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Ucrania: el “cortafuegos” entre Europa y Rusia Opinión

Ucrania: el “cortafuegos” entre Europa y Rusia

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Alberto Rojas
Por : Alberto Rojas Director del Observatorio de Asuntos Internacionales, Facultad de Humanidades y Comunicaciones, Universidad Finis Terrae. @arojas_inter
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Si Ucrania cae, la amenaza no terminará allí. El olvido, en este caso, no es solo una injusticia: es un riesgo estratégico. Por eso, recordar lo que está pasando en la guerra de Ucrania no es una cuestión de solidaridad. Es una obligación política y moral.


Mientras el mundo dirigía su atención hacia Medio Oriente, atrapado en las últimas semanas en la escalada militar entre Israel e Irán, la guerra en Ucrania continuaba su curso, cada vez más violenta, pero fuera de foco. En la segunda quincena de junio, en paralelo a los ataques israelíes contra objetivos nucleares iraníes y las amenazas de Teherán de responder con fuerza, Rusia aprovechó el ruido geopolítico para intensificar su ofensiva sobre territorio ucraniano, especialmente en la capital, Kiev, y otras ciudades como Dnipró, Járkov y Odesa.

Durante esas noches -porque Rusia ataca, sobre todo, de noche-, la población ucraniana volvió a vivir bajo alarma constante. Solo en la madrugada del 17 de junio, 440 drones Shahed y 32 misiles de fabricación iraní -lanzados desde territorios ocupados y Rusia- sobrevolaron el centro del país. De ellos, 175 drones y 14 misiles atacaron directamente a Kiev. Y aunque algunos fueron derribados por los sistemas de defensa antiaérea, varios impactaron edificios residenciales y estaciones eléctricas, provocando al menos 28 muertos y más de un centenar de heridos.

El 24 de junio, otro ataque nocturno sobre Dnipró alcanzó una escuela primaria, un hospital y un bloque de departamentos. Las cifras preliminares indicaron 20 fallecidos y más de 270 personas heridas. El patrón es claro: no se trata de objetivos militares, sino de blancos civiles, con el propósito deliberado de aterrorizar y desgastar.

Fue precisamente en esos días que el presidente ruso Vladimir Putin, desde el Foro Económico de San Petersburgo, ofreció públicamente su “disposición” para mediar entre Israel e Irán, presentándose como garante de la paz y la estabilidad regional. El gesto -cinismo geopolítico en estado puro- fue rechazado de plano por el presidente Donald Trump, quien recibió una llamada directa de Putin. Según fuentes de su equipo, Trump agradeció el contacto, pero redirigió la conversación a lo que consideró el verdadero problema: la agresión rusa contra Ucrania. “Necesito que me ayudes con tu propio conflicto”, habría sido la respuesta informal de Trump.

Desde que Rusia inició la invasión de Ucrania, el 24 de febrero de 2022, este conflicto -el mayor en Europa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial- ha dejado casi 13 mil civiles muertos y cerca de 29.392 heridos en Ucrania, según la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos.

En este contexto, a pesar de que el presidente Volodímir Zelenski no participó oficialmente en las conversaciones de la reciente cumbre de la OTAN en La Haya, su ausencia no impidió que el tema ucraniano estuviera entre las prioridades del encuentro. Los líderes de la Alianza reafirmaron su compromiso de largo plazo con Ucrania y reiteraron que su integración a la Unión Europea y, eventualmente, a la OTAN, es una cuestión de seguridad continental.

Rusia, sin embargo, se mantiene firme en su negativa de avanzar en cualquier proceso de paz creíble. Desde Moscú se insiste en el reconocimiento de los territorios ocupados en Donetsk, Lugansk, Zaporiyia, Jersón y Crimea, así como en el fin del apoyo militar occidental a Kiev, condiciones inaceptables para Ucrania. Mientras tanto, los ataques nocturnos continúan, semana tras semana, con un ritmo y una brutalidad que recuerdan que la guerra sigue activa, aunque el interés mediático se haya trasladado a otras regiones.

Kiev no solo resiste por su soberanía; resiste también como “cortafuegos” de Europa. Si Ucrania cae, la amenaza no terminará allí. El olvido, en este caso, no es solo una injusticia: es un riesgo estratégico. Por eso, recordar lo que está pasando en la guerra de Ucrania no es una cuestión de solidaridad. Es una obligación política y moral. Porque esta guerra -la que Rusia intenta invisibilizar bajo el manto de otros conflictos- sigue siendo, hoy, la principal amenaza al orden europeo. Y su desenlace definirá el equilibrio de este continente por décadas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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