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Desatando nudos: innovación electoral para revitalizar Chile Opinión

Desatando nudos: innovación electoral para revitalizar Chile

Jorge Fábrega Lacoa
Por : Jorge Fábrega Lacoa Doctor en Políticas Públicas (U.Chicago), académico en el Centro de Investigación de la Complejidad Social de la Universidad del Desarrollo y Director de Tendencias Sociales en Datavoz.
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¿Qué se puede hacer cuando la política se convierte en un pantano de malas prácticas y equilibrios perniciosos que parecen conducir inexorablemente al fracaso democrático? 


La clase política está atrapada en un juego de suma cero, donde cada propuesta parece ser la medicina para un sector, pero el veneno para otro. Nadie tiene suficiente poder como para avanzar en la dirección que desea. Esto conduce a un estancamiento crónico, donde unos grupos bloquean el avance de ciertas iniciativas, mientras otros sabotean las restantes. En este escenario, no solo los acuerdos son una utopía, sino que además los actores políticos usan todo su poder para evitar poner en tabla los temas sobre los que no desean legislar. Y como todos ostentan algo de poder de agenda en alguna parte del proceso, ningún proyecto sustantivo se vota. Da lo mismo el tema. Usted elija: pensiones, impuestos, salud, etc. El resultado es un ciclo vicioso de bloqueo e ineficacia, que solo añade capas de desprestigio a la política e indignación en la población. 

Ante este laberinto sin salida, la inclinación instintiva del político es culpar al de enfrente con la esperanza de persuadir a suficientes indignados ciudadanos de cara a las próximas elecciones. Y como esta estrategia es empleada tanto por los de aquí como por los de allá, se continúa cavando el hoyo en que está entrampada la política.

Es en este caldo de cultivo donde surgen los líderes improvisados, verdaderos emprendedores políticos, que llegan “desde fuera de la política” con la bandera de la renovación y la promesa de un cambio drástico. Pero, atención, una vez en el poder, esos líderes carismáticos tienen todos los incentivos para convertirse en autócratas. Sin lazos con la clase política, pero con el bastón de mando, o bien se subordinan a los intereses de “los de siempre”, o intentan dinamitar las redes de colaboración existentes para acaparar todo el poder posible.

¿Qué se puede hacer cuando la política se convierte en un pantano de malas prácticas y equilibrios perniciosos que parecen conducir inexorablemente al fracaso democrático? 

Para salir del juego de suma cero, es imperativo implementar cambios que desafíen por igual a todos los jugadores con un desenlace desconocido para todos. O dicho de otro modo, se debe inyectar una dosis de incertidumbre en la interacción política, reintroduciendo competencia. 

Una manera de hacerlo sería crear una instancia electoral donde se obligue a votar, eliminando el poder de unos y otros para bloquear deliberadamente los temas. Ya antes he comentado en este espacio propuestas en esta dirección (lea opinión aquí), pero quizás sea más simple y directo algo como lo siguiente: se podría establecer una papeleta adicional en las elecciones parlamentarias donde los ciudadanos voten por una ley específica sobre la materia que más les importa que se tome una resolución. El listado de leyes concretas sobre las que votar puede ser propuesto por el Parlamento, el Ejecutivo y los candidatos presidenciales, y la más votada o las X más votadas se transforman en una agenda obligatoria a ser resuelta en el próximo período legislativo. 

Así, los actores políticos conservan sus prerrogativas y el control de la agenda, pero en los X temas elegidos por la población se verán obligados a decidir si mantener el statu quo o cambiarlo. 

Con una papeleta adicional en que los ciudadanos no eligen personas sino temas prioritarios que deben resolverse, todos los actores políticos perderán un poco (debido a la incertidumbre generada), pero ganarán mucho más en capacidad de decisión al verse forzados a votar.

Así, frente a ese empate eterno, la inyección de un mandato ciudadano de tener que decidir lograría romper el mal equilibrio y avanzar hacia un sistema más funcional y respetado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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