Publicidad
¿La crisis nos lleva al infierno? Opinión

¿La crisis nos lleva al infierno?

Alejandro Reyes Vergara
Por : Alejandro Reyes Vergara Abogado y consultor
Ver Más


Después de cuarentenas y emergencias, muchos esperan -como en el Gatopardo de Lampedusa- “que todo cambie para que todo siga igual”. Creen ilusorio que se produzcan cambios relevantes y permanentes en las personas y su modo de vivir, su ética, la economía y la sociedad. Pasada la emergencia –dicen- retornaremos a lo preexistente: la aceleración, la competencia y el exitismo; el individualismo y consumismo. Otros, creen que esta crisis será un duro golpe al tipo de moral, cultura y sociedad que hemos construido en los últimos decenios, y viraremos hacia  una sociedad más colaborativa, humanista, austera y solidaria. En fin, los de más allá, creen que el Coronavirus es una especie de “venganza” de la naturaleza contra el ser humano y que, después de esta advertencia, por fin reconstruiremos una sociedad más ecológica.

Es un hecho que esta pandemia y cuarentenas han producido cambios significativos, pero transitorios por ahora. La distancia física y el aislamiento; el cierre de fronteras; la educación telemática; la recuperación de una vida más familiar, pausada y reflexiva; la mayor consciencia de la fragilidad y de la muerte, valorando lo esencial. Otros, han sentido el cruel abandono y la soledad; la inestabilidad emocional o la violencia intrafamiliar. Muchos experimentan el hambre, el hacinamiento recluido y la miseria.

La pandemia disparó la mayor crisis económica mundial desde la Gran Depresión de 1929. Inevitablemente habrá quiebras, menos crecimiento, desempleo masivo y pobreza multidimensional. Eso genera descontento y frustración de expectativas, que acarrean fuertes problemas sociales y políticos.

Entonces, ¿esta pandemia y crisis económica global, generará cambios relevantes y perdurables en nuestra vida y la sociedad?  Pienso que sí.

Como personas y sociedades nos desenvolvemos en un tiempo y espacio concreto que condicionan nuestra ética, modos de vida y prioridades. “Yo soy yo y mis circunstancias” decía Ortega y Gasset. Por ejemplo, la revolución tecnológica de la computación personal, internet y los teléfonos inteligentes, generaron nuevas condiciones de entorno que han cambiado radicalmente nuestro modo de comunicarnos, de trabajar, de aprender, de informarnos, de comprar, de hacer campañas políticas, de ser controlados, etc. Todo en apenas 30 años.

Si la pandemia y la crisis económica modifican fuertemente el entorno, entonces obviamente impulsarán algunos cambios en la vida de las personas, la ética y la sociedad. ¿Que tan permanentes? No sabemos, porque actualmente los ciclos de cambio son cada vez más rápidos, condicionados por la enorme velocidad de la evolución del conocimiento, la ciencia y la tecnología. Entonces, lo “nuevo” más temprano que tarde cambiará otra vez.

En segundo lugar, las grandes crisis nos desnudan y nos ponen a todos frente al espejo como personas, países y sociedades. Eso permite distinguir a los que se prepararon y lo hicieron bien al transitar y superar la crisis de los que no, y entonces probablemente seguiremos los pasos de aquellos que lo hicieron bien, y eso implicará que muchos cambiaremos.

En tercer lugar, nos preguntamos si los cambios serán positivos o negativos. Después de un inevitable tránsito amargo, yo soy optimista, porque los seres humanos nos hemos levantado de muchas crisis graves, hemos aprendido algo de las anteriores, tenemos  vocación de progreso, sentido de adaptación y un instinto de supervivencia a toda prueba.

Vimos algunos ejemplos de efectos actuales transitorios, -positivos y negativos-, de las cuarentenas actuales. Asimismo, creo que los cambios relevantes y relativamente perdurables de esta crisis también podrían ser positivos y negativos, como los hubo después de la Peste Negra de 1350, de la Gripe Española  de 1918 y de la Gran Depresión de 1929. Las crisis graves son oportunidades de aprendizaje, por lo que el saldo final debiera ser positivo. Ser realistas para ver la envergadura del problema es indispensable para enfrentarlo y solucionarlo bien. Y eso no implica ser pesimista respecto de los cambios futuros. Estos también dependerán en parte de nuestras decisiones ante diferentes opciones, de encauzarlas con inteligencia, tolerancia, unidad y buenos liderazgos. A fin de cuentas, nosotros construimos el futuro y legamos la historia.

 

 

 

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias