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De la calle al PIB: seguridad y educación, los motores olvidados

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Por: Carlos Smith


Señor director:

​Las prioridades ciudadanas han dado un giro copernicano. Las encuestas confirman que la delincuencia, el empleo y la salud han desplazado definitivamente a los debates constitucionales. Para los economistas, esta es una revelación vital: la microeconomía —la seguridad diaria y el bolsillo familiar— es el espejo directo de la macroeconomía.

​Hoy, Chile se estanca con un crecimiento tendencial mediocre, estimado entre un 1.8% y 2%. La urgencia es elevar ese motor. Afortunadamente, el cambio en el foco ciudadano abre una ventana política única para implementar reformas estructurales basadas en reglas permanentes, y no solo en buena voluntad. Para reactivar el desarrollo, necesitamos tres llaves maestras.

​Primero, debemos eliminar el “impuesto invisible” a la inversión. Para recuperar nuestra capacidad de generar riqueza, la tasa de inversión debe subir del 24% al 28% del PIB. Esto exige atacar la “permisología”: reducir en un tercio los 7 años que demoran los grandes proyectos equivale financieramente a una rebaja de 4 puntos en el impuesto corporativo. A esto se suma el combate al crimen; la inseguridad es hoy un costo de transacción brutal que asfixia la libertad económica.

​Segundo, urge una reforma del capital humano. Con una población que crecerá apenas un 0.3% anual en la próxima década, el futuro depende exclusivamente de nuestra productividad. Debemos arreglar el “primer piso” de la educación pública, priorizando la disciplina, la calidad docente y el aprendizaje real por sobre la discusión de la educación superior.

​Tercero, necesitamos un anclaje fiscal real. Con una deuda pública acercándose al 42.3% del PIB y déficits estructurales crónicos, la disciplina de gasto no es opcional; es el único seguro de vida ante crisis futuras.

​El péndulo político hoy favorece el crecimiento. Si logramos anclar estas convicciones en reglas claras y transversales, podemos saltar de un mediocre 2% a un rango de 3% a 4%, traduciendo finalmente la estabilidad macroeconómica en el bienestar microeconómico que las familias chilenas exigen.

Carlos Smith
Docente investigador CIES-UDD

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