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La productividad hospitalaria en Chile: un diagnóstico necesario, pero incompleto Opinión Crédito foto: Agencia Uno

La productividad hospitalaria en Chile: un diagnóstico necesario, pero incompleto

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Juan Carrillo Azócar
Por : Juan Carrillo Azócar Médico - cirujano por la Universidad de Concepción. Director Departamento de Sueño, Asociación Latino Americana de Tórax (ALAT). Máster en Medicina y Fisiología del Sueño. Magister (c) en Salud Pública.
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Un reciente informe de la UNAB revela una grave caída en la productividad del sistema público de salud. Sin embargo, al ignorar factores claves, su diagnóstico resulta parcial y podría llevar a soluciones equivocadas.


Un informe del Instituto de Salud Pública de la Universidad Andrés Bello, publicado en febrero de este año, ha encendido las alarmas sobre el sistema hospitalario público chileno. El documento, que actualiza estudios previos sobre eficiencia y productividad, revela que entre 2013 y 2023 la eficiencia del gasto en salud se redujo entre 17,4% y 46,3%, mientras la productividad cayó hasta 38% en el mismo periodo.

Las cifras son contundentes y el diagnóstico, grave: a pesar de que el presupuesto de Salud y FONASA creció 84% en la última década -superando con creces el crecimiento del PIB-, los hospitales públicos producirían menos por cada peso invertido. El informe atribuye este fenómeno principalmente a problemas de gestión y falta de incentivos a la productividad.

Sin embargo, este diagnóstico adolece de dos limitaciones fundamentales que es necesario destacar para no caer en simplificaciones peligrosas.

La primera gran omisión: la explosión de enfermedades crónicas y de salud mental

Chile experimenta un envejecimiento poblacional acelerado y junto con él, un aumento explosivo de enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión, cáncer, patologías cardiovasculares y de salud mental, que se dispararon y agravaron con la pandemia. Estos pacientes requieren atenciones más complejas, prolongadas y costosas. Un egreso hospitalario por una descompensación diabética con múltiples complicaciones consume muchos más recursos que una apendicectomía simple, pero en las métricas del informe ambos cuentan como “una intervención quirúrgica”.

El sistema de GRD -Grupos Relacionados por Diagnóstico- intenta capturar esta complejidad, pero el informe no analiza cómo el cambio en el perfil epidemiológico de la población ha impactado los costos hospitalarios. Así como tampoco analiza, el aumento de la eficiencia clínica ajustada por la mayor complejidad de los pacientes atendidos en el sistema hospitalario público en la postpandemia.

La segunda omisión crucial: la revolución tecnológica médica

La medicina ha experimentado una transformación radical en la última década. Tecnologías de imagen avanzada, cirugía robótica, medicamentos biológicos y terapias dirigidas han mejorado significativamente los resultados en salud, pero a un costo exponencialmente mayor.

El informe registra el aumento del gasto en “bienes y servicios” (97,1% en diez años), pero no distingue entre la inflación en insumos básicos y la incorporación de tecnologías de punta. Un tomógrafo de última generación es más caro que su predecesor, pero ofrece diagnósticos más precisos; un medicamento oncológico moderno cuesta cien veces más que la quimioterapia convencional, pero puede significar años de vida adicional con calidad.

Al medir solo el volumen de prestaciones sin considerar su valor clínico, el informe interpreta todo aumento de costo no acompañado de aumento de volumen como “ineficiencia”, cuando en muchos casos puede tratarse de una mejora en la calidad de la atención.

¿Por qué importan estas limitaciones?

Un diagnóstico incompleto puede llevar a tratamientos equivocados. Si atribuimos toda la brecha entre gasto y producción a “mala gestión”, las soluciones se orientarán exclusivamente a recortes, restricciones presupuestarias y presión por mayor productividad, ignorando los desafíos estructurales que realmente enfrenta el sistema.

La red pública necesita sin duda mejorar su gestión y productividad. La dispersión de costos entre hospitales similares que revela el informe así lo demuestra. Pero también necesita recursos adecuados para enfrentar una población que envejece y enferma de manera más compleja, y para incorporar las tecnologías que los chilenos merecen.

Transparentar costos, como propone el informe, es esencial. Pero esa transparencia debe incluir una discusión honesta sobre qué estamos midiendo y qué tipo de sistema de salud queremos: ¿uno que solo busca producir al menor costo, o uno que aspire a entregar atención de calidad, oportuna y con tecnologías adecuadas para el siglo XXI?

El informe de la UNAB ilumina problemas reales, pero su mirada es insuficiente. Antes de sacar conclusiones definitivas, necesitamos un análisis que considere toda la complejidad de la medicina moderna.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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