por el tirano, sino por la elite política de la transición.
En eso se la han pasado los partidos políticos los últimos 30 años, entre desconocer el pasado presente, abalanzarse al futuro sólo desde la macroeconomía y a replegarse teóricamente en la academia, que en chile es sinónimo de élite, de privilegios, y cómo la ciudadanía lo ha estado diciendo desde hace 100 días, los privilegios o se comparten o se acaban.
¿Cómo salir del offside?
Para salir del offside entonces se hace necesario que el poder político, económico y social salgan de sus trincheras y comiencen a tomar las responsabilidades necesarias para crear los espacios de confianza necesarios para reconstruir el pacto social requerido para un Chile del s.XXI, son los tiempos de dejar las medidas personalizadas y tomar decisiones que trasciendan la agenda corta, no se puede pretender reconstruir con las lógicas que nos trajeron hasta acá, se hace necesario habilitar posibilidades nuevas, quizás realizar gestos político económicos que den cuenta de que se ha recibido el mensaje y que a pesar de no concordar al 100% se está abierto al cambio. Gestos concretos y verdaderos que los ciudadanos podamos leer como un ofrenda de paz real, quizás eliminar o dejar sin efecto la Ley de Pesca, ley a todas luces todos la entendemos como una ley corrupta, incluso escrita por los mismos beneficiarios de ella, sin embargo las señales no solo no van en esa dirección, sino que en medio de todo este conflicto de poder, equidad y privilegios mal venidos, 12 senadores cierran toda posibilidad de desprivatizar el agua, confirmando una vez más no solo lo caduco del modelo, sino de quienes lo ejercen, hasta ahora poco y nada se ha visto de acciones importantes en la dirección que se desea, asi dificilmente se puede retomar la confianza y mucho menos la legitimidad.
«En una sociedad de lo común no hay más obligación política que la co-participación ciudadana» Christian Laval y Pierre Dardot.
Lo central en el corto plazo desde Marzo de 2020 hasta finales del proceso constituyente debiese ser estar siempre velando por no perder la legitimidad del proceso.
Quizás muchos esperaban ver la plaza de la dignidad llena de gente celebrando el acuerdo alcanzado por los diferentes partidos entorno a la idea de un cambio constitucional, un acuerdo que sutilmente se le acompañó de la idea de “la paz”, quizás pensaron que luego de una jornada de jolgorio y champañazos volveríamos todos a retomar nuestro lugar en la cadena de producción a la espera de poder esperar nuestro momento para votar, pero no fue así.
“La paz” en ese sentido no se alcanzó, el acuerdo tenía miles de espacios vacíos que permitían y permiten hasta el día de hoy mirarlo al menos con recelo.
Se ha pintado muchas caricaturas entorno a esto, que son violentistas, que solo quieren verlo todo arder, que son unos puristas que en pos de su purismo nos llevaran a la debacle, que son chavistas-cubanos pagados por estar ahí y un largo y lamentable etc.
La verdad es que la paz se logra cuando las partes se juntan, discuten, conversan, exigen, ceden y acuerdan, si ambas partes no están presentes, no son parte, entonces difícilmente se logre un acuerdo, menos “la paz” como si democracia fuese sinónimo de armonía y estabilidad y no de visiones en conflicto que están constantemente construyendo sus espacios de ejercer poder.
Desde ese punto de vista, el proceso constituyente es una mentira, o al menos una no verdad incómoda de la que todos sabemos no es lo que dice ser.
“Hoy hay una exigencia de una nueva fase de la democracia, más profunda, más real. La democracia representativa, en el fondo, ya no representa nada; solo se representa a sí misma, a políticos profesionales que constituyen una oligarquía cada vez más ligada a los intereses privados. No lo decimos nosotros, lo dicen los movimientos sociales y una gran parte de la sociedad. El Común es aquello que sentimos que se nos escapa, lo que desaparece por las privatizaciones.” Christian Laval, en entrevista a diario El País.
Entonces, si bien hasta ahora dicho “acuerdo” con olor a pacto es lo más cercano a lo que se necesita para salir de buena manera de este enredo, es necesario que pronto sea cerrado de manera transparente y participativa para que no solo siga perdiendo legitimidad, sino que adquiera la legitimidad necesaria para ser considerada como una respuesta apropiada y no como una farsa, en este sentido el discurso elevado por la UDI y por Allamand de llamar a rechazar porque no están dadas las condiciones no solo es inconveniente, sino que irresponsable, porque abre la puerta a que en el futuro toda medida acordada se lea con sospecha y una constitución constituyente, que pretende no ser impuesta, debe hacer el ejercicio de crear puentes de confianza, antes que dinamitarlo todo, es la misma irresponsabilidad de los partidos de izquierda que llaman a marginarse, por la falta de garantías, como si las garantías no fuesen instancias que se crean, incluso que son el resultado de una negociación.
La sospecha ya está instalada en la calle y en los barrios altos, el deber de los políticos es eliminarlas con claras señales de confianza, una de ellas será la paridad, pero sin duda la más importante podría ser dejar de lado el trinominal y permitir el voto directo para elegir delegados, permitiendo la mayor participación de la sociedad civil (de derecha e izquierda) y soltar el salvavidas de las listas, ambas instancias sólo garantizan una exacerbada representatividad de la política tradicional y no se le puede dejar la solución del problema al problema. Repitiendo la lógica de la AFP´s el sistema político nos pide alimentar con más recursos al sistema político para que se mejoren los problemas causados por el sistema político, he ahí la quintaesencia de una futura falta de legitimidad. Ojala se tomen las medidas reales para cambiar esto y no volver a culparnos cuando a largo plazo estemos metidos en una situación más compleja.
Ignacio Vargas Faulbaum