La inclusión que no se toca
Señor director:
En un país que se jacta de ser inclusivo, me sorprende que la tecnología, en su afán de innovar, esté dejando atrás a un sector importante de la población: las personas con discapacidad visual. Las nuevas máquinas de pago de tarjetas, con interfaces Touch, son un ejemplo claro de esta exclusión.
Como persona ciega, me encuentro con un obstáculo insuperable cada vez que intento realizar una transacción básica. La dependencia que generan estas máquinas es alarmante y me hace cuestionar la verdadera inclusión que se pretende promover. Pero el problema va más allá. Los bancos, en su afán de seguridad, implementan claves y sistemas de autenticación que, paradójicamente, exponen a las personas ciegas y a los adultos mayores a riesgos innecesarios. ¿Cuántas veces al día las personas ciegas y los adultos mayores deben entregar sus claves a desconocidos para pagar productos básicos o, simplemente, tomarse un café? Esto no solo es un riesgo para su seguridad financiera, sino también una vulneración de su autonomía.
Durante su primer mandato, la Presidenta Bachelet ratificó la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, que obliga al país firmante a legislar de manera de garantizar a los ciudadanos con discapacidad, los principios básicos de la Convención, es decir, dignidad, accesibilidad e igualdad. Sin embargo, los avances parecen estar quedando a nivel de palabras, ¿dónde están los hechos?
La inclusión no se trata solo de hacer leyes o políticas, implica educar y concienciar a la sociedad sobre la importancia de la dignidad, igualdad y accesibilidad. Es hora de reflexionar sobre la necesidad de educar en la inclusión, de enseñar a los diseñadores de tecnología y a las instituciones financieras que la accesibilidad no es un lujo, es un derecho que, de no cumplirse, denigra a un sector de la población, aumentando la brecha de igualdad y vulnerabilidad.
En este sentido, creo que es fundamental que las instituciones de educación, desde el colegio hasta los institutos profesionales y la universidad, trabajen el tema de la inclusión de manera integral. No basta con incluir proyectos o asignaturas específicas, urge hacer entender a los futuros profesionales la importancia del diseño universal y la accesibilidad en todas las áreas de la vida. Es necesario que los estudiantes de diseño, ingeniería, arquitectura y otras disciplinas relacionadas con la creación de productos y servicios, aprendan a diseñar pensando en la diversidad de personas que los utilizarán. Es necesario que se les enseñe a considerar las necesidades de las personas con discapacidad, de las personas mayores, de las personas con enfermedades crónicas, etc. De esta manera, podremos crear una sociedad más inclusiva y justa para todos, pues solo a través de la educación se construye un pueblo unitario, con autoconciencia y cultura.
Valentina Velarde Lizama
Académica Escuela de Psicología
Universidad Finis Terrae