Son tiempos complejos, inestables y de mucha incertidumbre. En ocasiones pareciera que hemos perdido el norte, se nos hace difícil planificar y en muchos casos solo tomamos decisiones tácticas, a la espera de tener un diagnóstico más certero y asertivo del panorama inmobiliario.
No es para menos, esta crisis sanitaria viene de la mano de una crisis social, que ha dañado nuestro optimismo y nuestra capacidad de inversión y crecimiento. Gobierna la incertidumbre, la cual viene acompañada de miedo y temor, ambas emociones que nos inmobilizan e incluso nos hacen retroceder. No hay paquete económico que haga cambiar la aguja.
En ese contexto, los valores empresariales fundamentales que debemos tomar en consideración son la flexibilidad, paciencia y confianza.
Flexibilidad, porque no podemos tener todo bajo control, porque hay que navegar tomando decisiones día a día, mutando, transformándonos y aprendiendo de los vaivenes del mar.
Paciencia, porque las crisis son peligro y oportunidad, y hay que estar con calma pero atentos para encontrar las oportunidades en la ciudad.
Y finalmente confianza, porque “estamos en un túnel y no en un pozo”, porque pronto veremos la luz y tenemos que estar preparados para movilizar nuestras grúas en esta nueva etapa del ciclo inmobiliario.
En este contexto tan desafiante, ¿qué necesitamos para una buena orientación? Nuestra “brújula inmobiliaria”, esta es la que nos entrega la orientación estratégica hacia el largo plazo, en momentos donde todas nuestras energías están puestas en el corto plazo.
Primero aprendiendo del pasado. Si bien cada crisis es diferente, existen parámetros que podemos considerar para saber dónde estamos parados. Sabemos que, a diferencia de la crisis subprime, esta es una crisis en tiempo real, simultánea y rápida. Esto marca una gran diferencia con la mayoría de las crisis, que son escalonadas, donde hay tiempo para planificar y evaluar contingencias. Hay que actuar rápido, evaluar escenarios y riesgos, a fin de tomar decisiones con visión de futuro, aunque estas sean dolorosas, ya que la eficiencia en estos tiempos de crisis es un valor fundamental para lograr una adecuada sustentabilidad financiera.
Por otro lado, esta crisis sanitaria no se ha caracterizado por una falta de liquidez de la banca, ni con pérdidas de confianza de los agentes financieros. Es evidente que cualquier negocio es más riesgoso hoy en día, pero la banca no ha cerrado las puertas a refinanciamientos, ni a la evaluación de nuevos negocios de empresas que son financieramente saludables. Por último, desde su origen, esta crisis ha crecido de forma rápida sin parar. No obstante lo anterior, y al ser sanitaria, lo mismo puede ocurrir cuando comience a retraerse. La solución es técnica, una vacuna, la cual ya ha movilizado con optimismo los mercados del hemisferio norte, donde el mercado inmobiliario lentamente empieza a recuperarse.
Segundo, cultivando para nuevos periodos de bonanza. Es tiempo de ordenar la casa, de cuidar la operación y volcarse en ámbitos que a la luz del crecimiento eran difíciles de abordar. Es el momento preciso para abordar transformaciones de segundo orden, vale decir, desafíos adaptativos, como la transformación digital, un nuevo trato en la relación con los clientes, la generación de nuevas alianzas, el desarrollo de nuevos negocios complementarios, y en el ámbito inmobiliario un nuevo trato con el territorio, los barrios y las comunidades. Es tiempo de cambiar.
No todo es malo. Si bien las crisis nublan, también generan oportunidades. Quien pueda ver detrás de la nube con tranquilidad emocional, podrá observar lo que muchos multimillonarios ya vieron. En tiempos de crisis es cuando se han amasado las mayores fortunas en la ciudad, dado que se está en la base de la curva del ciclo inmobiliario. Y es en este ámbito donde las oportunidades ya empiezan a emerger, y dada la inestabilidad bursátil y del dólar, los activos inmobiliarios comienzan a ser nuevamente atractivos como refugios financieros y excelentes oportunidades de inversión de mediano y largo plazo, ya que en tiempos de crisis aparecen interesantes oportunidades de arbitraje en la ciudad.
Estamos en el entretiempo, en un punto de inflexión y tenemos que ser hábiles maniobrando nuestra “brújula” a fin de fijar adecuadamente la ruta de navegación. De ella depende que sobrepasemos las tormentas y que pronto tomemos un rumbo claro y definido. Aunque parezca difícil, hay que ponerse en marcha, aprender del pasado, cultivar para periodos de bonanza y ser creativos para expandir nuestros horizontes.