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El diamante Cullinan: ¿cómo vender la joya de la corona? Opinión

El diamante Cullinan: ¿cómo vender la joya de la corona?

Alejandro Reyes Vergara
Por : Alejandro Reyes Vergara Abogado y consultor
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Volvamos a Chile. Al Salar de Atacama también lo llaman en el extranjero “la joya de la corona”. Vale decenas de veces más que el diamante Cullinan. Tiene alta concentración de litio, facilidades de explotación, baja altura, altas temperaturas y cercanía a los puertos. Es un yacimiento espectacular. Tiene más del 90% del litio chileno y somos el país con más reservas del mundo. 


La joya de la Corona del Reino Unido es el diamante Cullinan. Mide 10 cm, pesa medio kilo y está en el Museo de la Torre. ¿Cómo venderlo bien? Unos expertos lo valoran en US$ 600 millones de dólares, otros en US$ 500 millones y aquel en MM US$ 300 millones. ¡Diferencias de hasta 100%! ¡Hulalá! ¡Increíble! Es decir, los expertos no saben bien el valor de algo tan singular y cuyas proyecciones de precio son inciertas. Entonces, yo creo que el precio real del diamante Cullinan es el más alto que un oferente esté dispuesto a pagar en una subasta o licitación pública bien planificada, transparente y competitiva, sobre todo si el diamante pertenece a toda Inglaterra. A veces, los precios en grandes licitaciones y remates son mucho mayores que los esperados. Y son transparentes. 

Otras veces el vendedor decide negociar directa y confidencialmente con un solo interesado, aunque haya muchos. Es el trato directo, “a dedo”. Solo compiten vendedor y comprador. Supongamos que el rey de Inglaterra quiere vender la joya de la Corona, para repartir el precio entre los pobres y aumentar su popularidad. Va al museo y pide que lo dejen entrar para retirar el diamante Cullinan, como si fueran computadores. El rey toma el Cullinan, se sube al avión con asesores del Banco Rothschild, expertos en diamantes, y los abogados top de Inglaterra, directo a Dubái. Van a venderle el diamante al jeque Mohamed. El rey del Reino Unido cree que sus habilidades de negociación y las de sus asesores son mejores que las del jeque y los suyos. Piensa que el mercado no asignaría un buen precio y transparente si compiten entre todos los interesados. La negociación con el jeque dura un mes en su palacio y todo su harem. Logran vender por US$ 400 millones de dólares. 

El rey vuelve con pecho de pavo a Londres a mostrar su éxito. Pero los demás miembros de la realeza y el pueblo británico lo esperan indignados. El diamante lo sienten de todos y creen que el rey fue tan bobo que obtuvo US$ 200 millones de dólares menos que una de las tasaciones del diamante. Ya se sabía que Donald Trump quería comprarlo para Melania. Elon Musk y Bill Gates para hacer negocios, el emir de Kuwait y el rey de Jordania para sus mujeres, entre otros. ¿Y si hubieran competido? ¿Por qué no lo remató en Sotheby’s? ¿No le habrían pagado el doble o triple del precio que recibió? ¡Nadie lo sabe! Otros mal pensados sospechan que el rey lo vendió al mejor precio de tasación, US$ 600 millones de dólares, pero que la diferencia de US$ 200 millones el rey y sus asesores se la repartieron en sus bolsillos, siguiendo la “recomendación” del jeque.      

Volvamos a Chile. Al Salar de Atacama también lo llaman en el extranjero “la joya de la corona”. Vale decenas de veces más que el diamante Cullinan. Tiene alta concentración de litio, facilidades de explotación, baja altura, altas temperaturas y cercanía a los puertos. Es un yacimiento espectacular. Tiene más del 90% del litio chileno y somos el país con más reservas del mundo. 

¿Cómo buscar socios o arrendatarios para nuestra joya de la corona? Es patrimonio de todos los chilenos. Por cierto, no es como lo hizo el rey con el diamante Cullinan en una negociación directa y confidencial, sino en una licitación pública o subasta, en que todos los interesados compiten por pagar el mejor precio para quedarse con la joya, con reglas claras, igualdad para interesados, precalificaciones para asegurar estándares de calidad, experiencia y solvencia de los oferentes, y transparencia en los precios ofrecidos, etc.

Ahora, dime tú, que eres tan dueño del Salar de Atacama como yo y los demás chilenos, ¿cuál será el mejor método para que obtengamos el mayor valor? ¿Negociar un convenio directo con un solo interesado? ¿O licitar de manera transparente, abierta y competitiva?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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