Publicidad
Por qué José Antonio Kast no debiera ser Presidente de Chile Opinión Archivo

Por qué José Antonio Kast no debiera ser Presidente de Chile

Publicidad
Carlos Huneeus Madge
Por : Carlos Huneeus Madge Abogado. Director del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (CERC).
Ver Más

El país enfrenta problemas complejos y apremiantes, la mayoría de los cuales son defectos estructurales de los sistemas político y económico, que precisan de un amplio acuerdo nacional para resolverlos. No es tarea para un líder de derecha radical populista.


Todas las encuestas muestran a José Antonio Kast con las mejores posibilidades para ganar la elección. Si esto ocurriese, el cambio de Gobierno en marzo de 2026 sería muy diferente a los anteriores, porque asumiría la Presidencia un político que se integraría a los países con gobernantes de partidos de derecha radical, como EE.UU., Hungría, Italia, El Salvador y Argentina.

Esta posibilidad abre dos interrogantes. La primera es histórica: ¿cómo fue posible llegar a esta coyuntura política al final de un Gobierno de izquierda, el del Presidente Gabriel Boric (Frente Amplio, PC y “Socialismo Democrático”)? Esta coyuntura debe analizarse en un contexto más amplio, después de cuatro gobiernos sucesivos de “centroizquierda” (“Socialismo Democrático” y PDC entre 1990 y 2010) y dos gobiernos de izquierda, con la participación del PC: la segunda administración de Michelle Bachelet (2014-2018) y la actual. La derecha ha estado solo en los dos períodos de Sebastián Piñera (2010-2014 y 2018-2022).

La segunda es sobre el futuro: ¿cómo sería el proceso político y económico ante un eventual Gobierno de Kast?

En esta columna, me concentraré en la segunda pregunta; la primera la analizaré en una posterior columna, pues plantea otras interrogantes referidas a los legados de los gobiernos después de la dictadura.

Una competencia política con dos derechas

Por primera vez en la historia del país la derecha tiene tres candidatos a la elección presidencial de noviembre: José Antonio Kast, del Partido Republicano; Evelyn Matthei, de la coalición Chile Vamos, integrada por los partidos tradicionales del sector (RN, UDI y Evópoli), y Johannes Kaiser, del Partido Nacional Libertario (PNL). Los partidos de Kast y Kaiser, junto al Partido Social Cristiano (PSC), presentan una lista parlamentaria única, tras negarse a una lista unitaria con Chile Vamos. Ni siquiera en los distritos pequeños, donde se disputan dos escaños, aceptaron un pacto por omisión para favorecer a la oposición y conseguir mayoría en ambas Cámaras.

Hay diferencias fundamentales entre republicanos, el PNL, el PSC y los partidos de Chile Vamos. Los tres primeros representan una derecha radical, que relativiza instituciones básicas de la democracia –la separación de poderes, el pluralismo y la tolerancia a la oposición–y adhiere a una representación política populista, distinta a la representación política democrática, que se articula a través de los partidos.

En otras palabras, este país tiene dos derechas, una radical y otra liberal-conservadora. También existen dos izquierdas, una radical y otra democrática.

La izquierda no es alternativa de Gobierno

Los partidos oficialistas quieren ganar la elección presidencial con Jeannette Jara (PC), elegida en la primaria del 26 de junio y así dar continuidad al Gobierno actual. Es un objetivo muy difícil de lograr. La administración de Boric tiene un desempeño mediocre y baja popularidad. Estos partidos no cuentan con respaldos para romper esta inercia.

En la primaria presidencial movilizaron al 9% del electorado, tres puntos menos que en la de 2021. La candidata del Socialismo Democrático, Carolina Tohá (PPD), obtuvo un 28% y fue derrotada en forma aplastante por Jara, que llegó al 60%; el diputado Gonzalo Winter, del FA, obtuvo solo un 9%.

Además, desde las elecciones de 2009 ningún Presidente le ha entregado la banda a un candidato de su coalición; al contrario, siempre lo ha sucedido un opositor.

