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La información, el conocimiento y el buen gobierno

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a modernización del Estado es un desafío que tenemos que enfrentarlo con urgencia en todas sus aristas. Sus instituciones, la vigencia de los valores democráticos, los cambios que operan en el territorio y el mundo, las crisis que están modificando el hábitat y las relaciones internacionales.


Lo que ha ocurrido últimamente respecto de algunos estudios o declaraciones de la plana mayor del Banco Central (BC) nos debería llamar a reflexionar sobre el papel que podría jugar a futuro el BC y otras entidades que manejan datos oficiales y que requieren de la mayor credibilidad para dar cuenta especialmente de la economía, sin llegar al extremo de querer eliminar la autoridad técnica del BC como lo hemos escuchado en boca de Trump o Milei, sino a mejorar el necesario aporte de estas entidades.

La dificultad para advertir el alcance de las decisiones del BC al subir o bajar la TPM para contener la inflación, sin pronunciarse si este ajuste tendrá efectos significativos predecibles en el crecimiento y el empleo, es una señal potente de que el país necesita mejorar su capacidad de diagnóstico y pronóstico de su economía y bienestar en general.

Desde mi punto de vista, el BC al querer enfriar la economía con una TPM alta para bajar la inflación apunta directamente a frenar el crecimiento del PIB y por lo tanto también ello afecta al empleo. De hecho, las TPM altas sostenidas largamente por el BC han afectado en su momento el crecimiento del PIB, sin embargo, esto no lo escuchamos de parte de la derecha, pero a cambio, culpa al gobierno de ser responsable de que la economía no crezca a tasas más altas y tenga los actuales niveles de desempleo.

Esto es grave en tanto la falta de precisión en los datos nos está conduciendo a desinformar a la gente al entregar diagnósticos incompletos y peor aún pronósticos derivados de aquellos que pueden ser equívocos e inconducentes. Resolver lo anterior es clave para diseñar e implementar políticas públicas que sean consistentes con las necesidades de la población y su organización social y se implementen en los plazos mínimos posibles.

Creo que ha llegado el momento de buscar modelos que relacionen un conjunto mayor de variables y puedan pesquisar oportunamente patrones de comportamiento que ayuden a explicar con mayor certeza los efectos encadenados que produce la modificación de una variable sobre otras con más o menos intensidad entre ellas.

Hoy se dispone de series históricas de datos de muchas variables macroeconómicas locales y a nivel mundial que pueden alimentar modelos más potentes y robustos, con la ayuda de algoritmos que incorporen los comportamientos más significativos hallados en el universo de datos. Asimismo, a nivel microeconómico, se pueden probar hipótesis que den cuenta de los efectos de un cambio en una variable respecto de otra u otras, como lo hicieron los premios nobel Card y Krueger en su trabajo para probar, a través de un caso empírico de un conjunto de empresas en EEUU, el impacto que podría tener en el empleo una subida del salario mínimo y los efectos de las inmigraciones en la disponibilidad de los puestos de trabajo. Esto podría ayudar a confirmar con más certeza los hallazgos en la macroeconomía para mejorar el diseño de las políticas públicas.

Los efectos y el tiempo que toman los ajustes de las variables afectadas por los cambios de alguna o más de ellas, como también el acomodo final de los efectos interactivos deben estar considerados en el objetivo del modelo. Los hallazgos en los patrones de comportamiento de las variables, sus encadenamientos y efectos son el resultado de contar con muchísimos datos, con capacidad de poder procesarlos y con el apoyo de algoritmos generados mediante el software AI.

El desafío de las ciencias sociales es poder descubrir comportamientos deseados y no deseados, necesarios y obstaculizadores, en el ámbito del bienestar de la sociedad. La economía como ciencia social tiene el desafío de definir y diseñar los objetivos más valorados por la sociedad y lograr un modelo integrador de metas y medios para lograrlo. El mercado es parte del modelo, pero la sociedad en una democracia está en un nivel superior para determinar lo que más le genera bienestar a la mayoría de sus miembros y un estado democrático cuenta con instituciones para ello.

El rezago entre la aparición de necesidades y aspiraciones de la población respecto de su satisfacción no puede quedar solo en lo que pueda determinar y demorar el mercado en la provisión tanto en los bienes y servicios que ello implica, la fijación de los precios finales como también las prioridades y plazos para ponerlos a disposición con equidad y justicia.

Sin embargo, debemos ser exigentes al momento de definir y poner límites, si los hay, entre lo que es técnico y lo que es político. En el caso del BC, qué determina si es una entidad técnica o política. De hecho, el BC ocupa un capítulo especial en la Constitución Política de Chile y ello podría dejarnos en cualquier vereda.

Sin un banco central el país no funciona con la actual arquitectura de la economía local e internacional. Por lo tanto, su rol se valida en el país casi solo por su existencia en la mayoría de los países del mundo, pero, también, por su responsabilidad en el manejo agregado e integrado de los datos de la economía cubriendo la información de casi toda la estructura y plataformas que conforman la economía. 

Entonces, qué sucede si no funciona en completitud, coherencia, oportunidad, sincronía y validez la información proveniente de los datos en un sistema de información a nivel país. Ciertamente, pasamos de la entidad que busca la mejor información en su área a una entidad que altera el sistema político con señales incompletas o erradas de la realidad. En ese momento y circunstancias, se transforma en una entidad que induce a la población a cambiar de opinión y a alterar su confianza en las instituciones del país, es decir, se transforma en un protagonista más de la política contingente. Como también puede trastocar el orden jurídico y político cuando una entidad interviene en el ámbito de otra sin haber advertido ni consultado previamente la pertinencia y el propósito de su intervención. 

La modernización del Estado es un desafío que tenemos que enfrentarlo con urgencia en todas sus aristas. Sus instituciones, la vigencia de los valores democráticos, los cambios que operan en el territorio y el mundo, las crisis que están modificando el hábitat y las relaciones internacionales. Todo esto, no podrá ser advertido, informado y conocido sin contar con los datos posibles de obtener, procesar y validar para lograr un mejor conocimiento de la realidad y conseguir un buen gobierno capaz de mejorar las condiciones de vida y convivencia en nuestra sociedad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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