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Cumbre UE-CELAC: recrear las confianzas Opinión

Cumbre UE-CELAC: recrear las confianzas

Pierre Lebret
Por : Pierre Lebret Cientista político, experto en asuntos latinoamericanos, magister en cooperación y relaciones internacionales (Paris III), ex funcionario de la Agencia Chilena de Cooperación Internacional para el Desarrollo y ex consultor de la Cepal. Actualmente trabaja en una ONG para asuntos humanitarios.
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La Unión Europea debe entender que la graduación (dejar de recibir cooperación para el desarrollo) de los países de renta media y de renta media alta es un error. Hoy todos somos países en desarrollo, todos enfrentamos desafíos globales como el cambio climático que afecta gravemente a nuestros pueblos. Latinoamérica aún necesita ayuda y cooperación para avanzar hacia mayor igualdad. Los nuevos instrumentos de cooperación para la transición ecológica como el Global Gateway no deben opacar otros esfuerzos para promover la justicia social en nuestra región. No se puede luchar contra el cambio climático si la desigualdad, la pobreza y el hambre siguen siendo un denominador común en nuestros países.


Estamos a pocos días de la Cumbre UE-CELAC tras ocho años de estancamiento en el diálogo político birregional. Las jefas y jefes de Estado y de gobierno deben darle el justo impulso para que ese mecanismo sea sostenible. En un mundo donde la inestabilidad crece, donde los sistemas democráticos se ven cuestionados, es más necesario que nunca que el diálogo y la cooperación se vean fortalecidos.

Hay responsabilidades compartidas en ese estancamiento de las relaciones. Una falta de interés por parte de la Unión Europea por los asuntos latinoamericanos, la paralización de la integración y la sobre ideologización de las relaciones entre los países latinoamericanos en materia de integración, el law fare, las fracturas políticas entre los países de la región y la polarización que la situación venezolana pudo provocar.

Esta cumbre debe permitir recrear las confianzas. Para ello, los países de la Unión Europea deben comprender mejor la situación de Latinoamérica y el Caribe, y del Sur global más ampliamente.

Tras la pandemia, quedaron aún más visibles las debilidades de nuestra región en los sistemas de salud y los servicios públicos, con arcas fiscales disminuidas. El impacto de guerra en Ucrania con una inflación que exacerba las vulnerabilidades de las poblaciones.

Además, las fracturas estructurales no fueron superadas en Latinoamérica. La dependencia a los recursos naturales, las debilidades en las instituciones y de gobernanza, la baja taza de comercio intrarregional – siendo Centroamérica la subregión más activa en ese sentido -, una baja productividad, Estados con una débil capacidad fiscal que no permite reducir la desigualdad y elites que no se acuerdan para establecer reformas tributarias necesarias para avanzar en ese sentido.

Esta cumbre debe ser la base para recrear confianzas. Por una parte Latinoamérica debe trabajar para constituirse como bloque, para que otras regiones vean en la región un interlocutor sólido y valido en la escena multilateral. Eso le será útil también para tener un mayor peso en las negociaciones internacionales, por ejemplo para exigir una profunda reforma del sistema financiero global. Latinoamérica debe también desideologizar sus esfuerzos en materia de integración para superar problemas históricos.

Por otro lado, la Unión Europea debe entender que la graduación (dejar de recibir cooperación para el desarrollo) de los países de renta media y de renta media alta es un error. Hoy todos somos países en desarrollo, todos enfrentamos desafíos globales como el cambio climático que afecta gravemente a nuestros pueblos. Latinoamérica aún necesita ayuda y cooperación para avanzar hacia mayor igualdad.

Los nuevos instrumentos de cooperación para la transición ecológica como el Global Gateway no deben opacar otros esfuerzos para promover la justicia social en nuestra región. No se puede luchar contra el cambio climático si la desigualdad, la pobreza y el hambre siguen siendo un denominador común en nuestros países. Chile ha sido un ejemplo en ese sentido, junto a la CEPAL y otros países de la región desde el año 2017, en defender la necesidad de una cooperación continua con todos los países latinoamericanos.

Las potencias o regiones como la UE también deben ver a Latinoamérica como un socio y no como un nuevo El Dorado, que también requiere de procesos de industrialización. La CEPAL sugiere a los Estados latinoamericanos avanzar hacia una política industrial y de innovación “orientadas por misiones”. Es decir, determinar una gama de resultados sociales y medioambientales que podrían ser alcanzados gracias al desarrollo de nuevas tecnologías innovadoras.

Otra dimensión clave es la integración regional. Es esencial que la UE apoye los esfuerzos de integración regional, por una parte para apoyar los esfuerzos de desarrollo de Latinoamérica y por otro lado para reforzar los regionalismos que serán claves para el multilateralismo. En ese sentido, el Grupo de Puebla, recomienda que se realicen misiones de integración entre ambas regiones, dada la experiencia europea en la materia.

Los esfuerzos de integración deben ser impulsados de la mano de la sociedad civil, para que la igualdad de genero, los derechos humanos y la protección del medioambiente sean las bases para la cooperación birregional.

Cuando fuerzas iliberales están en constante aumento en ambas regiones, cuidemos nuestros valores comunes. Pero la horizontalidad en nuestras relaciones es esencial para seguir adelante, alejada de las lógicas Norte-Sur.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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