
Formar periodistas en tiempos de redes sociales y desinformación
El periodismo en esencia es un servicio público, y en tiempos donde los límites entre lo real y lo fabricado se difuminan con rapidez ese rol cobra un valor incalculable.
En el cambiante escenario de la comunicación contemporánea las universidades tenemos una responsabilidad crucial: formar periodistas que dominen las herramientas técnicas, pero a la vez comprendan la profundidad ética y social de su quehacer. Hoy, más que nunca, cuando la ciudadanía consume información en tiempo real a través de las redes sociales, es imperativo garantizar que quienes ejercen esta profesión lo hagan con un compromiso inquebrantable hacia la verdad.
Las plataformas digitales han democratizado el acceso a la información y también abierto la puerta a fenómenos preocupantes como las noticias falsas y la manipulación mediante bots. Durante los últimos años, investigaciones periodísticas han develado el cuestionable uso de cuentas automatizadas para distorsionar el debate público, situación que ha evidenciado la magnitud del desafío. Este tipo de trabajos nos recuerdan que la labor periodística no se limita a transmitir hechos, sino que implica develar estructuras ocultas que buscan alterar la percepción ciudadana.
En contextos electorales, donde las decisiones colectivas definen el rumbo de un país, la desinformación se vuelve un riesgo democrático. La ciudadanía merece estar informada de manera veraz, con datos sustentados y análisis que ayuden a comprender la complejidad de la realidad. Aquí radica la trascendencia de la formación académica: dotar a los futuros periodistas de las competencias necesarias para detectar, investigar y contrarrestar contenidos falsos o manipulados.
Tenemos la certeza que el periodismo de investigación, riguroso y responsable, sigue siendo un pilar fundamental. No basta con formar profesionales hábiles en la redacción o en el manejo de recursos digitales; es necesario cultivar un sentido crítico que les permita reconocer los mecanismos de la desinformación y, al mismo tiempo, generar narrativas confiables que fortalezcan la democracia.
Formar periodistas hoy significa enseñarles a navegar en un océano de información, distinguiendo las corrientes que arrastran ruido de aquellas que conducen a la verdad. Significa también que las universidades debemos ser laboratorios vivos de análisis de medios, donde se estudie con seriedad el impacto de las redes sociales, el rol de los algoritmos y las nuevas formas de interacción digital.
El periodismo en esencia es un servicio público, y en tiempos donde los límites entre lo real y lo fabricado se difuminan con rapidez ese rol cobra un valor incalculable. Formar a los profesionales de la comunicación representa cultivar guardianes de la verdad en una sociedad que necesita certezas.
La evolución de las comunicaciones nos desafía a no quedarnos atrás. Como institución, debemos seguir contribuyendo con investigación aplicada, proyectos académicos y reflexiones críticas que aporten a la discusión pública sobre la calidad de la información. Nuestro compromiso es claro: contribuir a la construcción de un periodismo íntegro, capaz de sostenerse en medio de la vorágine digital y de ofrecer a la ciudadanía lo que merece: información veraz, contextualizada y profundamente humana.
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