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Si se genera tanta riqueza, ¿por qué hay tanta pobreza? Opinión

Si se genera tanta riqueza, ¿por qué hay tanta pobreza?

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Gonzalo Durán y Marco Kremerman
Por : Gonzalo Durán y Marco Kremerman Economistas de la Fundación SOL / @lafundacionsol
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Una expresión popular sintetiza el problema de la producción y distribución de recursos: “El chancho está mal pelado”.


De acuerdo con los datos del Fondo Monetario Internacional, el PIB per cápita de Chile ya sería superior a los US$ 30 mil ajustados por paridad de poder de compra. Con ello, el país es uno de los tres más ricos de América Latina. Es más, la Región de Antofagasta tendría un PIB per cápita similar al de Suiza.

En Chile se genera mucha riqueza, tanta que, según el reciente informe elaborado por Boston Consulting Group, unas 40 mil personas tienen un patrimonio de más de un millón de dólares estadounidenses. Y si hacemos un mapa de la extrema riqueza, veremos cómo les ha ido a los superricos, es decir, a quienes la revista estadounidense Forbes incluye en esta categoría por poseer un patrimonio de más de US$ 1.000 millones (en dinero local: más de un millón de millones de pesos chilenos). En esta lista aparecen apellidos como Luksic, Angelini, Matte, Paulmann y Ponce Lerou, entre otros. Estas familias se han enriquecido a una velocidad impresionante. Por ejemplo, el patrimonio de la familia Luksic (dueños del Banco de Chile, Canal 13, Antofagasta Minerals y otras empresas) se ha multiplicado por 13 desde 1996 hasta la fecha.

Y así, la riqueza se sigue concentrando en unas pocas manos. Según información de la base mundial de las desigualdades, en Chile el 1% más rico acumula el 49,8% de la riqueza total. En este indicador somos el país más desigual dentro del continente más desigual.

La gran contradicción de esto es que junto a este enorme cúmulo de riqueza en una minoría de la población, existen importantes niveles de pobreza en vastos sectores.

La semana pasada pudimos conocer las recomendaciones de la Comisión Asesora Presidencial para la Medición de la Pobreza. En cuanto a la pobreza por ingresos, que oficialmente llega a un 6,5% (año 2022, última medición) siguiendo la metodología usada por los distintos gobiernos desde 2013, la Comisión recomienda llevar a cabo un paquete de actualizaciones, las que si se aplican, la pobreza marcaría un 22,3% en 2022.

¿Por qué la pobreza sería un 22,3% y no un 6,5%? La comisión propone varios cambios, entre ellos: 1) eliminar el uso del llamado “alquiler imputado”, 2) actualizar la canasta básica de alimentos a patrones de consumo más contemporáneos y con criterios de calidad y 3) valorar los productos que consume la población más pobre de acuerdo con los precios efectivos incurridos en la compra y no asumiendo que se paga lo más barato.

Mención especial requiere el llamado alquiler imputado. La propuesta de eliminación es una buena noticia. La metodología oficial le atribuye a quienes son propietarios de vivienda un ingreso equivalente al costo que tiene un arriendo en el sector o manzana donde se emplaza la vivienda en cuestión. Esto se aplica tanto si se es propietario de la vivienda como si se está pagando el dividendo, o bien, si se ocupa la vivienda por cesión de familiares, por trabajo o en usufructo. Las distorsiones que genera este mecanismo se hacen evidentes con un ejemplo sencillo. Supongamos que una persona es propietaria de su vivienda o sigue pagándola mediante dividendos, que ya no tiene trabajo remunerado y que tiene 65 años. A esta persona se le imputa un ingreso equivalente a lo que se paga de arriendo en el lugar donde vive. Ese precio puede haber subido por especulación inmobiliaria o por la construcción de una estación de metro en la zona. Esta persona, que se acaba de jubilar, puede que, debido a los déficits del sistema de pensiones, no tenga actualmente dinero suficiente ni siquiera para comer, pero en las encuestas aparecerá con unos ingresos “por alquiler imputado” que pueden superar al monto establecido para la línea de pobreza correspondiente a la composición del hogar y se clasificará como “no pobre”. Tal y como se señala en el informe de síntesis de la Comisión: “Un caso extremo es el de alrededor de 24 mil hogares que no calificaban en situación de pobreza por ingresos en 2022 pese a no haber percibido ingresos monetarios en el mes de referencia de la medición, y a solo haber registrado ingresos por concepto del alquiler imputado”. La Comisión pone fin a esta práctica y propone dos líneas: una para propietarios y otra para arrendatarios.

Por otro lado, la actualización de la canasta básica de alimentos era necesaria y también el debate sobre su calidad bajo estándares de salud integral. En relación con esta actualización, es importante tener en cuenta que existe un avance, pero se utilizaron los patrones de consumo de hace casi 10 años atrás. La comisión decidió no utilizar la medición más reciente, tomada hacia el final de la pandemia, por considerar que estaba contaminada por los retiros y ayudas fiscales extraordinarias. Esa consideración puede ser razonable, sin embargo, es un hecho que los costos de la vida han subido desde entonces. De haberse actualizado a esos patrones de consumo, la pobreza sería aún más elevada.

De todos modos, con los distintos elementos técnicos y sociales considerados, la estimación de la pobreza se más que triplicó, y la nueva medición sin duda es más cercana a la situación realmente existente en el país: de considerables bolsones de pobreza.

Ahora bien, volviendo a lo inicial: si se genera tanta riqueza, ¿por qué hay tanta pobreza?

A este respecto, no podemos mirar ambos fenómenos como cuestiones separadas. Dicho de otro modo, todo apunta a que riqueza y pobreza son dos caras de una misma moneda.

En el contexto internacional, Chile forma parte del club de países ricos de la OCDE. Por su parte, el Banco Mundial clasifica al país en el grupo de ingresos altos desde hace más de una década. Uno de los problemas más graves no son los niveles de riqueza creados, sino que estos se producen en íntima conexión con cuestiones que suenan extemporáneas, pero que están plenamente vigentes, como la explotación y la privación económica. Una muestra de ello son los ingresos laborales sumergidos: el 50 % de las personas trabajadoras gana por su trabajo menos de $583.000 pesos líquidos. Esta situación se puede relacionar con la debilidad de los derechos colectivos laborales, como la negociación colectiva, y también con los problemas de inserción laboral. Estos últimos se recogen en el indicador de pobreza multidimensional. En este indicador, haciendo una simulación basada en las recomendaciones de la Comisión, la variable de calidad del empleo es la que presenta un mayor porcentaje de carencia (superior al 30 %) de todos los 20 indicadores.

Por lo pronto, el reconocimiento de que la pobreza no sería un 6,5% sino a lo menos un 22,3% pone en duda, nuevamente, el relato del éxito del modelo económico en Chile, e incluso de la forma capitalista que tenemos para resolver nuestras necesidades y obtener nuestros medios de vida. El problema, como podemos ver, es que no basta con crecer.

En octubre de 2019, se produjo un estallido social por este motivo, por los pies de barro de una sociedad tan desigual y en la que el trabajo de todos se transforma en la riqueza de unos pocos. Una expresión popular sintetiza el problema de la producción y distribución de recursos: “El chancho está mal pelado”. Este es, ciertamente, el caso de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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