
Violencia escolar: un llamado urgente a actuar en conjunto
La violencia escolar no se erradica con sanciones aisladas ni con discursos bien intencionados.
Durante las últimas semanas, hemos sido testigos de un preocupante aumento de episodios de violencia escolar en Santiago y en distintas regiones del país. Imágenes de enfrentamientos entre estudiantes, agresiones verbales y físicas hacia profesores e incluso destrozos en establecimientos educacionales han encendido una alarma que no podemos silenciar. La violencia dejó de ser un hecho aislado para transformarse en un problema estructural que amenaza la convivencia y el aprendizaje.
Ante este escenario, el Ministerio de Educación ha anunciado una jornada especial contra la violencia escolar. La dirección es la correcta, pues abre espacios de diálogo, reflexión y compromiso entre estudiantes, docentes y comunidades educativas. Sin embargo, una actividad puntual no basta: enfrentar este desafío requiere de un trabajo sistemático y sostenido a lo largo del tiempo.
La violencia en las aulas no surge de la nada. Se alimenta de factores múltiples: Tensiones sociales, problemas familiares, carencia de límites claros, uso excesivo de redes sociales sin mediación adulta y una cultura que muchas veces normaliza la agresión. Por eso, superarla exige un esfuerzo conjunto y permanente entre todos los actores involucrados.
El rol de las familias es clave. Los padres y apoderados no pueden delegar completamente la formación valórica y el desarrollo socioemocional en los colegios. Conversar con los hijos, enseñarles a manejar sus frustraciones, establecer límites y dar el ejemplo en el trato respetuoso son acciones fundamentales.
Las direcciones y equipos docentes, por su parte, deben implementar protocolos claros para prevenir y abordar la violencia, formar a los profesores en resolución pacífica de conflictos y fomentar una cultura escolar basada en el respeto y la empatía. Asimismo, es vital ofrecer apoyo psicológico oportuno a estudiantes que presenten conductas de riesgo o que hayan sido víctimas de agresiones.
La violencia escolar no se erradica con sanciones aisladas ni con discursos bien intencionados. Se combate con educación en valores, con presencia y compromiso de las familias, con escuelas que promuevan la participación y el sentido de pertenencia, y con una sociedad que no tolere la agresión como forma de relacionarse.
La jornada especial contra la violencia puede ser un primer paso, pero el verdadero cambio se logrará solo si mantenemos el compromiso más allá de un día. La convivencia escolar debe trabajarse todos los días, en cada sala de clases y en cada hogar. Si como país logramos que el respeto se viva y se practique dentro y fuera de la escuela, estaremos formando no solo mejores estudiantes, sino también mejores ciudadanos.
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