
Cuando el poder es solo para mí
El poder egoísta avanza, porque dejamos una carretera abierta para que transite y se consolide “legítimamente” sin nuestro respaldo o garantías. . Por tanto, algo no estamos haciendo bien. Cuando es sólo para mí, es porque hay algo que cambiar. “El egoísta se ama a sí mismo, sin rivales” (Cicerón).
Soy chileno y vivo en el exterior hace ya siete años, y aún no me desconecto de la realidad cotidiana de nuestro país. Así que todos los días me pongo en contacto con las noticias de Chile. Lastimosamente, siendo honesto, me consume evidenciar cómo en forma voraz y sin contemplación -ni pudor muchas veces- el poder, en su diversidad de manifestaciones (político, económico, cultural, etc.), fragiliza el conjunto de los gatilladores que hacen que una sociedad avance y se desarrolle en forma democrática y participativa a lo largo del tiempo.
Cuando veo que muchos alcaldes están enmarañados con la transparencia de sus corporaciones, que los diputados suben sus salarios con gran naturalidad y sin vergüenza alguna, cuando la meritocracia resulta un chiste en el mundo público y privado, cuando algunos magistrados optan por un transporte de lujo (Lexus), cuando las fundaciones se transforman en pymes altamente rentables, cuando importantes abogados depravan el sistema legal y económico evitando el pago de impuestos… cuando todo eso ocurre, quedo atónito de ser testigo de cómo, en el silencio del poder y sus beneficios, avanza una codicia individualista exacerbada que, definitivamente, pervierte y no da tregua al anhelado fortalecimiento del bienestar colectivo.
A la vez, también me abruma entrever los procesos de colusión de las grandes empresas, como ejercicios cotidianos para desafiar la desesperanza aprendida del conjunto de los consumidores o advertir tristemente cómo se cierran las orillas de los lagos y se instala el clásico “Prohibido pasar”, siendo que eso no es legal. ¿Por qué algo que no es legal, como es cerrar las orillas (lagos, playas, etc.), sigue ocurriendo? ¿Por qué todo tiene perspectiva de embudo, es decir, ¡únicamente para mí!?
Por lo mismo, surge esta pregunta, ¿qué nos está pasando como sociedad que seguimos levantando “líderes” con talento nulo y creemos, con fe inmutable, en personalidades de dudoso vuelo (el hijo de, el sobrino de, el hermano de, el amigo de…), comediantes que sólo nos mantienen la esperanza desde un rincón abiertamente incrédulo?
¿Cómo haremos para elevar nuestro nivel de exigencias (y autoestima colectivo), con la clase política (porque definitivamente es una clase), con las autoridades del Estado (los tres poderes), con las empresas privadas y sus habituales promesas…? Me inquieta saber cómo hacer para vivirnos la vida de ciudadanos en forma consciente, digna y empoderada, sin sentirnos engañados y, por el contrario, desarrollar el olfato y comprender cuándo algo tiene o no tiene un real futuro ético.
En otras palabras, el poder avanza (y arrasa muchas veces) porque dejamos una carretera abierta para que este poder transite y se consolide “legítimamente” sin nuestro respaldo o garantías. Por tanto, algo no estamos haciendo bien, ya que el poder oficial, el clásico e histórico que ha gobernado nuestras vidas por siempre y que obviamente va más allá de lo político, nos mantiene muchas veces sobreviviendo, apenas respirando para así administrar una supuesta esperanza, desde un lienzo pintado hace ya mucho tiempo.
Cuando el poder es egoísta; sólo para mí, es porque hay algo que cambiar. “El egoísta se ama a sí mismo, sin rivales” (Cicerón).
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