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El poder de acoger y la necesidad de que como sociedad nos sumemos Opinión Imagen referencial

El poder de acoger y la necesidad de que como sociedad nos sumemos

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Jorge Rizik Mulet
Por : Jorge Rizik Mulet Papá de acogida
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Escribo estas líneas para animarlos, aunque parezca contradictorio. Animarlos a construir juntos una sociedad de acogida.


Decidir acoger no fue un acto planificado ni lleno de certezas. Junto a mi compañera y mi hija, dimos el paso para ser familia de acogida con más preguntas que respuestas, empujados por la convicción de que, a veces, lo necesario se impone más allá de cualquier temor. Nos inscribimos en una charla virtual del Servicio Mejor Niñez, muy mala, pero igual nos inscribimos para evaluarnos y comenzamos estos cuatro años de camino. El programa de selección y formación nos preparó en la teoría, pero nunca en el rigor de lo real.

Lo que hemos vivido desde entonces es una historia cargada de amor y estabilidad, con una pequeña que crece feliz y sanamente a pesar de estar todo teñido de incertidumbre. Vamos por parte. 

La toma de decisiones en casos de niños y niñas que han visto vulnerados sus derechos y cuentan con medidas de protección suele ser muy lenta, lo que afecta directamente a los menores. Los tribunales, más allá de lo discursivo, no parecen ser conscientes de que cada decisión impacta en la vida de los niños, y sus tiempos no se sincronizan con el desarrollo de los pequeños a quienes buscan otorgar justicia.

Pasa algo más dramático con la figura del curador ad litem, aunque establecida por la ley para proteger el interés superior del niño, resulta insuficiente en la práctica debido a la falta de estandarización y supervisión, dejando a los menores en situación de desprotección. En nuestro caso, conocimos a la curadora dos meses después de iniciar el acogimiento, pero no supimos de ella nuevamente hasta ocho horas antes de una audiencia importante, dos años y medio después, cuando envió un audio de WhatsApp preguntando cómo estaba su representada.

¿Cómo hemos hecho con la salud? Pasamos por hospitales y Cesfam como la mayoría. En general, para controles rutinarios funciona bien, el problema son las urgencias o patologías más complejas. En particular, el problema era que su RUT no estaba asociado a ningún adulto, por lo que no le podían vender bonos de FONASA. Inicialmente, resolvimos esto pagando de manera particular, pero no somos personas ricas y no hay bolsillo que aguante. Primero nos acercamos al sistema privado y recibimos el portazo de las isapres. Nos exigían asegurar el pago por dos años, y al decirles que no sabíamos si estaría con nosotros dos años, se excusaron, plantearon más problemas y gentilmente nos cerraron la puerta.

Sin miedo, fuimos al sistema público y la tratamos de inscribir como carga nuestra en FONASA. Por supuesto, la categoría no existía para el trámite y la solicitud la debía revisar alguien en algún misterioso lugar. Hacer el trámite demoró un año y medio y se destrabó gracias a la jefa de una sucursal que empatizó con el caso y lo tomó como propio. Antes de eso, jugué al “compra huevo” y conversé con cada instancia del IPS.

Los años han pasado, se termina el jardín y pronto comenzará su etapa escolar. En familia, decidimos sondear colegios particulares para tenerlos como alternativas. Llamamos a reputados establecimientos capitalinos, donde han estudiado presidentes, hablan varios idiomas y sus egresados los ponen hasta en sus currículums vitae. El resultado fue un desastre. No existía una categoría para nuestro tipo de familia, llamé a muchos y sólo encontré palabras de buena crianza para decir que no.

No se desanimen, apareció un director y un colegio que se interesó por saber de qué se trataba nuestro proceso familiar y nos abrió las puertas de par en par. Ofreciendo todo el apoyo, la competencia y las facilidades tanto a nosotros como al Servicio Mejor Niñez para con el cado.

Escribo estas líneas para animarlos, aunque parezca contradictorio. Animarlos a construir juntos una sociedad de acogida. Animarlos porque acoger no se trata simplemente de abrir las puertas de nuestros hogares. Se trata de comprender que entre todos cooperamos para reparar, sanar y transformar la vida de esas niñas y niños. Intentemos siempre ser buenos vecinos, buenos caseros, buenos médicos, abogados, profesores, parvularios, etc. Siendo humanos.

Por nuestra parte, esperaremos el profundo amor de estos cuidados te sostenga siempre.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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