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El ideólogo más peligroso del planeta Opinión

El ideólogo más peligroso del planeta

Renato Cristi
Por : Renato Cristi PhD. Professor Emeritus, Department of Philosophy, Wilfrid Laurier University.
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Antes de invadir Ucrania, y como manera de justificar esa invasión, Putin describe al gobierno de Volodímir Zelenski como “una pandilla de drogadictos y neonazis”. Según él, ese gobierno, particularmente el Ministerio del Interior, había sido infiltrado por militantes nazis que, siguiendo las órdenes de su presidente, cometieron crímenes horrendos contra la población rusa del Donbás. La especial intervención rusa responde a esa situación, que Europa y América ha ignorado, y busca la pacificación del país, la eliminación de agitadores nazis y el restablecimiento del orden cívico en el Donbás. Hoy en día, esta visión de las cosas parece prevalente en los sectores de la izquierda chilena que defienden la invasión rusa de Ucrania.

Es muy posible que haya neonazis en Ucrania; los hay desgraciadamente en todas partes. Pero lo denunciado por Putin ha tenido lugar en los territorios orientales de Ucrania, en Donetsk y Lugansk, dos regiones que colindan directamente con Rusia. ¿Por qué no se limitó Putin a invadir esas dos regiones? ¿Por qué decidió atacar a Ucrania en su totalidad? ¿Por qué ha amenazado con la destrucción del Estado ucraniano y su asimilación al Estado ruso? En realidad, lo que guía a Putin no es primordialmente lo sucedido en el Donbás. Lo que, en último término, lo orienta es, como indica Yuval Harari, la fantasía de que Ucrania no es una nación independiente, de que es parte de Rusia. Se imagina que los ucranianos solo desean reintegrarse a la Madre Rusia, y que el obstáculo para que ello suceda es un puñado de políticos nazis, con un líder paradójicamente judío, el presidente Zelenski. Esa fantasía ha llevado a Putin a lanzar sobre Ucrania un ejército ruso liberador, que imaginaba entrando en Kiev en medio de celebraciones populares, al mismo tiempo que Zelenski capitulaba sin ofrecer resistencia.

¿Como llegó Putin a formarse esa imagen tan distorsionada de Ucrania? Me parece que los responsables de esa fantasía son un número de pensadores rusos, todos ellos francamente peligrosos, que han alimentado las ambiciones imperialistas de Putin. Según Slavoj Zizek, uno de esos pensadores es Ivan Ilyin (1883-1954), cuyos trabajos fueron reeditados en estos últimos años y circulan vastamente entre apparatchiks y militares rusos. Ilyin, después de su expulsión de la Unión Soviética en 1922, fija residencia en Berlín y desde allí aboga, según Zizek, “por una versión rusa del fascismo con un Estado como comunidad organizada y liderada por un monarca paternalista. En esa comunidad la libertad equivale a conocer y aceptar el lugar asignado”. Se trata, afirma Zizek, de una dictadura fascista apoyada por la Iglesia y el poder militar, cuya misión es defender ese vasto territorio euroasiático de sus múltiples enemigos.

In 1921, otros cuatro pensadores rusos exiliados por el régimen soviético, Georges Florovsky, Nikolai Trubetzkoy, Petr Savitskii, y Petr Suvchinsky publican una colección de artículos que titulan «Éxodo hacia el Este». Este libro marca el inicio de la ideología euroasiática. Esta postula que la geografía continental de Rusia, que se extiende de los confines de Asia y alcanza hasta Europa oriental, determina su destino como nación. Y ese destino no puede ser sino imperial por la necesidad conjurar los peligros que representan todos sus pueblos adyacentes. La principal tarea de sus líderes políticos debe ser asegurar la integridad territorial rusa. La democracia, el liberalismo, las autonomías regionales y la libertad individual son incompatibles con el destino imperial euroasiático de Rusia.

En la actualidad, el defensor más destacado de la visión euroasiática es Aleksandr Dugin, nacido en Moscú en 1962. En un artículo publicado en Foreign Affairs en 2015, Anton Barbashin y Hannah Thoburn sostienen que Dugin es “el cerebro de Putin”. Dugin comparte el euroasianismo de sus antecesores: es así antiliberal, antiracionalista y promueve un misticismo mesiánico. Difiere de ellos en querer extender los límites de Eurasia para abarcar un territorio que va desde la Gran Muralla china en el este hasta los montes Cárpatos en el oeste. Incorpora así al Tibet y Mongolia, y a todos los Estados del antiguo bloque soviético. En 1997, publica Fundamentos de Geopolítica, un libro de gran impacto entre la elite intelectual y militar, que es usado actualmente como texto de estudio en la Academia de Guerra de Rusia.

Lo que hace sumamente interesante a Dugin como figura intelectual, es su fascinación con Heidegger, a quien reconoce como su principal referente filosófico. El pensamiento de Heidegger, afirma, “ha influido en mi formación intelectual de un modo directo e inmediato”. En su libro Heidegger y el otro comienzo, Dugin lo interpreta como un pensador conservador revolucionario, crítico de la modernidad y de sus manifestaciones más evidentes: individualismo, utilitarismo, subjetivismo. Reconoce que la simpatía inicial de Heidegger por el nazismo se frustra por “la vulgaridad, el populismo y el pragmatismo sin principios del Partido de Hitler”. Su instinto aristocrático no calza con la bajeza plebeya de los nazis. De Heidegger aprende que es necesario desarrollar lo que denomina un “fascismo auténticamente fascista”. Afirma, en una entrevista del 2015, que Heidegger consideró impropio criticar al nazismo desde un punto de vista externo, es decir, desde el liberalismo y el comunismo, que le parecían contaminados por la modernidad, y por tanto carentes de validez. La única crítica posible tenía que ser desde el interior del nazismo, y por ello vio Heidegger la necesidad de ingresar al Partido Nazi.

Al igual que Hitler, Dugin tiene predilección por la geopolítica. De ahí su obsesión con Eurasia. En la entrevista de 2015 afirma que “Eurasia es un topos filosófico”, e inspirado en Heidegger continúa: Eurasia es “antes que nada una realidad Seynsgeschichtliche y solo secundariamente una realidad geopolítica, política o económica”. Su teoría geopolítica describe la lucha entre dos tipos de poderes globales: poderes territoriales o “la Roma eterna”, y civilizaciones marítimas, “la eterna Cartago”. Los poderes territoriales están basados en Estados fuertes que privilegian la comunidad, la superioridad del bien común y el idealismo. Este es el caso de Rusia. Los poderes marítimos privilegian el individualismo, el comercio y el materialismo. Hoy en día, Estados Unidos le parece ser el poder marítimo por antonomasia. Como la neutralidad no tiene cabida en la geopolítica, el conflicto entre ambas civilizaciones solo se resuelve cuando un poder es completamente destruido por el otro.

En una conferencia del recién pasado sábado 5 de marzo, Dugin declara su apoyo decidido y sin condiciones a la guerra que el gobierno ruso ha desatado en contra de Ucrania. Considera esa guerra “como inevitable”. Esto significa que hay nazis en el Kremlin y confirma lo que ya señalaron Barbashin y Thoburn en 2015: “No es una hipérbole decir que Dugin es el ideólogo más peligroso del planeta”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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