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Instituto Nacional: del estigma a la pregunta por el país que queremos Opinión

Instituto Nacional: del estigma a la pregunta por el país que queremos

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Guillermo Pérez Abusleme
Por : Guillermo Pérez Abusleme Profesor Titular del Instituto Nacional en Historia y Geografía
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Recuperar al Instituto no es un gesto nostálgico. Es una apuesta política por el bien común.


Durante más de dos siglos, el Instituto Nacional no fue simplemente un liceo emblemático; fue una institución central en la historia de Chile. Fundado en 1813, su misión republicana original fue clara: formar ciudadanos, no súbditos. De sus aulas salieron presidentes, científicos, intelectuales y líderes sociales. Su prestigio no era un adorno, sino un símbolo del ideal ilustrado de una educación pública, gratuita, laica y de excelencia.

Sin embargo, en los últimos años, esta imagen ha sido eclipsada por una narrativa mediática y política que reduce al Instituto a una caricatura: estudiantes encapuchados, desórdenes, violencia. La cobertura de los medios masivos ha insistido en mostrar solo el conflicto, omitiendo el contexto, las causas profundas y la diversidad de voces que habitan el liceo. Así, el Instituto ha pasado de ser “la cuna de los presidentes” a convertirse, en el discurso dominante, en “el problema”.

Pero no hablamos solo de una decadencia institucional. Lo que ha ocurrido es mucho más grave y profundo: se trata del desplazamiento de un proyecto educativo republicano que supo formar ciudadanos , reemplazado por una lógica de mercado que fragmenta, segrega y debilita a la educación pública.

El Instituto Nacional no cayó por sí solo. Fue abandonado. Fue forzado a adaptarse a políticas que desdibujaron su identidad: desde el sistema de admisión escolar sin participación real de la comunidad, hasta la imposición de reformas verticales sin diálogo. A eso se suma la estigmatización sistemática por parte de sectores políticos y medios de comunicación, que construyeron un enemigo conveniente sin mirar la historia ni los aportes de miles de estudiantes y docentes comprometidos.

Hoy, la pregunta que debemos hacernos no es solo cómo “recuperar” el Instituto Nacional, sino qué tipo de educación pública queremos para Chile. ¿Una educación reducida a rankings y pruebas estandarizadas? ¿O una capaz de formar pensamiento crítico, compromiso cívico y sensibilidad social?

Recuperar al Instituto no es un gesto nostálgico. Es una apuesta política por el bien común. Es reivindicar que lo público importa. Que formar ciudadanos sigue siendo una tarea fundamental. Que Chile no puede darse el lujo de abandonar sus instituciones más valiosas.

La historia del Instituto Nacional es también la historia de la educación pública en Chile. Si lo dejamos caer, ¿qué mensaje estamos dando sobre el país que queremos construir?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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