
La crisis del frente amplio: cuando todos son culpables nadie lo es
La crisis experimentada al interior al interior de la coalición debido al caso en que gira en torno a la fundación Democracia Viva ha generado una suerte de mea culpa colectiva en sectores específicos. Este comportamiento resulta catastrófico no solo para el devenir de la coalición, sino que para el futuro de las instituciones.
En su ensayo Sobre la Violencia, Hannah Arendt diagnosticó de forma brillante que en un mundo en donde todos son culpables nadie lo es. La culpa colectiva es la mejor herramienta para salvaguardarse en contra de la búsqueda de eventuales culpables y encontrar responsables de los crímenes cometidos. Una de las principales preocupaciones de la teórica alemana fue precisamente la de explorar las circunstancias y posibilidades dentro de las que la justicia se podía impartir en Alemania post 1945. Quiénes fueron los culpables fue una de las principales interrogantes que intentó responder desde su aguda pluma. El argumento —lectura necesaria para estos tiempos —esgrimido por la brillante teórica alemana cae de cajón para evaluar el momento político en el que se encuentra el Frente Amplio.
La crisis experimentada al interior al interior de la coalición debido al caso en que gira en torno a la fundación Democracia Viva ha generado una suerte de mea culpa colectiva en sectores específicos. Este comportamiento resulta catastrófico no solo para el devenir de la coalición, sino que para el futuro de las instituciones. La búsqueda de justicia representa un imperativo, en momentos en que la estabilidad institucional pende de un hilo en términos de legitimidad frente a la sociedad civil. Una de las causas del malestar social (solo por mencionar una) que decantó en el estallido social fue precisamente el colapso de la institucionalidad jurídica y la sensación de falta de justicia frente a la corrupción política experimentada en el pasado.
La idea de que “todos eran culpables” de corrupción en épocas pretéritas operó como un salvoconducto frente al sistema judicial. No cabe duda de que esta no es la causa de impunidad, pero en términos narrativos permitió difuminar las siluetas de los principales responsables de corrupción política en la historia reciente de Chile. La responsabilidad de las acciones cometidas no debiese ser representadas como una cuestión generalizada, puesto que cuando todos son culpables nadie lo es. La impunidad del pasado respondió, precisamente, a esta clase de vicios, a la posibilidad de desdibujar los contornos de los rostros de los responsables de la corrupción. Esto representa un peligro para el momento político en el que el gobierno se encuentra navegando. Navegar en contra esta clase de generalizaciones (que al Frente Amplio le encantó realizar, a destajo) resulta elemental para fomentar una sensación de justicia y que podamos restaurar una legitimidad que se ha ido diluyendo en estos tiempos aciagos.
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