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Don Nelson

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Pablo Flamm
Por : Pablo Flamm Periodista deportivo
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Poco se le reconoce a Acosta y, claro, como nunca pudo sentarse en el banco de Colo Colo, U. de Chile o U. Católica, se tiende a desmerecer la carrera del técnico. Pero fue y es adorado en Calama, Cobreloa es el cuarto grande de Chile. Fue seleccionador de Chile y Bolivia. Dirigió a uno de los grandes en México, como es el Cruz Azul, pero más allá de todos estos clubes y palmarés, Acosta es pilar fundamental en la proyección de muchos de la “generación dorada”.


La imagen de Acosta celebrando el triunfo ante Ecuador, en el camino a Francia 98, debe ser una de las más recordadas del técnico charrúa. Chile venía en cris tras la salida de Xavier Azkargorta, y además Unión Española, el equipo que dirigía don Nelson por ese momento, no estaba en las mejores ubicaciones.

Ricardo Abumohor, presidente de la ANFP, en ese entonces, pensó en Salah y Pellegrini, pero ambos por distintos motivos declinaron. Se contactaron con Nelson Acosta y la respuesta del calvo estratega fue clara y rotunda. Páseme la selección que yo la clasifico. Y así fue. Porque esa noche de lluvia y granizos, de dudas e inquietudes, fue la noche de Acosta y esa promesa que comenzaba a tener asidero.

Acosta jamás ha sido reconocido como un gran estratega, amigo de la táctica o de los ensayos múltiples. No, lo de Nelson Acosta es el ojo clínico, los años de circo, esa sabiduría propia de quienes han sabido ganarle a la vida y superar los obstáculos. Acosta es como ese desaparecido médico de cabecera, que visitaba las casas y diagnosticaba. Acosta es campo y líneas de ferrocarril. Es sudor y esfuerzo del minero. Su vida es así y siempre ha mantenido esos valores.

Nelson Acosta es un ganador. Su carrera como estratega lo consagró campeón en Unión Española, Cobreloa y Everton. Seleccionador nacional en dos períodos, inolvidable participación en Francia, donde ese equipo sin duda estaba para algo más. Ese festejo moviendo los brazos de abajo para arriba con su piloto café tras ese salto infernal de Salas sobre Cannavaro, es una postal magnífica de cómo el nacido en Paso de Los Toros vivía esto.

Conocer el mundo Acosta es saber de un tipo bonachón y con carácter. Sencillo y directo con sus jugadores, no de grandes discursos o retórica amplia. El Pelado es palabra justa y sin preámbulos, pero sabedor de cuándo apretar y soltar.

Poco se le reconoce a Acosta y, claro, como nunca pudo sentarse en el banco de Colo Colo, U. de Chile o U. Católica, se tiende a desmerecer la carrera del técnico. Pero fue y es adorado en Calama, Cobreloa es el cuarto grande de Chile. Fue seleccionador de Chile y Bolivia. Dirigió a uno de los grandes en México, como es el Cruz Azul, pero más allá de todos estos clubes y palmarés, Acosta es pilar fundamental en la proyección de muchos de la “generación dorada”.

Sin duda que los técnicos nacionales que formaron parte del proceso de crecimiento, y además de Sulantay, son nombres siempre a tener en cuenta a la hora de entregar los créditos, pero Don Nelson se la jugó por muchos de ellos, dándoles minutos y titularidades en algunos casos. Una de ellas, es la de Claudio Bravo, quien comienza su consolidación y carrera en la Roja, cuando Acosta se decide por él, antes de Herrera, para jugar nada más y nada menos que en el infiero de Barranquilla.

La carrera de Alexis Sánchez comienza en Cobreloa a los 16 años. Técnico: Nelson Acosta, el mismo que lo hizo debutar por la Adulta en un amistoso ante Nueva Zelanda. Méritos de sobra hay, en la carrera de Nelson Acosta, el tema es que se ha valorado poco.

Y si trata de algunos récords, tiene varios: Bronce en Australia 2000, técnico con más partidos en la Roja (94 juegos), el único técnico que le ganó tres finales a Colo Colo (Unión Española, Cobreloa y Everton), técnico con más partidos en Clasificatorias (30), primer equipo que gana en Argentina por Libertadores, con Everton ante Lanús, primer empate ante Argentina por Eliminatorias y algunos más para su destacada carrera.

Es un pequeño reconocimiento al trabajo de este uruguayo que llegó a Chile en 1977 y se aferró tanto, que hizo de nuestro país su patria también. Un hombre bueno y ducho, un campechano bonachón y malas pulgas a veces, amante del dominó y la pesca, amigo entrañable y sencillo.

Gracias por todo, Don Nelson.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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