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Pedagogía: sin visión, no puede haber motivación Opinión

Pedagogía: sin visión, no puede haber motivación

Fernando Prieto
Por : Fernando Prieto Gerente general de Pixarron
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El reconocimiento al rol clave de los profesores en la calidad educativa, su formación y perfeccionamiento, su equilibrio entre tiempo de aula y tiempo de preparación de clases y sus niveles de remuneración han estado presentes en las distintas reformas y mejoras a la educación chilena en los últimos quince años.

La pandemia, por su parte, dejó al descubierto falencias tradicionales de la educación con las que hemos vivido por décadas, porque “siempre se ha hecho así”. El esquema industrial de la educación, donde todos los estudiantes son tratados por igual, desconociendo la naturaleza de cada persona, sus gustos, sus hábitos y sus fortalezas, hizo crisis el año escolar 2020. El eslabón clave de esta cadena, el profesor, sufrió la tensión y el desgaste de tener que responder a este modelo antinatural que, al ser remoto, colapsó.

En este contexto, Mineduc nos informa que las postulaciones a carreras de pedagogía tuvieron una baja de 27 % respecto al año anterior. Muy grave, pero comprensible si se considera lo poco atractivo que resulta para los jóvenes ser profesores bajo las condiciones que se están viviendo en esta pandemia.

¿Cuál hubiera sido la realidad si a estos jóvenes se les hubiera mostrado que, para aquellos que eligieran una carrera pedagógica hay desafiantes cambios que tienen que enfrentar, como, por ejemplo, que deberán desarrollar su profesión en un ambiente social y laboral pospandemia muy distinto al actual, en que la automatización y la inteligencia artificial habrán modificado todo, incluyendo las actividades cotidianas y los perfiles laborales? Un profesor deberá ser entonces un mentor que motive, entregue aprendizajes y experiencias de mayor complejidad en ambientes virtuales y/o presenciales, por lo que deberán prepararse para ser verdaderos inspiradores para esos estudiantes.

Esta crisis sanitaria ha cuestionado seriamente el modelo educativo tradicional, incapaz de responder a la coyuntura y dejando al descubierto aún más sus falencias. Resulta intolerable para estos jóvenes el modelo del profesor en la tarima, “pasando materia”, haciendo y corrigiendo tareas. Estos jóvenes apasionados por la educación, que ya navegan con mucha fluidez en la tecnología y que dan por hecho la innovación tecnológica en la educación, hubieran querido ver y sentir que la tecnología se tradujera en una innovación a un modelo educativo que lleva más de medio siglo. Que se les mostrara con acciones concretas y una visión coherente, el hermoso desafío que tienen por delante.

¿Qué podría ser más motivante para ese joven que ser partícipe de las transformaciones necesarias para fomentar la creatividad, el ingenio, el autoaprendizaje y el pensamiento crítico entre sus futuros estudiantes que enfrentarán desafíos profesionales y de empleabilidad mucho más complejos que los actuales y donde el que resulte analfabeto funcional estará condenado a la marginalidad cognitiva y social?

Estas generaciones quizás se imaginan mejor de lo que creemos, que la estrategia de implementación de una educación con visión de futuro, transformadora y motivante, no se pudo llevar a cabo, porque quienes están a cargo, aún no la tienen.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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