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Un currículum en tensión

Por: Ruth Arce Jara


Señor Director:

Incluso antes de la pandemia el currículum nacional había despertado críticas y pasiones respecto de su capacidad de atender a las necesidades formativas del estudiantado de nuestro país, los equipos docentes suelen insistir en la carga que implica su extensión y, las evidencias respecto de su implementación concuerdan en la distancia entre el curriculum prescrito y el implementado/evaluado/aprendido.

Probablemente en 2020, la implementación (producto de la emergencia sanitaria) del currículum priorizado generó ciertos sentimientos de alivio en una parte de los y las docentes de nuestro país, al disminuir los objetivos curriculares de manera relevante. Sin embargo, quedó flotando en el ambiente la pregunta de si luego de la pandemia volveríamos al currículum prescrito. La pregunta, en sí misma, requiere un análisis mucho más profundo de múltiples factores que afectan al sistema educativo. No obstante, cuesta pensar que nada cambie después de dos períodos escolares con dicho currículum y un tercero en marcha.

El trabajo en el aula en 2020 y 2021  ha demostrado muchas cosas, entre ellas que los equipos docentes han diversificado estrategias y han implementado formas de evaluar aprendizajes de manera impensada en 2019; por tanto, volver atrás ya no es posible y la idea de que la escuela del siglo XXI no debe parecerse en nada a la escuela del siglo XIX y XX es fundamental. Los aprendizajes deben permiten al estudiantado desarrollar capacidades para comprender y aportar al mundo en el que viven y, no solo para repetir el conocimiento al que accedieron sus padres. ¿Cuál es la estrategia?, tal vez lo más coherente sea repensar el curriculum en torno a su extensión, articulación y realismo y, dar sentido a la escuela como un espacio en el que se aprenden mucho más que contenidos de lenguaje o ciencias.

 

Ruth Arce Jara,

directora de Pedagogía Media. Facultad de Educación.

U. Diego Portales.

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