
La guerra sucia (y “asquerosa”) en la derecha
Memes, tuits y videos comenzaron a invadir las redes sociales, mostrando a una candidata perdiendo los estribos, cometiendo errores –como el autogol de hablar de que los muertos eran inevitables en el golpe de Estado en una radio de derecha– y dejando largos espacios de silencio.
El primer video que ponía en duda la salud mental de Evelyn Matthei comenzó a circular hace cuatro meses. Difundido a través de la plataforma TikTok, el clip recogía diversas apariciones de la exalcaldesa en que se quedaba en blanco, respondía fuera de contexto o se confundía. ¿La autora? Tere Marinovic, exconvencional por Republicanos.
Por supuesto, el video despertó curiosidad en redes sociales y medios de comunicación, los que comenzaron a poner más atención en las presentaciones de la candidata. De a poco, los rumores y comentarios subterráneos fueron tomándose las conversaciones de sobremesa, hasta que una exposición en la Universidad Católica terminó por encender las alarmas del conglomerado de centroderecha.
No era la primera vez que la candidata se quedaba en blanco mientras exponía, por lo que, como una profecía autocumplida por Marinovic, en círculos empresariales y políticos comenzó a circular la especie de que estaba con estrés, junto a lo cual trascendió que un grupo de incumbentes del sector estaban pensando en reemplazarla. Un hecho no menor, considerando el drama que vivió Chile Vamos en 2013, cuando Longueira reemplazó a Golborne y luego Matthei tuvo que asumir de emergencia cuando Pablo Longueira renunció a la candidatura por problemas de salud mental.
Con la atención selectiva puesta en las actuaciones de Evelyn Matthei, lo que partió como un rumor se convirtió en un issue. Memes, tuits y videos comenzaron a invadir las redes sociales, mostrando a una candidata perdiendo los estribos, cometiendo errores –como el autogol de hablar de que los muertos eran inevitables en el golpe de Estado en una radio de derecha– y dejando largos espacios de silencio.
La pregunta es si estos problemas no son propios de una campaña presidencial larga y si, en el caso de que pusiéramos la misma atención y siguiéramos las 24 horas del día a alguien, no terminaríamos dudando de la salud mental de la mayoría de los candidatos a la Presidencia y el Parlamento en Chile.
Y mientras el tono de la estrategia de redes aumentaba, apuntando a poner en duda la capacidad cognitiva de la exalcaldesa, los errores no forzados en el comando agudizaban la crisis. Luego de dos largos años en que Evelyn se había mantenido en el primer lugar en las encuestas, de pronto comenzó a bajar de manera proporcional al aumento de Johannes Kaiser, primero, y José Antonio Kast, después.
Este dato es importante, porque la verdad es que la interpretación más simple y errónea en que podría caer el comando de Matthei y su entorno sería la de responsabilizar íntegramente del desplome de su candidata a la estrategia diseñada supuestamente por personas cercanas a Kast.
En parte eso es cierto, pero la designación de once voceros –y la renuncia de cinco de ellos dos semanas después–, la errática definición de la estrategia de marketing Evelyn vs. Matthei, la ausencia por meses de un jefe de campaña, los zigzagueos en el relato y los errores no forzados de contenido de la propia abanderada, explican una parte importante de la caída en las encuestas. Sin duda, el exceso de confianza y el desgaste, producto de dos largos años de campaña, le pasaron la cuenta a Chile Vamos.
Lo que no puede desconocerse es que la percepción que se construye la población sobre un candidato envuelve todas las facetas de este o esta. Pero las dos más gravitantes son la sintonía emocional que logra establecer con la gente y la capacidad que creen que tiene para resolver los problemas que los aquejan. En el primer caso, Evelyn tiene un perfil muy similar al de Carolina Tohá. Se ven frías, lejanas, pese a los esfuerzos de mostrarlas haciendo completos al revés o preparando mayonesa. El contraste es Jeannette Jara. Quienes creen que un discurso anticomunista puede dañar el feeling que ella logra con la gente, no entienden nada de lo que ha pasado en estos últimos seis años en Chile.
Respecto de la capacidad para resolver la delincuencia, migración ilegal, crecimiento, salud, educación, etc., las personas necesitan confiar y tener seguridad en quien está haciendo la oferta al país. Y, por supuesto, el instalar una duda sobre la salud mental de alguien es un verdadero misil. Tan directos han sido los mensajes que circulan en redes, que comparan a Matthei con Biden y todos sabemos cómo terminó esa historia.
La campaña truculenta fue denunciada por el programa Punto por Punto de El Mostrador y luego por el newsletter +Política de este mismo medio, para después ser refrendada por la candidata Matthei.
Por cierto, estamos hablando de una guerra sucia que puede tener efectos estructurales en nuestra política. Recordemos que en EE.UU. el uso turbio de las RRSS y fake news durante la campaña de Trump I cambió para siempre las reglas del juego en un país que se ufanaba de su sistema democrático. Pero además del daño a las personas –hoy Evelyn, mañana cualquier político–, la grave acusación hacia el entorno de Kast hace totalmente imposible cualquier tipo de apoyo cruzado en segunda vuelta en la derecha. Esto puede significar un cambio importante en el tablero político del sector poselecciones.
Una muestra final de los errores estratégicos y tácticos cometidos por la campaña de la exalcaldesa fue la manera en que salieron a reafirmar la denuncia periodística. No sé quién toma las decisiones comunicacionales de la candidata pero, sin duda, el que ella actuara de vocera constituyó un error incomprensible para el nivel de asesores que debe tener ese comando.
Evelyn Matthei se refirió a una campaña “asquerosa”, explicitando que se decía que ella padecía de alzhéimer. Bastaba con que un tercero señalara que se estaban incluyendo falsedades que afectaban gravemente la imagen de la candidata para provocarle un daño. Por supuesto, ese día los autores de esta guerra sucia deben haber sentido logrado su objetivo.
No hay nada peor, en términos de la puesta en escena, que sea la propia persona acusada de algo quien se haga cargo de vincular su imagen a un diagnóstico que tiene una connotación que no requiere explicaciones, porque, como usted y yo sabemos, la mayoría de las personas –en esta sociedad de la inmediatez, el mensaje breve y la captura superficial de la información– se queda con una fracción menor de lo que escuchó.
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