Derecho a la vida y el aborto
Señor director:
Desde la genética, podemos afirmar que el óvulo recién fecundado tiene la misma secuencia de ADN que tendrá ese ser humano adulto. Gracias a la revolución del genoma humano, podemos leer la totalidad de la secuencia genética que un sujeto porta en su ADN antes de su nacimiento, lo que permite que los diagnósticos prenatales sean cada día más certeros. El embrión no es un órgano más de la madre; es biológicamente un ser distinto de sus padres, singular y único, con una vida tan respetable e inviolable como la de cualquiera y con una secuencia de ADN que conservará durante toda su vida. Quienes justifican y promueven el aborto argumentan que, aunque tenga la misma secuencia de ADN del adulto que será, todavía no está desarrollado y, por lo tanto, no se trataría de una persona humana y puede ser eliminado. No respetar la vida del embrión solo porque no está plenamente desarrollado sentaría sutilmente las bases de una doctrina peligrosa. Es el anti-humanismo que solo piensa desde el punto de vista del desarrollo o no desarrollo. Provoca temor que ciertas teorías inviten a eliminar a los más débiles, justamente por no estar desarrollados o no ser conscientes o productivos en plenitud. En países con aborto legal, como España, casi el 90% de los niños con síndrome de Down son abortados luego de los estudios prenatales, y en Islandia la cifra es casi del 100%.
El derecho a la autogestión de la madre no puede ser superior al de la vida humana inocente, porque eso sería un modo más de consagrar el derecho absoluto de los más fuertes y establecería un principio social simbólico que terminaría justificando diversas agresiones a los derechos humanos. El embrión, justamente porque no puede argumentar, solo tiene la fuerza de su existencia.
Gonzalo Grebe Barros
Profesor Titular
Exdecano
Facultad de Medicina
Pontificia Universidad Católica de Chile