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La nueva era de los hombres fuertes Opinión

La nueva era de los hombres fuertes

Boris Yopo H.
Por : Boris Yopo H. Sociólogo y Analista Internacional
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La masificación de las redes sociales, por otra parte, incrementa gravemente el clima de odio y beligerancia que se ha instalado en muchas sociedades. Grupos diversos, que operan en sus propios micro-universos, conversan sólo entre sí, y creen casi ciegamente en todo lo que dicen sus líderes. Aún hoy por ejemplo, una mayoría de republicanos sigue creyendo que ha Trump le robaron la elección, cuando todas las evidencias apuntan a que los resultados finales fueron fidedignos, y certificados por las autoridades competentes. Una mayoría de rusos cree también ciegamente los argumentos de Putin sobre la guerra, no obstante que no hay ninguna entidad internacional seria que respalde lo que sostiene. Y es que buscar la verdad ha dejado de importar, sólo importa lo que diga el líder. Y aunque algunos crean que el fascismo es algo del pasado, esta es una de las manifestaciones más nítidas de fascismo. 


Lo que hace unos años atrás se veía como una tendencia incipiente, hoy ya es un fenómeno que se va consolidando a escala global. Me refiero al retorno de los liderazgos autoritarios, y al retroceso de la democracia en el mundo. Diversos estudios muestran que hoy no más del 20% del mundo es gobernado por democracias plenas, mientras en el otro 80% conviven, semi-democracias, regímenes autocráticos, y dictaduras de diverso signo.  La emergencia de “liderazgos fuertes”  en momentos cruciales, es de larga data en algunas regiones, como Asia. Kim Il Sung y sus descendientes, Mahatir en Malasia, Lee Kuan Yew en Singapur, son algunos ejemplos en las últimas décadas. Y ahora Xi JinPing en China.

Pero lo de ahora se enmarca en un período de retroceso de las libertades y democracia a escala global, como lo muestran los informes anuales del Economist Intelligence Unit .  Ahí están los casos de Putin en Rusia, Sisi en Egipto,  Erdogan en Turquía, Orban en Hungría, Bolsonaro en Brasil, Ortega en Nicaragua, o el caso de Trump en Estados Unidos, que aunque perdió la elección, sigue manteniendo una adhesión y poder significativo.  Es decir, también en el mundo Occidental  y en las democracias recientes, ha habido una  re-emergencia de tendencias autoritarias que hasta hace poco se creían virtualmente extintas, con el optimismo ingenuo que despertó en sus inicios, la ola globalizadora que se expandió por el mundo a comienzos de los años noventa .  Esa idea subyacente de que una creciente prosperidad a través de los beneficios de integración económica global, fortalecería los sistemas democráticos, y la estabilidad y paz a nivel mundial.

Bueno, los retrocesos democráticos que hemos visto en años recientes,  así como los sucesivos conflictos en la ex Yugoslavia, en Libia, Yemen, Afganistán, y ahora en Ucrania, el mayor conflicto armado posiblemente desde Vietnam, muestran que no estamos en ese mundo ideal que concibieron esos teóricos de la globalización, hace unas décadas atrás. Y entonces, cabe preguntarse porqué.  Y como todo fenómeno complejo, en este caso intervienen múltiples variables, y cada situación debe analizarse en sus particularidades. Pero existen algunos elementos comunes a muchos de estos casos. Primero,  que a diferencia del periodo inmediatamente posterior a la Guerra Fría, que estuvo marcado por un gran optimismo global, esto últimos años el mundo ha estado marcado por diversas crisis que han cambiado ese estado de ánimo, por otro donde predomina la incertidumbre e inseguridades.

[cita tipo=»destaque»]Bolsonaro, Orban, Trump, ganaron en las urnas, porque en ese momento, su discurso fue capaz de seducir a una proporción mayor del electorado.[/cita]

La crisis financiera del 2008-2009, la crisis del cambio climático y sus efectos destructivos en diversas sociedades, la pandemia del Covid-19 y su devastador impacto global, el incremento del desempleo y empleos precarios a escala global, la gigantesca brecha de desigualdad entre ricos y pobres, y ahora una guerra en el corazón de Europa, crean un panorama más desolador para muchos en el mundo, y esto genera una oportunidad para lideres autoritarios que prometen poner orden y proveer seguridad, en un contexto donde predomina una mirada pesimista sobre el futuro.  Un ejemplo reciente de lo anterior, es el avance de la candidata de la extrema derecha, Marie Le Pen, en las últimas elecciones de Francia,  especialmente en zonas que antes votaban por socialistas y comunistas, y que ahora votaron por la candidata de la extrema derecha, buscando protección ante el deterioro en las condiciones de vida que han experimentado en años recientes.

La masificación de las redes sociales, por otra parte, incrementa gravemente el clima de odio y beligerancia que se ha instalado en muchas sociedades. Grupos diversos, que operan en sus propios micro-universos, conversan sólo entre sí, y creen casi ciegamente en todo lo que dicen sus líderes. Aún hoy por ejemplo, una mayoría de republicanos sigue creyendo que ha Trump le robaron la elección, cuando todas las evidencias apuntan a que los resultados finales fueron fidedignos, y certificados por las autoridades competentes. Una mayoría de rusos cree también ciegamente los argumentos de Putin sobre la guerra, no obstante que no hay ninguna entidad internacional seria que respalde lo que sostiene. Y es que buscar la verdad ha dejado de importar, sólo importa lo que diga el líder. Y aunque algunos crean que el fascismo es algo del pasado, esta es una de las manifestaciones más nítidas de fascismo.

La lección de todo esto, es que la democracia no es algo que esté garantizado en las sociedades, y que países con sistemas democráticos pueden, bajo ciertas circunstancias, retroceder perfectamente  a formas autoritarias de gobierno, y los más preocupante, con respaldo popular. Bolsonaro, Orban, Trump, ganaron en las urnas, porque en ese momento, su discurso fue capaz de seducir a una proporción mayor del electorado. Así entonces, si  la democracia no es capaz de asegurar los requerimientos esenciales de una sociedad, importantes segmentos  de ella estarán dispuestos a sacrificar amplios grados de libertad, pluralismo, y la tolerancia asociada a estas libertades,  por lo que se percibe como una mayor seguridad y orden, en mundo donde los niveles de incertidumbre sobre el futuro han aumentado exponencialmente. Se viene una época difícil. Gran desafío para el mundo democrático, hay por delante entonces.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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