Opinión
Una ruta a seguir
La pregunta de fondo entonces no es qué hacer, sino cómo hacerlo. ¿Por qué, si compartimos diagnósticos y prioridades, seguimos sin avanzar?
A menos de un mes de las elecciones, los comandos aceleran su trabajo comunicacional y territorial, afinando los últimos aspectos programáticos. Quienes siguen el debate presidencial habrán notado la gran cantidad de actividades, encuentros y debates en que participan candidatos, coordinadores programáticos y representantes de las distintas candidaturas.
Este proceso electoral también se ha vivido con intensidad en la ciudadanía. Esta semana, Tenemos que Hablar de Chile —iniciativa impulsada por la Universidad Católica y la Universidad de Chile— presentó 39 propuestas ciudadanas a los comandos presidenciales. Son el resultado de un año de trabajo participativo en el que 10.000 personas de todas las regiones del país deliberaron, priorizaron y formularon medidas concretas para responder a una pregunta fundamental: ¿Qué podemos lograr juntos para tener un mejor país?
Que estas propuestas lleguen directamente a los equipos programáticos muestra un camino posible para reconstruir la confianza entre ciudadanía e instituciones: abrir canales de diálogo real entre la sociedad civil y la clase política. Así emerge una ciudadanía que no solo vota, sino que delibera, propone y acuerda; que conversa sobre política, intercambia visiones de país y busca puntos comunes, tal como lo han vivido quienes han participado en Tenemos que Hablar de Chile.
Esa energía participativa no es aislada. Organizaciones como Hogar de Cristo, Elige Educar, Espacio Público o Chile 2050, entre muchas otras, también buscan incidir en el debate presidencial, aportando ideas y propuestas. Lo que habla de una sociedad civil activa, movilizada y con sueños que quieren hacer parte del debate público.
Sin embargo, ese impulso ciudadano contrasta con la dinámica política actual, muchas veces marcada por la desconfianza y el bloqueo. Mientras la ciudadanía demuestra que es posible dialogar y construir acuerdos, el sistema político parece atrapado en sus propios conflictos y en la lógica de la trinchera.
Paradójicamente, al revisar los programas presidenciales, se observan coincidencias notables con las prioridades expresadas por la ciudadanía: más médicos especialistas, reducción de listas de espera en salud, mejores empleos, seguridad y combate a la corrupción. Las diferencias existen, por supuesto, pero los consensos técnicos y sociales también están ahí.
La pregunta de fondo entonces no es qué hacer, sino cómo hacerlo. ¿Por qué, si compartimos diagnósticos y prioridades, seguimos sin avanzar?
Quizás el principal aprendizaje de este ciclo electoral sea precisamente ese: la ciudadanía ya está mostrando una ruta a seguir. Escuchar, dialogar y construir acuerdos más allá de las trincheras ideológicas. Si la política logra aprender de esa capacidad de encuentro, podrá reconstruir los vínculos de confianza que la ciudadanía, con esfuerzo, ya comenzó a tejer por su cuenta.
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