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Regiones vs. Santiago: la segunda lectura de las presidenciales Opinión

Regiones vs. Santiago: la segunda lectura de las presidenciales

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Carlos Navarrete
Por : Carlos Navarrete Académico Facultad de Ingeniería Universidad de Concepción, Director de Inteligencia Artificial Streamdata, Investigador Núcleo Milenio MEPOP.
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Cuando conozcamos los resultados del 16 de noviembre, la conversación no será solo sobre quien gane, sino sobre dónde gana. Ese mapa electoral volverá a recordarnos que, más allá de las ideologías, hay un país que se siente postergado por el centralismo y que vota, sobre todo, para hacerse escuchar.


A menos de un mes de la primera vuelta, las ocho candidaturas presidenciales intensifican su despliegue territorial. Cada voto cuenta y en esta “última milla” de la elección resulta clave observar no solo los debates televisados, sino también los patrones de presencia, los guiños y las estrategias de conexión que cada candidatura construye a lo largo del país. 

La franja electoral, aunque limitada en su capacidad para alterar los resultados, ofrece pistas sobre cómo se articulan los imaginarios y aspiraciones de los distintos territorios. El norte, por ejemplo, ha recibido una atención particular. Si bien no concentra la masa de votantes de Santiago o de las principales áreas metropolitanas, representa un espacio simbólico donde se expresa con claridad la distancia entre regiones y Santiago.

En 2021, Franco Parisi obtuvo un 29,6% en Antofagasta y un 41,1% en Calama, pese a realizar una campaña enteramente virtual, mientras que en Vitacura su apoyo no superó el 0,5%. Más allá del contenido de su mensaje, esta brecha evidencia una desconexión estructural: la sensación de que las regiones están al margen del poder y del progreso. 

Como señala el académico Andrés Rodríguez-Pose, de la London School of Economics, los lugares “que no importan” –aquellos territorios históricamente marginados de los beneficios de la globalización– tienden a respaldar candidaturas que desafían al establishment político. No es un voto ideológico, sino una reacción frente a un modelo de desarrollo percibido como acelerado y exclusivo para unas pocas ciudades.

Las redes sociales amplifican esa percepción, mostrando en tiempo real cómo ciertos lugares concentran la mayor parte de las oportunidades. No es un fenómeno chileno: el Brexit en el Reino Unido y la elección de Donald Trump en Estados Unidos también revelaron fracturas entre las geografías del progreso y las del malestar. 

Desde esa perspectiva, la campaña de Parisi no fue un accidente digital, sino la expresión de un vacío territorial. Su discurso anti-ONU y su crítica al centralismo conectaron con electores que no ven reflejado su bienestar en el relato del progreso tecnológico nacional. No se trata de adhesión ideológica, sino de representar simbólicamente el deseo de ser vistos. 

La desigualdad territorial en Chile se expresa en la vida cotidiana. Mientras en Santiago se celebran nuevas líneas de metro, ciudades como Concepción siguen lamentando muertes por la precariedad del transporte público, y comunas rurales como Tucapel o Lago Verde dependen de escasas frecuencias para llegar a sus centros urbanos.

Mientras desde la capital se crea un sistema de admisión escolar pensado en la posibilidad de postular a múltiples alternativas, los liceos provinciales –antes polos de excelencia y movilidad social– han perdido su capacidad de dar cabida a los mejores estudiantes de sus pueblos. 

Por eso, más que una competencia ideológica, esta elección perfilará un eje territorial: regiones versus Santiago. En la segunda vuelta de 2021, Gabriel Boric obtuvo el 60,3% en la Región Metropolitana frente al 39,7% de José Antonio Kast. En el resto del país, la relación se estrechó significativamente: 47,4% para Kast y 52,6% para Boric. En otras palabras, el Chile visible –el de los medios, la infraestructura y la conectividad– se inclinó hacia la izquierda, mientras el Chile que percibe el progreso como ajeno se acercó aún más hacia la derecha. 

Cuando conozcamos los resultados del 16 de noviembre, la verdadera conversación no será solo sobre quien gane, sino también sobre dónde gana. Ese mapa electoral volverá a recordarnos que, más allá de las ideologías, hay un país que se siente postergado por el centralismo y que vota, sobre todo, para hacerse escuchar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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