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Nuestra regulación laboral ahoga la innovación Opinión Archivo

Nuestra regulación laboral ahoga la innovación

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José Antonio Valenzuela M.
Por : José Antonio Valenzuela M. Director de Incidencia de Pivotes
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Chile tiene el potencial para transformarse en un polo de innovación en el continente, pero para eso debe aprender a generar los incentivos correctos. No vaya a ser que, encareciendo y dificultando el despido, esos trabajadores que se busca proteger nunca lleguen a ser contratados.


Los ganadores del más reciente Premio Nobel de Economía fueron reconocidos por demostrar que la innovación —y la destrucción creativa que la acompaña— son el motor del desarrollo económico. Para salir del estancamiento, Chile necesita transformarse en un país capaz de atraer innovación. Pero esta no se da por generación espontánea: germina allí donde hay tierra fértil. Eso ocurre cuando la posibilidad de equivocarse no es el fin del mundo. Para innovar, un empresario necesita apostar en distintas ideas riesgosas de forma simultánea y un emprendedor tendrá más de un negocio fallido. En ambos casos, un acierto compensará largamente las pérdidas de las fallas. Pero, mientras mayor es el costo del error, menos son los que se atreven a intentarlo.

Uno de los factores que hacen costoso equivocarse son las reglas laborales; cuando achicarse es mucho más difícil que crecer y despedir mucho más complejo que contratar. Por cada innovación exitosa existieron muchas otras que no llegaron a puerto, donde a las contrataciones para intentarlo le siguieron necesariamente despidos. No es lo ideal, pero no hay otra forma: cuando las empresas obran sobre seguro se desperdician oportunidades y capital humano, impidiendo que los enormes beneficios de la innovación se produzcan.

La diferencia entre Estados Unidos y Europa muestra con claridad lo que los Nobel de este año describen en sus modelos. El PIB per cápita europeo es hoy menos del 70% del estadounidense, hace 20 años era casi un 80%. El crecimiento económico norteamericano ha estado fuertemente vinculado a la innovación. Una investigación del MIT, identificó todas las empresas creadas “desde cero”, y que hoy tienen una capitalización de mercado superior a diez mil millones de dólares. El resultado es demoledor: 241 compañías norteamericanas cumplen el criterio; en Europa, solo 14. De esas 241 empresas estadounidenses, 155 son del sector tecnológico; en la Unión Europea, apenas 9.

The Economist, en una publicación reciente, ilustra el papel fundamental que juega la rígida legislación laboral en la dificultad de innovar. Señala que, ante la necesidad de llevar adelante despidos masivos, “una empresa americana invitará a cientos de empleados a una llamada de Zoom para ofrecerles algunos meses de indemnización y desearles suerte”. Las compañías europeas, en cambio, “consultarán a sus sindicatos —con representantes en sus propios directorios—, se redactará un plan social, se llevarán a cabo huelgas, los políticos se involucrarán y negociarán menos despidos de los planeados, o entregarán subsidios temporales para que esos trabajadores sean retenidos, y los verdaderos costos de la reducción de personal sólo serán conocidos luego de que los tribunales de justicia se pronuncien, varios años después”.

El lector quizás considere más razonable el procedimiento europeo, pero debiera empezar a tomar en cuenta el costo enorme e invisible que estas dinámicas han tenido para Europa y su capacidad de innovar. La legislación europea, en su esfuerzo por evitar los impactos negativos de una innovación fallida, termina castigando a quien lo intenta, al punto que ya no resulta atractivo hacerlo.

Nuestro país tiene los costos de despido más altos de la OCDE , y una regulación laboral rígida, que fallos judiciales e interpretaciones de la Dirección del Trabajo han rigidizado aún más. Chile tiene el potencial para transformarse en un polo de innovación en el continente, pero para eso debe aprender a generar los incentivos correctos. No vaya a ser que, encareciendo y dificultando el despido, esos trabajadores que se busca proteger nunca lleguen a ser contratados.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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