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Pandemia en Chile: evidencias y reflexiones Opinión

Pandemia en Chile: evidencias y reflexiones


Estamos ya a mediados de 2021. La pandemia de Covid – 19 tocó a nuestras puertas en marzo del año pasado y comenzó a hacer estragos en nuestra vida y sociedad desde el siguiente mes de abril. Y no cesa.

Más allá de las críticas a las estrategias de salud pública que se han adoptado en el tiempo transcurrido, nada distinto de lo ocurrido en prácticamente todos los países del mundo, podemos asegurar es que se han realizado los mejores esfuerzos desde el Estado, el gobierno y grupos sociales como los relacionados con el sector salud, apropiadamente llamados primera línea, y muchos otros, para enfrentar una pandemia inédita. Ha significado un gran esfuerzo de adaptación, de pérdidas de amigos y conocidos, merma de empleos, alteraciones en la forma de trabajar, aprendizajes difusos en los estudiantes, desajustes financieros, temor a la enfermedad y la muerte, entre otros efectos.

El clima político en nada ha ayudado. La oposición al gobierno, entre ellos muchos autodenominados “expertos”, ha aprovechado la coyuntura para golpear de manera inmisericorde toda iniciativa, como si tuvieran aquella solución mágica que ningún país del globo ha encontrado.

Se tratará aquí de hacer un pequeño aporte desde el conocimiento demográfico con el fin de dimensionar lo que las cifras de la pandemia suponen hoy en Chile, especialmente con base en datos de mortalidad.

 

Una visión general para Latinoamérica muestra que (al 18 de junio) ha habido 1.127.480 fallecimientos por Covid – 19, que significan 1.888 por millón de habitantes, con una tasa de letalidad de 3,5 %. Huelga decir que estos datos recopilados por la Universidad Johns Hopkins y el Banco Mundial (ver AQUÍ), sobre la base de estadísticas oficiales, muy disímiles para cada país, deben tomarse solo como una referencia. Faltan varios años para tener una apreciación clara del impacto poblacional de esta pandemia.

Los países en Latinoamérica que llevan la delantera, cálculos propios, en cuanto a mortalidad por esta causa por millón de habitantes son los siguientes: Perú, 5.703; Brasil, 2.320; Argentina, 1.926; Colombia, 1.921; México, 1.773 y Chile 1.633.     A modo de referencia indiquemos esta misma tasa para países europeos de raigambre latina, o sea, de mayor cercanía cultural con nuestra región: Italia, 2.109; España, 1.712; Portugal, 1.661 y Francia 1.620.

Estos países han adoptado distintas estrategias para enfrentar la pandemia y los resultados han sido igualmente pobres. Un rasgo para considerar, y en esto coinciden distintos autores, es que son naciones con alto nivel de urbanización y, en consecuencia, con alta movilidad de las personas. Son países, según el PNUD, de nivel de desarrollo humano muy alto. Controlar la propagación del virus mediante estrategias no farmacológicas implica disminuir la movilidad de las personas, tarea compleja y difícil de sostener por largo tiempo. Las declaraciones de “hay que”, seis letras que se han convertido en Chile en un mantra de aquellos que se supone saben más de lo que los mayores expertos mundiales tratan aún de comprender, se sitúan en un clima de beligerancia y de afectación global de la vida.

Las cifras muestran que Chile no lidera para nada rankings ominosos, a pesar de que nuestras estadísticas siguen siendo consideradas en los organismos internacionales especializados de muy buen nivel y seguramente reflejan en mayor medida los fallecimientos por Covid – 19 que en otras naciones de la Región.

Uno de los indicadores relevantes para medir la evolución de la pandemia es el exceso de mortalidad. Esto significa, en palabras simples, decesos que se producen sobre los “normales” y esperables. Habitualmente el cálculo se hace sobre la base del promedio de los cinco años precedentes y luego se compara con el real producido. Acá, por decisión propia, se hace un cálculo algo diferente para estimar la sobre mortalidad del año 2020 y 2021 en el caso de Chile.

Con base en las defunciones evidenciadas por el DEIS / MINSAL para los años 2016 a 2019 (años sin Covid – 19) se calcula la tasa de crecimiento de las muertes (1,98 % anual) y se las  proyecta para el 2020 y 2021 (ver tabla anexa). Con eso se obtiene una cifra de defunciones proyectadas bastante más cercana a la realidad de nuestra estructura poblacional que envejece y que, además, ha sumado gran número de inmigrantes en estos últimos años. No existe una proyección perfecta; se trata de aproximaciones numéricas para obtener un punto de referencia con que comparar los decesos que ha significado la irrupción del Covid – 19.

Veamos en síntesis cómo hablan estos datos.

