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¿Qué les ofrecen las derechas al mundo y a Chile? Opinión

¿Qué les ofrecen las derechas al mundo y a Chile?

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Rolando Garrido Quiroz
Por : Rolando Garrido Quiroz Presidente Ejecutivo de Instituto Incides. Innovación Colaborativa & Diálogo Estratégico
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La oferta de las derechas en el mundo y en Chile está desvinculada de las demandas sociales y económicas de las ciudadanías en cada país donde gobiernan o pretenden gobernar.


La pregunta invita también a una reflexión sobre qué le ofrecen las izquierdas o los denominados centros políticos al mundo y, en particular a Chile, en esta etapa de la historia. En el caso de esta columna de opinión, se responde por las derechas, ya que priman ciertas confusiones en cuanto a quién se confronta con quién en la definición de sus causas políticas.

Para muchos estadounidenses, Putin es un continuador del terror rojo soviético, así como para muchos cristianos evangélicos de Brasil, Netanyahu es el defensor de su causa cristiana y política en clave Bolsonaro. En el caso de Chile, la historia contará que Boric se puso del lado de Zelenski y participó de la escena más pro OTAN de esta década en el conflicto euroasiático. 

La oferta de las derechas en el mundo y en Chile está desvinculada de las demandas sociales y económicas de las ciudadanías en cada país donde gobiernan o pretenden gobernar. Ofrecen más seguridad, imponiendo guerras y genocidios. Prometen crecimiento económico, aplicando las viejas fórmulas del neoliberalismo, lejanas a la innovación científico tecnológica para el desarrollo productivo que demanda el siglo XXI.

La ultraderecha ucraniana está en guerra con la derecha conservadora de Rusia, mucho antes de la invasión de Rusia a Ucrania, siendo alentado ese enfrentamiento bélico por las élites neoconservadoras demócratas y republicanas de EE.UU. y de una Europa domesticada por la política exterior estadounidense, enfocada en la guerra como la paz del futuro. Una bomba de tiempo que la propia Europa activa y siembra a sabiendas. 

Asimismo, la ultraderecha israelí en el gobierno destroza vidas y las ciudades palestinas con el argumento falaz de luchar contra su enemigo jurado, Hamás, mismo grupo terrorista ultraconservador, nacionalista, islamista y yihadista que financió para desestabilizar cualquier acuerdo internacional de paz. Un objetivo compartido por las derechas israelíes y el brazo armado de Hamás, la Brigada de Ezzeldin al-Qassam y su posición firme en contra de cualquier intento de paz. En esto, ya sabemos que la guerra es un crimen organizado y un negocio.

Las derechas y sus versiones más extremas en Europa y América encontraron su enemigo interno en los inmigrantes, levantando políticas de seguridad frente a flujos migratorios crecientes, que han arrastrado a millones de familias de diversos países a encontrar seguridades de todo tipo (económica, alimentaria, social, cultural, política) fuera de sus fronteras. Ocurre en Europa y en países como Chile, donde se ha vendido la ilusión de la prosperidad económica, siendo la propia derecha –en sus gobiernos de turno– la que ha alentado la idea de la copia feliz del edén para cientos de miles de venezolanos.

El mito de la prosperidad social y el crecimiento económico que ofrecen las derechas en Chile y en otros países del mundo, a través de sus programas de gobierno u ofertones electorales, no tiene comprobación empírica de éxito o logros en las últimas décadas, ni en Europa ni en América. El neoliberalismo fue su experimento y constatación de que las políticas del chorreo funcionan con gravedad cero, ya que los beneficios solo se concentran económicamente en la parte de arriba de la pirámide social. 

Las derechas en todas sus versiones no producen la anhelada paz social, ni mucho menos seguridad económica, social, alimentaria, ambiental, afectando gravemente la salud mental de las personas, por precariedad económica, salarios indignos, alimentación inadecuada, barreras en el acceso a derechos sociales, salud y educación deficitarias y medioambientes estresados por contaminaciones multicausales y la desaparición del sueño de la casa propia.

Las derechas comparten un foco selectivo y exclusivo en la macroeconomía, donde economistas y empresarios se afirman en el credo de que la industria nacional y la demanda interna son cosas de un pasado enterrado, gracias al ladrillo de los Chicago Boys. En pleno siglo XXI tenemos a derechas económicas y políticas decimonónicas o ancladas en el siglo XX. 

La economía es el estudio de cómo las sociedades utilizan recursos escasos para producir bienes valiosos y distribuirlos en la sociedad. No estoy citando a Marx y Engels, sino a Samuelson y Nordhaus. En términos simples, es cómo en la casa (eco) se logra el equilibrio en el reparto, distribución y administración de los bienes para la comunidad. Ya sabemos lo que piensan las derechas sobre el reparto, la distribución de la riqueza y de los ingresos y de un tipo de administración que arrastra por años el estancamiento económico en Chile.

En términos políticos, sabemos cómo exacerban sistemáticamente odios y miedos a través de su peso hegemónico en los medios de comunicación social. Se han autoproclamado en diversos países como los vencedores de una batalla cultural por “las ideas de la libertad”, sobre todo en países convertidos en sistemas de vigilancia y regímenes carcelarios que reproducen más delincuencia e inestabilidad social. Otra bomba de tiempo en el horizonte.

De ahí, sus luchas negacionistas sobre el cambio climático y por desprestigiar los acuerdos ambientales, la igualdad de derechos, su combate al feminismo, a las diversidades sexuales y su confrontación sin cuartel en contra de los inmigrantes latinoamericanos. 

Parte importante de estas batallas culturales son mediáticas y con dobles discursos, porque igualmente lucran con la contratación irregular de inmigrantes para acceder a mano de obra barata y beneficiarse con el voto de los inmigrantes que optan por candidatos a alcaldes, parlamentarios o presidentes de derechas. 

La producción de disonancias cognitivas se erige como su arma política predilecta. Achicar el Estado, quitándole recursos, debilitando a las Fuerzas Armadas y policiales, es su ecuación para resolver el problema de la delincuencia y el crimen organizado. Asimismo, el eufemismo de cerrar fronteras y expulsar inmigrantes va de la mano con la idea de atraparlos y mantenerlos como voto cautivo. Disonancia cognitiva y psicología de guerra, prefiguran sus objetivos políticos. Con ello, eliminan a rivales políticos y domestican a electores indecisos.

Las derechas homologan migración con delincuencia y venden seguridad en la forma de estafa piramidal, donde el estafado es el elector ambicioso que quiere “más seguridad” y no recibe nada a cambio de su inversión con la entrega de su voto “de confianza”. 

El voto “de confianza”, se convierte en algo así como un seguro de vida que no puede ser cobrado por la precarización creciente del sistema económico y una democracia representativa al servicio de mayorías circunstanciales, que funciona en cada ciclo electoral para la imposición autoritaria de las múltiples causas identitarias de las derechas. ¿Libertad y Desarrollo? ¿Seguridad y Paz Ciudadana? ¿Patria y Familia? Usted elija.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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