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Cuando la luz reemplaza al cable: El desafío que Google lanza a Chile Opinión El sistema Lightbridge (Imagen: Google)

Cuando la luz reemplaza al cable: El desafío que Google lanza a Chile

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Jorge Atton
Por : Jorge Atton Ingeniero Electrónico y ex Subsecretario de Telecomunicaciones
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Chile necesita pasar del cortoplacismo regulatorio a una política pública digital estratégica, que no reaccione tarde ante cada disrupción tecnológica. La transformación digital no puede descansar solo en licitaciones espectrales y subsidios a operadores tradicionales.


Leo esta noticia y quede impactado: hace unos días un amigo me llamó para contarme su drama. Vive  en un tercer  piso de un edificio en el sector del Parque Forestal, con una linda vista sobre ese paisaje de árboles que refresca el centro de Santiago, y me cuenta que justo de la ventana del  dormitorio principal un operador de telefonía móvil instaló una antena, adosada al poste eléctrico, que queda literalmente a tres metros de su ventana.

Me preguntó si la radiación electromagnética le puede afectar. Le dije que obviamente hay un peligro, ya que la norma establece que son más de 15 metros, y que las mediciones que realiza Subtel son desde el suelo. Evidentemente, a menos de tres menos intuyo que la radiación es bastante mayor. Realizadas las mediciones de radiación electromagnéticas se demostró que estas estaban muy por encima de la norma, ante lo cual hizo las presentaciones a la autoridad regulatoria, pero todavía no recibe respuesta de esta ni menos de la empresa. Coincidentemente, los dueños de esta, que son extranjeros y son operadores estatales y monopolio en su país de origen (y que al parecer se quieren ir de Chile) no tienen por costumbre atender estos reclamos mundanos… y aquí viene la paradoja:

En silencio, sin grandes titulares en los medios locales, una noticia de carácter revolucionario se abre paso desde Silicon Valley: Google, a través de su división Taara de Alphabet, ha lanzado al mundo una nueva tecnología de conectividad basada en haces de luz, denominada Lightbridge. ¿Por qué deberíamos prestar atención a este anuncio en Chile? Porque lo que está en juego es el futuro de la conectividad, la competitividad del país y la sostenibilidad de nuestra industria de telecomunicaciones.

Obviamente mi amigo me comentó que si la Subtel no tiene el tiempo y las competencias para ayudarlo con la radiación electromagnética a tres metros de su almohada, tendrá que dormir en el sótano.

Eso no sucedería con Lightbrigde, que no requiere ni cables ni satélites. Opera con terminales ópticas del tamaño de un semáforo, que transmiten datos a velocidades de hasta 20 Gbps mediante haces de luz, alcanzando distancias de 20 kilómetros sin necesidad de soterrar fibra o lanzar satélites al espacio. En zonas urbanas densas, rurales aisladas o terrenos montañosos, la propuesta de Google promete ser más barata, más rápida de desplegar y más sostenible que cualquier alternativa actual.

Este no es solo un avance técnico: es una señal potente de hacia dónde va el mundo. Un mundo donde la infraestructura física como la fibra o los cables submarinos podría quedar relegada o complementada por tecnologías más livianas y flexibles. Y donde gigantes tecnológicos, sin ser operadores tradicionales, comienzan a ofrecer servicios de conectividad global, desafiando frontalmente a actores establecidos y a los marcos regulatorios de cada país.

El impacto para Chile: Un llamado a repensar la gobernanza digital

Chile, que alguna vez lideró en Latinoamérica en despliegue de fibra óptica y adopción temprana de 5G, hoy enfrenta un dilema. Las reglas actuales de nuestro ecosistema digital están diseñadas para un mundo de concesiones, postes, ductos y licencias de espectro. Pero, ¿cómo regularemos haces de luz entre edificios? ¿Cómo aplicaremos normas de interconexión a terminales ópticas privadas operadas por multinacionales digitales? ¿Estamos preparados para una desintermediación del modelo tradicional de telecomunicaciones?

La llegada de estas tecnologías debe obligar al país a abrir un debate profundo sobre la legislación y la institucionalidad que rige el entorno digital. Se requiere:

  • Una nueva Ley General de Telecomunicaciones, que no solo integre servicios satelitales y ópticos terrestres, sino que también redefina qué entendemos por infraestructura crítica en la era digital.
  • Un modelo de gobernanza convergente, que supere la actual fragmentación entre Subtel, el Consejo Nacional de Televisión, la Fiscalía Nacional Económica y los futuros reguladores de servicios digitales.
  • Reglas para plataformas globales que ofrecen servicios de conectividad, con criterios de transparencia, interoperabilidad, uso del espectro y contribución al ecosistema local.
  • Un fondo de innovación para nuevas tecnologías de conectividad, que fomente pruebas piloto en zonas rurales usando modelos como Lightbridge u otras soluciones híbridas
  • Para tranquilidad de mi amigo una entidad profesional y con los recursos para dar respuesta a los riesgos en la salud que puedan presentar estas y las actuales tecnologías en las personas.

No más parche sobre parche: Un cambio de visión

Chile necesita pasar del cortoplacismo regulatorio a una política pública digital estratégica, que no reaccione tarde ante cada disrupción tecnológica. La transformación digital no puede descansar solo en licitaciones espectrales y subsidios a operadores tradicionales. Es momento de reconocer que la conectividad ya no es solo una industria, sino un ecosistema multisectorial donde confluyen infraestructura, datos, contenidos y plataformas.

Google, Amazon, Starlink, AST SpaceMobile y otros actores están rediseñando el mapa de la conectividad mundial. Lo hacen con una lógica global, pero sus efectos son profundamente locales. Ignorarlo sería repetir los errores de industrias que subestimaron la llegada de disrupciones tecnológicas, y hoy luchan por sobrevivir.

La luz está llegando. ¿Estará Chile preparado para verla a tiempo?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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