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China, Chile y la CELAC Opinión

China, Chile y la CELAC

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Gabriel Gaspar
Por : Gabriel Gaspar Cientista político, exembajador de Chile y exsubsecretario de Defensa, FFAA y Guerra.
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Lo principal es asumir la realidad. Estamos en un momento no menor de desorden mundial y que nadie puede predecir cuándo ni cómo concluirá. En suma, estamos en un punto de inflexión, no solo para nuestra política exterior, sino también para examinar con realismo nuestro modelo de desarrollo.


La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) fue fundada en 2010. Es un espacio multilateral de integración que agrupa a la mayoría de los países del hemisferio, exceptuando a EE.UU. y Canadá. A diferencia de la OEA, que funciona en Washington D. C., la CELAC opera con una presidencia pro tempore que radica en el país elegido entre cumbre y cumbre.

Como sabemos, en la OEA no participan Cuba ni Venezuela, en la CELAC sí. CELAC es un espacio que se ha abierto a sostener diálogos con otros actores del planeta. Uno de ellos es el diálogo CELAC-Unión Europea, cuya próxima cumbre está planeada para fines de 2025 en Colombia. Otro importante diálogo es el que se lleva a cabo entre los países de la CELAC y China. La próxima reunión se efectuará este los días 13 y 14 de mayo en Beijing.

Este tipo de diálogos interregionales cobran especial relevancia en el complejo momento internacional que vivimos. En especial por la creciente preocupación de Washington D. C. por la presencia china en América Latina. El dragón asiático se ha convertido para muchos países, especialmente los sudamericanos, en uno de sus principales socios comerciales.

No solo eso, también las inversiones chinas han crecido en la región. Especialmente en infraestructura, como el moderno puerto de Chancay. localizado al norte de Lima. Otro frente de inquietud para Washington D. C. lo constituyen las inversiones y proyectos tecnológicos donde participen capitales chinos, léase cables de fibra óptica, manejo de redes y bases de datos, tecnología espacial, entre otros. Allí se enfrentan gigantes como Amazon, Google y Huawei.

Varios países sudamericanos le venden a China materias primas y alimentos por varios miles de millones de dólares: cobre, litio, hierro, soja, ganado, maíz, trigo, etc. A cambio, desde hace varios años, el mercado latinoamericano está inundado de productos de manufactura china. Por cierto, a Estados Unidos le preocupan en especial las ventas de armamento chino en América Latina, lo que en la actualidad ocurre en especial con Venezuela.

A su vez, Washington D. C. pone especial atención a los observatorios astronómicos chinos en el hemisferio sur, que en su opinión pueden servir también para fines militares. En esa mirada preocupa la estación de Neuquén, Argentina, así como el proyecto de observatorio planeado entre la Universidad de Antofagasta y capitales chinos.

En el caso de la relación bilateral, China y Chile han profundizado su relación comercial y en la actualidad exportamos productos por un valor aproximado a los 40 mil millones de dólares. La República Popular China se ha convertido en el primer socio comercial de Chile, por cierto, en el marco de una apuesta hecha hace décadas por nuestra diplomacia para diversificar nuestros mercados.

De este modo, Japón, Corea del Sur, Vietnam son también activos socios comerciales. Basta mirar la procedencia de buena parte del parque automotriz que circula en nuestras calles y los productos de alta tecnología que hoy están disponibles en el mercado local. Agreguemos que actualmente hacemos gestiones por abrirnos paso a los mercados de la India e Indonesia.

Choque de gigantes

Para nadie es un misterio que hoy en día vivimos los primeros capítulos de una guerra comercial. La Administración Trump ha concretado lo que prometió en campaña y ha desatado una ofensiva arancelaria con la cual aspira a recuperar posiciones en la economía global y, por cierto, reanimar la propia. La economía planetaria está en pleno proceso de reordenamiento.

Pero sería un error pensar que el conflicto global se agota en la economía y mucho menos en el comercio. Miremos Gaza y Ucrania, los principales focos de guerra hoy, y tomemos nota de Cachemira. Esos conflictos no se explican por aranceles.

Si quisiéramos hacer un paralelo histórico, quizás debiéramos remontarnos a la década de los 30 del siglo pasado, cuando la Liga de las Naciones mostraba todas sus insuficiencias, la economía global había sufrido la gran depresión y la emergencia de nuevas potencias (Alemania y Japón) desafiaba a los imperios coloniales (Inglaterra y Francia), mientras que EE.UU. disfrutaba de su aislacionismo junto a su férreo control de la Cuenca del Caribe.

 Que se venía un choque grande lo demostró la guerra civil española (1936-1939), ocasión en la cual las principales potencias participaron activamente ensayando armamento, maniobras, actualizando doctrinas y capacidades de movilización y alistamiento.

¿Y Chile? ¿Qué hacer?

Lo principal es asumir la realidad. Seguidamente, entender que estamos en un momento no menor de desorden mundial y que nadie puede predecir cuánto durará ni menos cómo concluirá. En suma, estamos en un punto de inflexión, no solo para nuestra política exterior sino también para examinar con realismo nuestro modelo de desarrollo y, con todo ello, definir las bases de nuestra seguridad nacional.

La participación en la próxima cumbre entre la CELAC y China será un buen escenario para medir el nivel del diálogo regional. Invita a escuchar con atención y a dialogar mucho. En mandarín, en inglés, en español y en portugués. Quizás lo más prudente sea –y no solo con ocasión de esta reunión– que desarrollásemos consultas con aquellos países hermanos con los cuales compartimos en gran parte esta realidad, de ser grandes socios comerciales con China, a la vez que mantenemos buenas relaciones con Estados Unidos. Es el caso, entre otros, de Brasil, Argentina y Perú.

El tema de fondo es el mismo: qué hacemos ante esta reorganización del poder y la economía a escala planetaria. Por cierto, no es un tema exclusivamente de economistas, es también político-estratégico. Requiere reflexionar con óptica de Estado, mirando el largo plazo, guiados por el interés nacional de Chile.

Obviamente, ello supone trascender la contingencia, en especial ese clima de dispersión doméstica, plagado a ratos de escándalos, confrontaciones menores, acusaciones constitucionales y farándula que domina a menudo a los medios y al debate de las élites. A su vez, pensar en Chile y su futuro nos ayudaría a ordenar la casa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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