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La educación sexual integral es la clave para un futuro mejor Opinión

La educación sexual integral es la clave para un futuro mejor

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Sin información sobre salud sexual y reproductiva e igualdad de género, las juventudes están expuestas a mayores riesgos de contraer HIV o de cursar embarazos no deseados, dos cuestiones que limitan su futuro y ponen sus vidas en peligro. Las complicaciones en el embarazo y parto son la principal causa de muerte entre adolescentes a nivel global.


Cada vez son más los datos que demuestran los múltiples beneficios de la educación sexual integral (ESI o EIS), aquella que les enseña a jóvenes y adolescentes sobre aspectos cognitivos, emocionales, físicos y sociales de la sexualidad. Sabemos que la ESI no solo ayuda a reducir la cantidad de embarazos no deseados y de transmisiones de VIH, sino que también disminuye la violencia de género. Es una forma segura y eficaz de proteger y empoderar a las personas jóvenes, y de promover la igualdad de género.

Sin embargo, no todos los gobiernos están invirtiendo en programas de ESI, algo que deja a muchas personas jóvenes y adolescentes sin acceso a información que posiblemente podría salvarles la vida, y les permitiría tomar decisiones sanas con respecto a sus cuerpos, vidas y relaciones.

Sin información sobre salud sexual y reproductiva e igualdad de género, las juventudes están expuestas a mayores riesgos de contraer HIV o de cursar embarazos no deseados, dos cuestiones que limitan su futuro y ponen sus vidas en peligro. Las complicaciones en el embarazo y parto son la principal causa de muerte entre adolescentes a nivel global.

Resulta preocupante entonces que estemos ante una actual ola de desinformación sobre qué es la ESI y para qué sirve. Este contexto ha llevado a tomadores de decisiones en todo el mundo a restringir el apoyo para este tipo de educación.

Cuando la ESI no está ampliamente disponible para las juventudes, las prácticas y creencias nocivas, incluidas la discriminación y la violencia de género, tienen vía libre para prosperar. Estas normas discriminatorias también pueden dar lugar a un aumento en la violencia sexual y de género. Al no recibir ESI, las personas adolescentes también pierden la oportunidad de entrar a la vida adulta de forma segura y con confianza, pero esto no tiene por qué ser así.

La ESI empodera a jóvenes y adolescentes para que conozcan sus derechos, tomen decisiones sanas, continúen la escolaridad y se desarrollen. Es un apoyo y refuerzo para progenitores o tutores, familias, prestadores de atención médica y gobiernos en cuanto a la educación y protección de jóvenes, y no solo beneficia a quienes la reciben, sino que impacta a la sociedad en su conjunto.

Es una herramienta poderosa que cuestiona normas, estereotipos y prácticas de género que son dañinas e impiden la igualdad. Puede ayudar a la población joven a comprender y formarse una idea del amor, el respeto, el consentimiento, el cuidado y la integridad para así contribuir con la construcción de sociedades y familias sanas. Y, por sobre todo, les brinda herramientas necesarias para identificar el abuso y la coerción, establecer límites y saber cuándo y cómo pedir ayuda. Cuando las personas jóvenes aprenden sobre desigualdad de género, discriminación y dinámicas de poder, tienen cinco veces más de probabilidades de cuidarse y prevenir embarazos no deseados, VIH e infecciones de transmisión sexual.

Sin embargo, hoy el derecho de las juventudes a la educación sexual y a información de calidad está bajo amenaza. Numerosas organizaciones muy bien financiadas trabajan de forma articulada para divulgar información errónea sobre la ESI y presionar a gobiernos para que desestimen el acceso de juventudes a conocimiento esencial sobre su salud sexual y reproductiva.

Uno de los principales argumentos contra la ESI es que incita a las personas jóvenes a un debut sexual precoz. Y, en realidad, ocurre lo contrario. La evidencia muestra que las personas jóvenes postergan su debut sexual cuando tienen acceso a ESI, ya que esta les brinda confianza y habilidades clave, y aumenta la autoestima y la confianza necesarias para tomar decisiones informadas.

Cabe también decir que, a pesar de estos ataques infundados, vemos avances en esta área. En los últimos años, muchos gobiernos de todo el mundo han aprobado leyes y políticas para garantizar el acceso de jóvenes a educación sexual. En la actualidad, el 85 por ciento de los países tienen políticas o leyes relacionadas con la educación sexual, y más de cuatro de cada cinco países incluyen contenidos o temas importantes relativos a la educación sexual en la currícula nacional.

Si bien ha habido progreso en esta materia en todas las regiones, también es imperioso redoblar nuestros esfuerzos. Debemos ir más allá y asegurarnos de que ninguna persona joven se quede atrás.

Todos los gobiernos del mundo se comprometieron a concretar los Objetivos de Desarrollo Sostenible relativos a la igualdad de género, la educación y la salud para el año 2030. Sin embargo, el pasado marzo, el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, advirtió que, al ritmo actual, lograr la plena igualdad de género llevaría casi 300 años, algo inadmisible.

Todos los gobiernos deben comprometerse a incluir educación sexual integral en su currículos nacionales y a invertir en capacitación docente de calidad para garantizar que las juventudes reciban la educación que exigen, necesitan y se merecen. Al mismo tiempo, debe hacerse más para lograr la participación activa de adolescentes y jóvenes, progenitores y tutores, docentes, líderes comunitarios y personas del ámbito político para que comprendan mejor los beneficios a largo plazo de la ESI.

Ya es hora de que nos aseguremos de que todas las personas jóvenes en todas partes del mundo tengan acceso a la información y educación necesarias para tener vidas plenas, seguras y dignas. La ESI es un camino claro para la igualdad de género. Así que invirtamos en la ESI y en el futuro de las juventudes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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