
Educación y memoria para un país en contexto multiamenaza
El gran desafío hoy es avanzar hacia la Reducción del Riesgo de Desastres (RRD). Entonces es fundamental la prevención, ya que sin ella el país solo responde a emergencias constantes, pero también la mitigación, que permite tomar acciones.
Chile es un país en contexto de multiamenaza mayoritariamente de origen natural: terremotos, tsunamis y erupciones volcánicas, entre otras. Y ante el cambio climático, además, está más expuesto a fenómenos como aluviones, inundaciones, incendios forestales, etc. Por lo mismo y sobre todo desde el siglo XIX, la ciencia y el Estado han trabajado en conjunto para mejorar la respuesta del país a estas amenazas enfocadas en un principio a riesgos geológicos, como los terremotos.
Los terremotos y tsunamis de 2010 y 2015, sumados a la ocurrencia de otros eventos –como aluviones, incendios forestales y erupciones–, en distintos territorios a la vez, fueron un punto de inflexión para Chile, ya que propiciaron la creación de nuevos centros interdisciplinares y grupos de investigación colaborativa, que complementan la tradición científico-técnica que venía ya forjándose principalmente desde la sismología, arquitectura, geografía y geología.
El avance hacia una investigación interdisciplinar más amplia ha permitido abordar la Gestión del Riesgo de Desastres desde la perspectiva de la reducción y, desde una dimensión más rica, ya que se incorporan más disciplinas de las ciencias sociales, ciencias humanas y del territorio. Producto de este trabajo colaborativo de la ciencia y el Estado, nuestro país cuenta con una red nacional de sismología y de monitoreo volcánico, entre otras capacidades institucionales, como la implementación de un Sistema Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (SINAPRED), que consagra una política nacional y crea el Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (SENAPRED).
El gran desafío hoy es avanzar hacia la Reducción del Riesgo de Desastres (RRD). Entonces es fundamental la prevención, ya que sin ella el país solo responde a emergencias constantes, pero también es importante la mitigación, que permite tomar acciones para que, si se vuelve a producir algún evento, genere el menor impacto posible.
La memoria juega también un rol en la RRD y por eso conmemoramos el Día Nacional de la Memoria y la Educación de Desastres Socionaturales cada 22 de mayo, en recuerdo del terremoto y maremoto de 1960. Una sociedad que no tiene memoria sobre los desastres que ha sufrido, es una sociedad que no conoce ni sabe cómo enfrentarlos. En el caso chileno, la memoria comunitaria y local ha sostenido en los territorios las capacidades para enfrentar cada vez cada evento.
Si bien es cierto que ha estado presente en ello el Estado, en general hace muy poco tiempo que se ha desarrollado el enfoque de Reducción del Riesgo de Desastre, saliendo de los marcos que tendían a respuestas “emergencistas” y enfocándose de este modo en la prevención.
Tener memoria local es tener capacidad de enfrentar las amenazas, y la educación se construye sobre la base de esta memoria. La educación para la RRD debe planificarse pensando en la diversidad de grupos de personas, roles y comunidades que se requiere alcanzar para este tipo de conocimiento, es decir, distintos niveles y públicos. Existe una preparación muy específica y técnica para aquellas personas que trabajan en primera línea de emergencia y reconstrucción, y otra para aquellas que cumplen una función pública y que deben cumplir con el principio administrativo de la continuidad del servicio.
A esto se suma el conocimiento que debe llegar a las comunidades educativas (que incluye escuelas, docentes e instituciones de educación superior), a las familias, organizaciones de la sociedad civil y juntas de vecinos, entre otras.
Esta educación y preparación debe incluir el conocimiento ancestral y local de las comunidades que viven en territorios cuyas amenazas son muy distintas entre sí, y que cuentan ya con conciencia y herramientas para el cuidado del medioambiente. Al mismo tiempo, manejan mecanismos para enfrentar los problemas territoriales que les aquejan. Todas estas comunidades tienen conocimientos muy específicos y experiencias que, por cierto, nutren las posibilidades de alcanzar la Reducción del Riesgo de Desastres.
En este año de conmemoraciones de múltiples catástrofes –40 años del terremoto del 85 en Chile y en México; 40 años de la erupción del Nevado y la tragedia de Armero en Colombia; 15 años del 27-F y el terremoto de Haití; 10 años de los aluviones en Atacama; 10 años del terremoto y maremoto de Illapel; y 10 años de la erupción del volcán Calbuco–, debe hacernos reflexionar profundamente sobre la relevancia de memoria y de educación para la reducción del riesgo de desastres.
Que las universidades y los centros científicos puedan estar hoy trabajando directamente con las comunidades, ha permitido desarrollar una incipiente co-construcción del conocimiento con muchas más miradas del mismo fenómeno que muy probablemente van a alimentar mejores respuestas ante este contexto de policrisis y multiamenaza. Rescatar y mantener viva la memoria local y ancestral, reconocer los avances institucionales y científicos, son elementos que han sido trascendentales para los aprendizajes de nuestro país.
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