
María Libertad
Si la Libertad en Nueva York es alzada por una mujer y su antorcha, en Chile y Venezuela dos Marías la mantienen encendida.
El Premio Nobel de la Paz 2025 otorgado a María Corina Machado reconoce no solo una biografía de coraje cívico, también ha sido interpretado como un hito que trasciende fronteras: sella en la memoria global la defensa de derechos, libertades y Estado de derecho en medio de un cuadro sostenido de represión, crisis humanitaria y fractura institucional en Venezuela.
Para muchos, entre quienes me cuento, la noticia tiene un eco íntimo. Si bien fui solo una firma entre 540 ciudadanos chilenos, convocados por la generosidad de una mujer, María Alicia Ruiz-Tagle, que sin apoyo de medios de comunicación, ONGs u otros organismos internacionales, logró enseñarnos que la solidaridad cívica debe cruzar las orillas políticas cuando se trata de defender la sensatez y los principios elementales. Aquí reside precisamente una gran lección: la fuerza de la democracia.
Este reconocimiento es una afirmación del método de hacer política en serio; el comité justificó su decisión aludiendo al “trabajo incansable” de Machado en favor de los derechos democráticos y a su lucha por una “transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”. En tiempos de maximalismos, “las Marías”, aquellas que tejen redes, sostienen causas y alimentan esperanza, prueban que la perseverancia con justa tenacidad y templanza finalmente rinde frutos.
El Nobel no resuelve por sí solo la crisis venezolana, pero sí eleva el estándar democrático, protege a quienes defienden libertades y legitima ante la comunidad internacional la exigencia de garantías electorales para sostener una democracia de principios, donde la diferencia se tramite en paz y el poder sea controlado por la ley.
Agradezco públicamente a María Alicia Ruiz-Tagle por empujar este trabajo silencioso y celebro que la distinción recaiga en una mujer que ha encarnado, con sus aciertos y tensiones, la centralidad del liderazgo civil frente al autoritarismo.
Porque, finalmente, el poder de “las Marías”, Machado, Ruiz-Tagle y tantas otras, reside en lo que ningún régimen puede confiscar: la determinación colectiva de vivir en libertad.
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