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De la vitrina global al programa presidencial: la hora del turismo Opinión Archivo

De la vitrina global al programa presidencial: la hora del turismo

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Fredy Cancino
Por : Fredy Cancino profesor de historia
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Los premios internacionales son una vitrina, muestran lo que ya somos capaces de ofrecer. La tarea ahora es mayor: se trata de convertir esos premios en una política de Estado que posicione al turismo como motor de crecimiento, inclusión regional y orgullo cultural.


Leo que Chile vuelve a brillar en los escenarios internacionales. Esta vez, en los últimos World Travel Awards, considerados los “Oscar del turismo”, nuestro país fue reconocido por undécimo año consecutivo como el Mejor Destino de Turismo Aventura de Sudamérica. A ello se suman distinciones como Mejor Destino Romántico (Desierto de Atacama), Mejor Destino Verde, Mejor Destino de Naturaleza y Mejor Destino para Cruceros.

Son reconocimientos que no llegan por casualidad: reflejan la diversidad de paisajes y experiencias que ofrece Chile, desde la Patagonia hasta el altiplano, desde las rutas vinícolas hasta las playas del Pacífico.

Estas buenas noticias deberían ser motivo de orgullo nacional. En un momento en que abundan las señales de crisis y desencanto, Chile demuestra al mundo que tiene atributos únicos para atraer visitantes y competir con los grandes destinos globales. Pero los premios no bastan por sí mismos; pueden quedar en un bonito titular si no los transformamos en palanca de desarrollo estratégico.

Existe un desfase entre las cifras oficiales nacionales y los estimados globales. Aunque estudios del WTTC (World Travel & Tourism Council) calculan que el turismo aportó en 2023 cerca del 9,7 % del PIB al considerar sus efectos indirectos e inducidos, las mediciones oficiales nacionales sitúan la participación directa en torno al 3,3 % del PIB en años previos (Sernatur). Esa diferencia metodológica no resta mérito, sino que muestra que, con políticas consistentes, hay amplio margen para crecer.

Los datos más recientes lo confirman: en 2024 Chile recibió más de cinco millones de turistas extranjeros, un récord histórico (Sernatur), y los ingresos del turismo receptivo superaron los US$ 3.600 millones (Banco Central). El sector se ha consolidado como uno de los principales exportadores de servicios no tradicionales, con capacidad de diversificación y generación de empleo regional.

Digamos ahora que un destino turístico no se define solo por guías, hoteles o señalética, también lo construyen las personas. El turista que llega debe encontrar no solo servicios eficientes, sino también empatía, ayuda genuina, hospitalidad cotidiana. Esa dimensión humana puede marcar la diferencia entre un visitante ocasional y un viajero que regresa y recomienda.

Chile necesita, por tanto, un plan nacional de cultura de acogida. Programas de “embajadores locales” en barrios y comunas, educación en idiomas y hospitalidad desde la enseñanza básica, sobre todo en aquellas comunas de gran atractivo turístico, incentivos a quienes se distingan por su trato amable a visitantes, y redes ciudadanas de apoyo que hagan sentir a los turistas parte de nuestra vida cotidiana. No es un detalle menor, es política pública que refuerza identidad, cohesión y desarrollo.

Los premios internacionales son una vitrina, muestran lo que ya somos capaces de ofrecer. La tarea ahora es mayor: se trata de convertir esos premios en una política de Estado que posicione al turismo como motor de crecimiento, inclusión regional y orgullo cultural.

Aquí es donde entra la responsabilidad de quienes aspiran a gobernar Chile. El turismo no debe ser un párrafo decorativo en los programas presidenciales. Los candidatos que hoy buscan liderar deben reconocer que detrás de cada premio hay una oportunidad concreta: miles de empleos, divisas estables, descentralización, y una imagen país que puede proyectarse al mundo con confianza.

En tiempos de desafección política, asumir el turismo como apuesta nacional no solo es una política económica, es también un gesto de esperanza colectiva. Chile tiene la oportunidad de mostrarse al mundo como un país que sabe acoger, cuidar y compartir su riqueza natural y cultural. Los candidatos presidenciales tienen aquí un terreno fértil para demostrar visión de futuro. Incorporar el turismo en serio, como política de Estado, sería una señal clara de compromiso con el desarrollo, la inclusión regional y la proyección del país en el mundo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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