 

  1. El DEIS / MINSAL define como causa básica de fallecimiento a aquella enfermedad o lesión que ha iniciado la cadena de acontecimientos patológicos que conducen directamente a la muerte o las circunstancias del accidente o violencia que ha producido la lesión fatal. Esta definición es importante de considerar pues hay cierta confusión en la determinación de fallecidos con causa Covid – 19 confirmado.
  2. Para el lapso abril – diciembre 2020 fallecieron por Covid – 19 confirmado un total de 12.687 personas. Esta cifra representó un 16,8 % del total de fallecimientos en este período en el país. La causa viral fue la tercera causa de muerte luego de las enfermedades del sistema circulatorio, 21,7 % y tumores (neoplasias) 21,3 %.
  3. El exceso de mortalidad de la pandemia 2020 (abril – diciembre) fue de 14,5 %. El mes de junio fue el punto más alto con un 50,5 %. Los primeros cuatro meses de este año 2021 han estado muy por encima del exceso promedio del año pasado llegando a un 30,7 %. En mayo se observa una fuerte disminución de la sobre mortalidad; es probable que sea el efecto vacunación y confinamiento combinados, no se sabe a ciencia cierta. Seguramente, el factor vacuna tome preponderancia en la medida que aumenta la población inoculada con las dos dosis, en lo cual Chile se destaca en el mundo. En mayo el exceso de mortalidad ha bajado a un 20,5 %. El dato de junio, estimable en la primera semana de julio, será indicador muy relevante para ponderar la evolución de la pandemia.
  4. Las muertes por Covid – 19 confirmado en estos primeros meses del año (al de junio) han representado un 22,6 % del total de decesos por todas las causas. Es ahora la primera causa de muerte, seguida por las enfermedades del aparato circulatorio, 18 % y los tumores (neoplasias), 15 %.
  5. Las defunciones que registra el DEIS / MINSAL en 2019 comparadas con el 2020, considerando la causa básica de fallecimiento, nos muestra que ha habido un cambio en la composición de la mortalidad que vale la pena explorar: las enfermedades circulatorias bajan en un 0,04 %, los tumores (neoplasias) disminuyen en un 6,1 %. Hasta aquí podemos decir que es un cambio relativo en un rango normal. Sin embargo, al observar las enfermedades de sistema respiratorio vemos que estas bajan en un 43,9 %. Esta baja es impresionante y representa una menor mortalidad de 4.943 personas. Es muy probable que los confinamientos y la menor movilidad influyan positivamente en la contención de problemas respiratorios graves que podrían haber causado fallecimiento, especialmente en la población de mayor edad. También podría especularse que la fuerte circulación del coronavirus se ha superpuesto a las otras afecciones virales respiratorias.
  6. También se aprecia una disminución en la causa de muerte por lesiones autoinflingidas con un 16,5 %. Es muy probable que el confinamiento y la cercanía de familiares o personas relevantes hayan tenido un impacto inesperado, positivo, en este factor causal. Esto a pesar de los efectos negativos de la pandemia en la salud emocional y mental.
  7. También las causas externas (excluidas las lesiones autoinflingidas) han bajado fuertemente, un 40,5%. En este caso sin duda las restricciones a la movilidad de las personas y los medios de transporte han desempeñado un papel importante.

 

En síntesis, las causas de muerte en pandemia han cambiado, incorporando una nueva causa básica, la de Covid – 19 confirmado (la probable no la hemos incorporado pues está en observación y depuración) que ha significado a su vez algunas modificaciones en la estructura de la mortalidad. Las medidas que se toman tienen impacto directo y a veces inesperados en otras causas básicas de deceso.

La cifra de mayo en cuanto a exceso de mortalidad muestra una moderada esperanza de que el efecto vacunación pueda estar empezando a jugar un papel relevante en la disminución relativa de la preponderancia de la causa de fallecimiento por Covid – 19 confirmado respecto del total de muertes.

Existen también evidencias de que las hospitalizaciones críticas y los contagios disminuyen sustantivamente en la población vacunada con dos dosis. De ahí se deriva la importancia de continuar con fuerza este proceso, mediante campañas comunicacionales que muestren evidencia empírica de esta diferencia, más allá de respetar la decisión de algunas personas que han optado por no vacunarse. No existe mejor argumento que la demostración fundada del efecto positivo de esta vacunación, que se suma al progreso científico humano que ha permitido, entre otras cosas, que la esperanza de vida al nacer se haya incrementado en el mundo en 20 años comparado con mediados del siglo XX.  Es sobre estas bases que el avance de la vacunación cooperará con la mitigación de la expansión del Covid – 19 y las nuevas variantes que no cesan de aparecer.

Se deberían sumar a la campaña de vacunación otras medidas de autocuidado y cuidado social, aprendidas en este duro tiempo de pandemia, con afectación de todas las esferas de la vida y sinergias entre causas (sindemia).

La humanidad saldrá adelante, como lo ha hecho previamente, de esta nueva pandemia y surgirán nuevas formas de vivir en comunidad, una revalorización de la salud y el cuidado personal, facetas emergentes del teletrabajo; nuevas modalidades de vida que deberán adoptarse para enfrentar creativa y positivamente la emergencia de riesgos sanitarios desconocidos. Hay consenso en que las enfermedades infecciosas dependen en alto grado del comportamiento humano y la disrupción de los equilibrios ecológicos. Ello supone que el principal desafío a futuro será alfabetizar a las poblaciones y justificar técnica y éticamente las medidas de prevención. La racionalidad médica de cuño clínico no debe ser la única a considerar en los futuros trastornos globales. Deben considerarse los llamados determinantes sociales y morales de las enfermedades para una correcta prevención y previsión. La intervención del Estado, del mercado y de la solidaridad serán temas a considerar en los diversos planos en que se desenvuelve la vida comunitaria.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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