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Fortalecer los Partidos Políticos fortalece la democracia Opinión

Fortalecer los Partidos Políticos fortalece la democracia

Matías Silva Alliende
Por : Matías Silva Alliende Abogado y Profesor Derecho Constitucional
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En las encuestas de opinión en todo el mundo, los partidos políticos por lo general se encuentran entre las instituciones menos confiables. Pareciera que se establecen altos estándares a los partidos que éstos no llegan a cumplir. Por lo tanto, están expuestos a la crítica constante. Sin embargo, estamos de acuerdo en gran medida, con que una democracia necesita de los partidos políticos y,  que hasta ahora,  no se conoce ningún modelo que pueda prescindir de ellos. Este es el punto de partida: una democracia necesita de partidos políticos. 

Compliquemos un poco más el asunto. Frente al nuevo proceso constitucional la pregunta es: ¿Qué partidos políticos necesita nuestra democracia una vez que el nuevo documento sea aprobado por el pueblo a finales de este año? 

Una de las críticas que podemos realizar al borrador de Nueva Constitución rechazado en septiembre es que se haya tratado a los partidos políticos de forma genérica. Este documento utilizó la voz  “organizaciones políticas”, describiéndolas   como “entidades públicas no estatales, de carácter voluntario, que concurren a la formación de la voluntad popular”. Agregó que “la Constitución protege el derecho de todas las personas a participar en organizaciones políticas y a postular a cargos de elección popular a través de ellas o como independiente” El borrador persiste en la idea de la igualación entre partidos políticos e independientes en la competencia electoral.  Esta misma igualación es la que hace la actual Constitución, no corrigiéndose, por tanto, un error que se arrastra desde 1980. Esta Constitución, como todas las constituciones nacidas en dictadura, se escribe con un espejo retrovisor para evitar que el pasado se vuelva presente. El redactor de la Constitución del 80 considera que unos de los principales responsables del golpe de estado de 1973 son los partidos políticos. De ahí entonces su  sospecha hacia éstos. Tanto es así que separa tajantemente el mundo político del mundo social, al señalar expresamente en su artículo 19 n° 19 inciso final; “Las organizaciones sindicales no podrán intervenir en actividades político partidistas”, lo que se traduce en un temor de que el mundo político contamine al mundo social.  

La pregunta a resolver por el Consejo Constitucional es si la lógica de la minimización de los partidos políticos a meras organizaciones políticas y la igualación con los independientes en la competencia electoral no tendrá un efecto perjudicial para nuestra democracia. Por una parte, la minimización de los partidos políticos a meras organizaciones políticas, produce en primer lugar la apertura del espacio político a grupos que no son partidos políticos, lo que trae como consecuencia una política corporativizada, en donde cada representante resuelve las demandas de los afiliados a su corporación, haciendo desaparecer un interés más general. Por otra parte la igualación con los independientes en la competencia electoral produce la tendencia fatal hacia el populismo. Éste ofrece una fórmula atractiva de soluciones ilusorias, supuestamente no ideológicas y dotadas  de sentido común, que nunca llegan, pero que siempre tienen un culpable por ese retraso. Ese retraso para el independiente siempre va a ser culpa de la política. Porque el independiente supuestamente no está ideologizado, y por lo tanto, él no es político. 

Con esto no quiero salvar a los partidos políticos de toda responsabilidad respecto del estado actual de la política, pero la diferencia es que los partidos políticos deben rendir cuenta ante sus respectivas orgánicas internas, en cambio, los independientes deciden y votan según la ocasión y no tienen que rendirle cuenta a nadie. A ello debemos agregar que  el ser calificado como independiente provee una cierta bondad que tiende a ser muy útil, en particular en tiempos en que los partidos políticos van a la baja. 

Debemos de reconocer que la situación para los partidos políticos es mucho más difícil. Debilitados, se ven obligados a unirse para conformar frentes de gobierno y de oposición, las reglas del juego han cambiado y cada vez importa menos la derecha y la izquierda. Antes había matices entre derecha e izquierda y había más de una expresión política difícil de encuadrar, hoy la tendencia es hacia el populismo.   

Frente a esto; ¿Qué nuevas normas debe habilitar el Proceso Constitucional para revertir esta situación? 

Desde ya podemos mencionar dos: 

1.-Una mejor relación entre los Partidos Políticos y las organizaciones sociales. En Europa es común que los partidos políticos tengan sindicatos asociados a éstos, y que puedan participar como afiliados en las elecciones internas de los partidos. “…el partido Laborista inglés permite que participen miembros afiliados; es decir, no militantes pero que tienen alguna afiliación al partido, debido a la pertenencia a alguna organización. En elecciones recientes del partido, los miembros afiliados han jugado un rol crucial. En 2015, participaron cerca de 422.000 personas, de las cuales alrededor de 70 mil fueron miembros afiliados; en tanto, en las de 2020, concurrieron cerca de 490.000 personas, 76 mil de ellos no militantes. Es decir, dichos comicios atrajeron a un número relevante de personas que no militan activamente, los que perfectamente podrían cambiar el resultado de una elección”.

2.-Reformar la Ley Orgánica Constitucional de partidos Políticos en orden a que ésta reconozca a las coaliciones políticas y no sólo a los a los pactos electorales. Ello implicaría que legalmente se  les debe exigir a las coaliciones políticas que cuenten con un programa registrado ante SERVEL, al cual los partidos políticos adhieren, obligándose a permanecer en la coalición por el tiempo que fije la LOC de Partidos Políticos. Debiendo además participar como coalición  en todas las elecciones de representación popular durante ese periodo. 

Ambas medidas fortalecen a los partidos políticos y a  nuestra democracia. A ello debemos agregar un rol preponderante de control por parte de la ciudadanía. Ser ciudadano es un deber que no empieza y termina con el voto. Debemos estar informados, votar y  monitorear las acciones de los gobiernos locales y nacionales.  Quizás el área más deficitaria sea la conexión de los partidos con la ciudadanía, razón por la cual, debemos  crear y fortalecer mecanismos de intermediación, de canalización de las demandas y de vigilancia social.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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