
¿Adónde va el Perú?
En el plano económico, tanto el Perú como Chile sostenemos un auspicioso intercambio comercial con la República Popular China, al punto que algunos señalan que los sudamericanos nos hemos constituido en una pieza fundamental de la seguridad alimentaria asiática.
En abril del 2026 los peruanos concurrirán a las urnas, pues concluye el periodo presidencial de Pedro Castillo, quien permanece en prisión, por lo cual fue reemplazado por su vicepresidenta, Dina Boluarte, quien –contra todos los pronósticos– logró mantenerse en el cargo hasta hoy y lo más probable es que termine su mandato.
Nuestro vecino del norte presenta un panorama multifacético. Por un lado, exhibe importantes logros, especialmente en el ámbito económico. En efecto, se prevé un crecimiento en torno al 3% este año, una baja inflación y, en general, un desempeño macroeconómico ordenado. En el concierto latinoamericano, el Perú mantiene una economía estable, en lo cual le corresponde un gran papel a la autonomía del Banco Central. Una contracara de esta estabilidad es la elevada tasa de informalidad (70%) que caracteriza a la economía peruana.
Sus principales desafíos se sitúan en el ámbito de la seguridad y en la fragmentación política que padece desde hace años. A las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias se presentan 43 partidos políticos (casi el doble de los que participaron en las anteriores) y, como se comprenderá, esto augura la persistencia de la fragmentación política, para empezar con una primera vuelta presidencial donde las dos primeras mayorías obtendrían una baja votación y ello abriría espacio a múltiples negociaciones para el balotaje.
En la actualidad, el sistema político ha derivado en un virtual cogobierno entre el Congreso y el Ejecutivo. La figura de la “vacancia moral”, con la cual el Congreso puede deponer al presidente, ha sido empleada varias veces, y no son pocos los que opinan que –en la práctica– se ha establecido un sistema semiparlamentario, acompañado de un presidencialismo de minoría.
Digamos, de paso, que tanto la figura presidencial como el Congreso son las instituciones que hoy reciben un mayor rechazo de parte de la población, en todas las mediciones conocidas. Como sucede en varios países de la región, numerosos casos de corrupción contribuyen a la deslegitimación de la elite política.
Por otro lado, el Perú sufre el accionar de diversas organizaciones de delito organizado, muchas de ellas provenientes de terceros países. Hoy en día las principales ciudades del norte y de la región de Lima y Callao padecen de delitos como la extorsión, el sicariato, los secuestros y homicidios. A la fecha, pese al empleo de Fuerzas Armadas en algunos distritos para controlar el orden público, la situación sigue siendo muy difícil. En zonas no urbanas, la minería ilegal (especialmente la del oro) da lugar a violentos enfrentamientos por el control de esa actividad.
La relación bilateral
De lo señalado anteriormente se desprende que ambos países compartimos muchos desafíos, lo que es campo propicio para avanzar en cooperación y buena vecindad. La coordinación entre las policías es una expresión de ello, pues las bandas criminales que amenazan a los ciudadanos peruanos operan también en nuestro territorio.
La migración y su tratamiento es otro tema en el cual compartimos visiones comunes, incluidas las reconducciones. Agreguemos que en Chile viven decenas de miles de ciudadanos peruanos que conforman una laboriosa colonia y que históricamente se ha integrado plenamente a nuestra sociedad.
En el plano económico, tanto el Perú como Chile (al igual que Brasil, Argentina y Bolivia) sostenemos un auspicioso intercambio comercial con la República Popular China, al punto que algunos sostienen que los sudamericanos nos hemos constituido en una pieza fundamental de la seguridad alimentaria asiática (en especial tratándose de exportaciones de soja, cereales y carne). Ello abre espacios para respuestas comunes en medio de las turbulencias comerciales que provocan la reimplantación de aranceles.
Junto a lo anterior llama la atención el hecho de que las autoridades peruanas no hayan recepcionado la propuesta hecha por Chile de declarar cielos abiertos, lo que acarrearía amplios beneficios de integración, al incrementar las frecuencias aéreas entre ambos países. Asimismo, en las últimas semanas se han multiplicado incidentes protagonizados por ciudadanos peruanos en el llamado “triangulito”, herencia de las “cuerdas paralelas”.
Lo anterior nos recuerda también que hasta la fecha el Perú aún tiene pendiente la adecuación de su legislación en materia marítima a la legislación internacional, como lo que mandata el fallo de La Haya.
En el horizonte próximo es de esperar que las cancillerías resuelvan como corresponde estas dificultades. Los dos países estamos entrando en tiempos electorales y sería del todo conveniente no introducir los temas estatales en la contingencia electoral. En medio de un convulsionado panorama internacional, ambas naciones podemos aportar conjuntamente a la resolución de nuestros desafíos.
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