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La necesidad de nuevos valores

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Por: Javiera Arias


Señor Director:

En marzo de 2020 se instaló en nuestras vidas esa amenaza invisible, pero real, denominada Covid-19. Nos hizo realizar un giro en las relaciones sociales, productivas y culturales, al menos tal como las habíamos visto desarrollarse hasta ahora. Nos confinó dentro de nuestras casas, alteró nuestras rutinas y promovió el trabajo a distancia, en el caso de los más privilegiados.

Unos más que otros, en diferentes escalas, todos nos hemos visto afectados por las consecuencias de la pandemia. Y es que el virus no solo ha repercutido en la estabilidad económica de los hogares, sino también en la salud psicoemocional de los chilenos. En los escenarios con menos complejidades económicas, las primeras dos semanas de cuarentena las familias intentaron compatibilizar el trabajo con la cocina, juegos con los niños, rutinas deportivas puertas adentro. Quienes estaban solos hicieron yoga o leyeron un libro. Sin embargo, luego de más de un mes, ese afán de productividad desenfrenada que se instaló en nuestros sistemas de creencias como un valor, nos empezó a pasar la cuenta.

Hoy, muchas personas trabajan incluso más de lo que lo hacían en la oficina, hasta altas horas de la madrugada, y quiénes no han logrado ser productivos con el teletrabajo, por no saber manejar el multitask que exige la vida doméstica y la crianza, se debaten entre la ansiedad y la parálisis. La pregunta recurrente que circula hoy por muchas consciencias es: ¿estoy siendo realmente productivo?, ¿cómo puedo alcanzar el nivel de eficiencia esperado? Incluso, quiénes por alguna razón no han tenido que lidiar con el trabajo, se desesperan ante la idea de no estar efectuando alguna tarea útil y toman cursos de inglés online, diplomados o planifican su vida detalladamente como si el destino dependiera exclusivamente de sus voluntades.

Control, productividad, voluntarismo, miedo a no rendir lo suficiente o a fracasar; necesidad de plantearse metas grandilocuentes; exigencia desmedida hacia uno mismo y hacia los demás; competencia permanente con otros, en cada uno de los ámbitos de la vida. Esos son algunos de los “valores” instalados por el sistema al que nos hemos rendido y que en el marco del confinamiento generan estrés, angustia, restringen la creatividad y la capacidad para encontrar soluciones a los problemas que se presentan. Afortunadamente, más que antes, hoy es fácil advertir que esta forma de vida a la que estábamos habituados solo es funcional y valiosa para el mercado, pero para la vida humana es esencialmente contraproducente.

En parte gracias a las nuevas experiencias que hemos tenido en el aislamiento social, en el trabajo a distancia, en la toma de contacto con quiénes somos, hemos ido haciéndonos conscientes de que lo que históricamente nos hacía valiosos ante los ojos propios y los de los demás, ya no tiene significancia alguna y no nos suma en los nuevos escenarios que tendremos que enfrentar.

Hemos constatado, asimismo, que nuestros sistemas de salud, educación y vivienda son de una precariedad enorme, y que fortalecer el rol del Estado en algunas áreas es no solo necesario sino urgente. Hemos experimentado en la práctica que una nueva Constitución es vital, para poder plasmar nuevos valores colectivos y eliminar resabios de ese individualismo exacerbado, propio de las instituciones y sistemas de creencias que nos definieron y determinaron como país, hasta este momento.

Javiera Arias
Cientista política y vicepresidenta de Ciudadanos

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