Por añadidura, Jara no tiene ninguna posibilidad de ganar en segunda vuelta, sea contra Kast o contra Matthei, según los sondeos. Tendría que romper esa tendencia y convertirse en la primera Presidenta comunista en el mundo elegida en elecciones libres.

En consecuencia, la candidatura de las dos derechas se decidirá en la primera vuelta.

Qué significa un Gobierno de derecha radical

Los partidos de Chile Vamos adhieren a una representación política democrática porque valoran el pluralismo, la alternancia de los gobiernos, el papel de la oposición, así como la negociación y el compromiso. Su candidata presidencial, Matthei, posee una extensa biografía política y ha sido diputada, senadora, exministra de Estado y alcaldesa.

Los gobiernos de derecha radical han restringido severamente las reglas de la democracia representativa, han empleado amenazas y mentiras para ganar popularidad y aplastar a la oposición, han controlado los medios de comunicación y se han propuesto mantenerse en el poder.

Incluso antes lo intentó Donald Trump, sin éxito. En la elección presidencial de 2020 desconoció su derrota y alentó a sus partidarios, que asaltaron violentamente el Capitolio para impedir la asunción de Joe Biden, con muertos y decenas de heridos. Volvió a la Casa Blanca en 2025, con políticas aun más radicales contra las instituciones democráticas, expulsando migrantes e impulsando una guerra comercial de alcance mundial.

Preside un Gobierno de “emergencia”, pues ha movilizado la Guardia Nacional para expulsar a decenas de miles de migrantes, atropellando la autoridad de gobernadores y alcaldes opositores.

Otro mandatario de derecha radical, Jair Bolsonaro, presidente del Brasil entre 2019 y 2023, desconoció su derrota en la reelección de 2022 y está acusado ante la Justicia por intentar dar un golpe de Estado.

Nayib Bukele, presidente de El Salvador, impulsa políticas populistas, controla el Congreso, el Poder Judicial y los medios de comunicación. Para combatir la delincuencia encarceló a decenas de miles de supuestos delincuentes en megacárceles, lo que le ha conseguido una popularidad extrema y la admiración de Trump.

Riesgos e incertidumbre de un Gobierno de Kast

La probabilidad de que Kast llegue la Moneda crea incertidumbre sobre el futuro de Chile. A dos meses de la elección no conocemos su programa de gobierno; carece de un equipo de políticos de carrera y profesionales prestigiosos –abogados, economistas, profesionales de la salud, etc.– que formarían su futuro gabinete.

En una entrevista en El Mercurio, el 31 de julio, Kast rompió el silencio mantenido durante la campaña presidencial, explicó los objetivos generales de su posible Gobierno e insinuó sus políticas prioritarias. Pero no despejó las incertidumbres, sino que las agravó.

Dijo: “La situación es tan crítica que nosotros definimos que el próximo Gobierno debiera ser uno de emergencia. No hay espacio para las disputas políticas, para debates en áreas que son legítimas”.

¿Qué quiere decir cuando afirma que en su Gobierno “no hay espacio para las disputas políticas”? Un Gobierno de “emergencia” suspende los derechos políticos y restringe drásticamente el espacio de la oposición. Chile vivió en Estado de “emergencia” por largos años en un pasado no lejano, durante el cual “no (hubo) espacio para las disputas políticas”.

Al buscar ser Presidente “de emergencia”, Kast se propone controlar el Congreso con la elección de los candidatos a diputados y senadores que le apoyan. “Para eso no solamente necesitamos ganar la Presidencia, sino que ojalá tener mayoría en el Parlamento y convocar poselecciones a un Gobierno de unidad”.

No ha explicado qué medidas adoptará para disminuir la deuda pública. Afirmó poseer un plan de 18 meses para recortar el gasto en 6 mil millones de dólares. Pero no explicó cómo lo hará. Indicó que de los 700 programas de Gobierno “existen algunos que están duplicados”, sin decir cuáles serán eliminados. Como gobernará con “emergencia”, no se discutirá su cancelación, ni se escucharán las quejas de los afectados.

