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La cultura no necesita limosnas: necesita libertad

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Por: Cristian Antoine


Señor Director:

Mientras el debate presidencial ignora el mecenazgo y reduce la cultura a subsidios estatales, se vuelve urgente repensar el modelo de financiamiento artístico en Chile. Esta columna propone una agenda liberal que fortalezca el aporte privado, descentralice las decisiones y devuelva a la ciudadanía el protagonismo cultural que nunca debió perder.

En Chile, seguimos atrapados en un modelo de financiamiento cwultural que gira en torno al Estado como proveedor casi exclusivo. Esta dependencia no solo limita la diversidad de expresiones artísticas, sino que perpetúa una lógica paternalista que desincentiva la corresponsabilidad ciudadana.

Lo que necesitamos es un cambio de paradigma. Una agenda que impulse subsidios a la demanda, estimule el financiamiento privado y promueva una nueva ley de mecenazgo con incentivos tributarios más atractivos. ¿Por qué no pensar en deducciones de hasta un 100 % según el impacto social del proyecto? ¿Por qué no permitir que los contribuyentes aporten directamente a organizaciones culturales acreditadas, más allá de proyectos específicos?

La Ley de Donaciones con Fines Culturales, aunque perfectible, ha demostrado ser un régimen eficiente de mecenazgo con causa modal. En un país que aspira a mayor libertad creativa, deberíamos estar promoviendo nuevos fondos concursables que premien el compromiso privado (matching grant) y fortalezcan la cooperación público-privada.

Incluso podríamos dar más atribuciones al Comité de Donaciones para que actúe como una Agencia Nacional de Promoción del Mecenazgo. Esta entidad podría garantizar la trazabilidad de los fondos, ofrecer reconocimiento social a los donantes y ampliar los beneficios fiscales.

No se trata de reemplazar al Estado, sino de redefinir su rol: pasar de proveedor exclusivo a facilitador de un ecosistema cultural más libre, descentralizado y competitivo.

Sin embargo, los programas presidenciales para 2026 – 2030, salvo contadas excepciones, han ignorado esta discusión. Kast, por ejemplo, ha omitido el tema, pese a haberlo incluido en su postulación anterior. Evelyn Matthei menciona la colaboración público-privada, pero sin mayor desarrollo. Solo Johannes Kaiser propone una “ley de mecenazgo ciudadano” como pilar para reemplazar la dependencia estatal.

En justicia, también vale mencionar que Gonzalo Winter proponía una “Ley de Financiamiento Cultural Sostenible” con incentivos fiscales y participación ciudadana. Jeanette Jara, por su parte, refuerza la inversión estatal y propone donaciones privadas en programas sociales, aunque no directamente en el fomento artístico.

La cultura no florece por decreto ni por caridad estatal. Florece cuando una sociedad libre decide valorarla, financiarla y defenderla como parte de su identidad. Si queremos artistas que vivan de su obra y comunidades que se reconozcan en sus expresiones, debemos cambiar el relato: del subsidio a la corresponsabilidad, del paternalismo a la libertad.

Cristian Antoine
Académico Escuela de Periodismo
U. Finis Terrae
Experto en Financiamiento de la Cultura

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