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Respuesta a opinión «Seguir subsidiando las plantaciones hasta cuándo»

Por: Rodrigo Munita Necochea


Señor Director:

En relación a la nota publicada en el diario El Mostrador, el pasado 20 del presente bajo las firmas del Senador Alfonso De Urresti y la Señorita Fernanda Salinas, con el título “Seguir subsidiando las plantaciones hasta cuándo”, en mi calidad de director ejecutivo de la Corporación Nacional Forestal, me veo en la obligación de observar y precisar algunos de los conceptos vertidos por los autores de la citada nota.

Lo primero, la definición de bosques que propone, se aplica con foco en los bosques naturales y que se propone en la legislación chilena con referencia a los bosques naturales del país. El sentido común, confirmado por la RAE es que un bosque es un ecosistema donde la vegetación predominante son árboles y matas. De modo que inequívocamente las plantaciones son bosques.

Luego, en la bajada de título señalan que CONAF a través de los planes de manejo no ha podido mitigar los impactos ambientales generados por las plantaciones de Pino, Eucaliptos y otras especies exóticas. No advierten los autores que los bosques plantados son de los cultivos más controlados que existen en el país; para plantarlos y cosecharlos se debe contar con un plan detallado que es estrictamente controlado por CONAF y detenido si se aparta de lo técnicamente previsto. En consecuencia, los bosques plantados se controlan más que los 1,3 millones de hectáreas de cultivos agrícolas y frutales, más que los 1,5 millones de ha. de praderas mejoradas o los 12 millones de hectáreas de las praderas naturales. No advierten que para establecer los bosques plantados no es necesario arar la tierra, que es quizás el más fuerte impacto que se le puede infringir, y si no que lo desmienta las tierras erosionadas del otrora granero de Chile, que precisamente los bosques plantados han recuperado y han impedido que sigan deteriorándose con el así llamado cáncer de la tierra.

Tampoco advierten que los bosques plantados no se riegan y que muy, por el contrario, interceptan el agua y alimentan los acuíferos. Recientemente un estudio del Río Purapel en Constitución elaborado por la Cátedra Unesco de Hidrología de la Universidad de Talca, señala lo beneficiosa que para el control de las crecidas, la regulación del flujo y limpidez del agua han resultado las plantaciones.

Ahora en relación con el cambio climático, sólo considérese que los bosques plantados, constituidos por especies de rápido crecimiento, fijan en promedio, anualmente, 10 toneladas de carbono por hectárea, que se complementan con las 3 toneladas que fijan los bosques naturales. En otras palabras, los bosques plantados absorben y fijan 3 tres veces más carbono que los bosques naturales y en términos netos muchísimas veces más que las praderas y los cultivos agrícolas y frutales, contribuyendo muy eficazmente y en cortos períodos de respuesta a la mitigación del efecto invernadero, principal causa del así llamado cambio climático.

En otro aspecto, la evolución por demanda de madera aserrada en el país, a contar del año 1960, marcó un quiebre en el patrón de consumo. El terremoto de mayo de ese año requirió madera, en forma imperiosa, para la construcción de viviendas de emergencia y otras más definitivas, muchas de las cuales aún están en pie en Valdivia y otras ciudades del sur, que si no hubiera sido por la madera de Pino radiata, no se hubieran podido levantar en el corto tiempo de respuesta que había frente al venidero invierno. Si ese no es un beneficio social ¿Qué es?

Con respecto al subsidio a las plantaciones, hay innumerables estudios y tesis de grado que prueban que estos han redundado en un beneficio directo para el Estado más de 2,5 veces de lo invertido, en término de retorno de divisas, impuestos recaudados a las actividades generadas por la actividad económica derivada, las inversiones en infraestructura emprendida por el sector privado, y la actividad inducida en otros sectores de la economía. La evaluación económico-social del subsidio impacta favorablemente en aspectos tales como: recuperación de suelos degradados, empleo, relevo de la presión sobre el aprovechamiento de bosques naturales, que de otra manera hubieran desaparecido, regulación de las aguas, contenciones de millones de metros cúbicos de tierra que de otro modo hubieran contribuido a aumentar el embancamiento de los cursos de agua y ríos.

Por otra parte, es relevante recordar que el incentivo a los bosques plantados terminó el año 2012, y que la dinámica que este incentivo le imprimió al establecimiento de bosques plantados ya no es necesaria. El incentivo al cual se refiere la nota dice relación con la revegetación de las plantaciones arrasadas por los incendios de 2017, terrenos de pequeños propietarios, que si no son objetivo de un apoyo por parte del Estado quedarán descubiertas, con las lamentables consecuencias de erosión y pérdida de suelo propia de ese lamentable accidente.

Se menciona al pasar que “Este incentivo consiguió que se eliminaran miles de hectáreas de bosque y matorral nativo, para instalar en ellas monocultivos de plantaciones forestales de especies exóticas”, revistiendo de dramatismo un hecho que efectivamente ocurrió, pero que fue muy acotado. De acuerdo a estudios, no más de un 8,7% de la superficie plantada se estableció en terrenos predominantemente de matorrales o renovales de escaso valor (José Antonio Prado, “plantaciones forestales más allá de los árboles”, página 69). Y ello ocurrió, no tanto por la avidez que se señala, sino porque lamentablemente la legislación de la época no advirtió oportunamente este hecho.

Atentamente,

Rodrigo Munita Necochea
Director Ejecutivo
Corporación Nacional Forestal

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