Más aún, promete echar atrás el acuerdo sobre pensiones alcanzado entre el Gobierno y la oposición, que fue valorado por el mercado, abriendo una incertidumbre que afectaría la economía. Sus propuestas en seguridad incentivarán la confrontación con el PC y FA.

Kast anticipa un estilo de liderazgo presidencial altamente personalista, concentrando la autoridad y el poder. ¿Tiene capacidades para ello? ¿Logrará el suficiente apoyo de la “derechita cobarde” para dar gobernabilidad?

El fracaso de Kast en el segundo proceso constituyente

No puede olvidarse que Kast tuvo una oportunidad histórica, su momento de gloria, para demostrar al país su capacidad de conducción. Y la despilfarró. En la elección del Consejo Constitucional de 2023, Republicanos fue el mayor partido, sobre el 30%, el más alto porcentaje desde las elecciones de 1989. Con Chile Vamos, tuvieron la mayoría como para redactar un anteproyecto de Carta Fundamental de consenso, y romper así la experiencia fracasada de la Convención Constitucional de 2021-2022, que dominó la izquierda, cuyo anteproyecto rechazó la ciudadanía en el plebiscito de 2022 por ser partisano y divisivo.

Sin embargo, Kast no tuvo el liderazgo como para persuadir a los consejeros republicanos que concordaran un anteproyecto constitucional de consenso, junto con Chile Vamos, el oficialismo y el PDC. Se aprobó un anteproyecto que fue un espejo del anteproyecto de la Convención, tan partisano y divisivo como aquel, y la ciudadanía lo rechazó en el plebiscito de 2023.

Chile está en una nueva coyuntura crítica extraordinariamente compleja, que requiere abordarse con certezas y seguridades, evitando la incertidumbre de un liderazgo fallido hace dos años. El país enfrenta problemas complejos y apremiantes, la mayoría de los cuales son defectos estructurales de los sistemas político y económico, que precisan de un amplio acuerdo nacional para resolverlos. No es tarea para un líder de derecha radical populista, que cree saber todo lo que el país necesita y poseer las capacidades apropiadas.

Hacia un sistema de partidos con fuerzas centrípetas

El actual sistema de partidos es de pluralismo polarizado, incongruente con la estabilidad democrática. No tiene un partido sólido de centro, que dio liderazgo al desarrollo político del país en el pasado con el PR y el PDC. Está dominado por fuerzas centrífugas antagónicas desde los dos polos opuestos: desde el polo extremo de la izquierda radical (PC y FA) y el polo de derecha radical (Republicanos) que empujan hacia una mayor polarización.

Un Gobierno de Kast acentuaría la polarización y conduciría a una confrontación entre ambos polos, aplastando las alternativas de centroizquierda y derecha democrática, lo cual conduciría a un severo retroceso democrático, de alcances imprevisibles.

En otras palabras, por el bien nacional, Kast no debiera ser el próximo Presidente. Ello  generaría un escenario de confrontación entre su Gobierno y las dos oposiciones, de izquierda radical y la de centroizquierda, aplastaría a la derecha democrática e impediría que emergiera una alternativa de centro, que dé liderazgo al proceso político con fuerzas centrípetas y configure un nuevo sistema múltiple de partidos. Este sería uno de pluralismo moderado, con un predominio de fuerzas centrípetas de hasta seis partidos (Sartori, 1976) que favorece la gobernabilidad, que puede configurarse a partir de la eventual victoria de Evelyn Matthei en primera vuelta.

Pero esta, hoy, se advierte lejana y muy difícil de conseguir en el escenario polarizado actual y, también, por los errores que cometió en la partida de la campaña, cuando encabezaba las encuestas, y optó por mimetizarse con la derecha radical.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

Inscríbete en nuestro Newsletter El Mostrador Opinión, No te pierdas las columnas de opinión más destacadas de la semana en tu correo. Todos los domingos a las 10am.

Publicidad