Opinión
Crónica de un autoritarismo anunciado
Todas y todos quienes creemos en la democracia nos debemos preguntar, qué podría ocurrir si, al igual que en Estados Unidos, la locura y la arbitrariedad se revisten de legalidad, y empezamos a experimentar una nueva forma de autoritarismo electoral.
El mundo entero está escandalizado por lo que ocurre en Estados Unidos, y en Chile pareciera ser un consenso lo desastroso que es para la democracia el actual gobierno norteamericano. Y cómo no.
En Estados Unidos, el Presidente Trump está desplegando fuerzas armadas en algunas de las principales ciudades del país y una policía migratoria militarizada, sin identificación, detiene y expulsa sin debido proceso a personas en base a su color de piel. Los medios de comunicación son expulsados de los edificios gubernamentales y amenazados con demandas millonarias de parte del Gobierno. Las universidades han sido asfixiadas financieramente hasta el punto de que han debido sacrificar su autonomía y al nivel escolar la purgas de libros buscan preservar los “valores americanos”. Incluso ser antifascista ha sido elevado a pertenecer a una organización terrorista. Derechos fundamentales como la seguridad individual, la libertad de enseñanza o la libertad de conciencia están siendo seriamente afectados.
Todo esto fue anunciado por el Presidente Trump, estaba en su programa, lo dijo en los debates, sus más cercanos vaticinaron su llegada. Pero la sociedad estadounidense, acostumbrada a derrocar gobiernos en el sur global, gozaba a nivel interno de una de las democracias más estables del mundo. Nadie consideraba siquiera posible aquello que se anunciaba que ocurriría.
En Chile estamos en la antesala de un escenario similar. Candidatos anuncian la militarización del control del orden público; aseguran “plomo o cárcel” para controlar la inseguridad; proponen el cierre total de fronteras y la expulsión inmediata de cientos de miles de migrantes; y prometen el retiro de Chile de organismos multilaterales y de tratados internacionales de derechos humanos. Por su lado, sus partidarios amenazan en redes sociales con venganza y persecución a sus futuros opositores.
Pero, a diferencia de Estados Unidos, vive en la memoria colectiva reciente de las y los chilenos el recuerdo del golpe de Estado civil-militar; los 17 años de dictadura; las miles de personas detenidas desaparecidas y ejecutadas; las decenas de miles de personas torturadas y presas políticas; las cientos de miles de personas exiliadas y relegadas. Chile tiene frescas aún las heridas que dejó el quiebre de la democracia, y sabe muy bien de qué horrores es capaz el ser humano. Pero pareciera que nada hubiésemos aprendido.
Esta campaña presidencial, y particularmente esta semana, ha entrado en la cuenta negra de la democracia y los derechos humanos en Chile. Lo que parecía ser un avance civilizatorio, la consolidación de unos mínimos comunes para convivir en democracia, que notablemente el expresidente Piñera (QEPD) ayudó a construir (recordar los cómplices pasivos y el cierre del penal Cordillera), hoy más bien son una instantánea en color sepia.
Las tres principales candidaturas de la derecha tiraron por la borda completamente estos frágiles consensos.
Meses atrás, Johannes Kaiser aseguró en campaña que repetiría el golpe de Estado, y al ser increpado por periodistas y opositores, retrucó – a modo de expiación – que claro que lo haría de nuevo siempre y cuando se dieran las mismas circunstancias. Esta semana se ha dedicado a polemizar con el Plan Nacional de Búsqueda y ha prometido terminar con el “fraude de la reparación”.
José Antonio Kast, por su lado, consagrado candidato de la ultraderecha, este año ha estado más recatado, y omitió de su programa los aspectos más polémicos presentes en versiones anteriores como los centros de detención clandestinos, la coordinación internacional para perseguir “subversivos de izquierda” y el indulto a los presos de punta peuco. Pero cuando se le apura, no falla. Al ser consultado, no ha descartado indultar a Krassnoff y otros condenados por delitos de lesa humanidad.
Finalmente, Evelyn Matthei, quien es presentada por algunos – incluso de centro izquierda – como la única opción moderada de toda la oferta de candidatos, señaló hace algunos meses que las miles de muertes tras los primeros meses del golpe eran inevitables. Esta semana dijo que la búsqueda de los detenidos desaparecidos está inspirada en la venganza.
Cuesta mucho explicar por qué es importante no olvidar las violaciones a los DDHH cometidas durante la dictadura para asegurar una convivencia democrática hacia el futuro. Es mucho más fácil la retórica estridente de acusar nostalgia y obsesión con el pasado, como lo hizo Matthei en el debate de la Asociación de Radios de Chile.
Pero todas y todos quienes creemos en la democracia nos debemos preguntar, qué podría ocurrir si, al igual que en Estados Unidos, la locura y la arbitrariedad se revisten de legalidad, y empezamos a experimentar una nueva forma de autoritarismo electoral. Si nuestra élite política no es capaz de abrazar los derechos humanos y rechazar sin titubeos la dictadura y la masacre– la más abyecta negación de la democracia y la dignidad humana ¿qué podemos esperar que hagan frente a formas un poco más veladas y sutiles como las que presenciamos en el país del norte?
En Estados Unidos están experimentando algo que era impensable para ellos, y por ende, fuera del universo de lo posible. Las y los chilenos no podemos decir lo mismo, lo vivimos, lo recordamos, y por lo mismo, sabemos que es posible. Hoy más que nunca es cuando nuestra irresoluta confianza en la democracia y el respeto irrestricto a los derechos humanos debe primar, porque sabemos qué puede ocurrir cuando se abandona ese camino. Lo vivimos en carne propia, y los estadounidenses nos lo están recordando.
No sé ustedes, pero yo no quiero vivir en un país en que policías sin identidad secuestren a personas por su color de piel y sean expulsadas quien sabe dónde sin un debido proceso. El día que pase eso, ya no viviremos más en una democracia.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Inscríbete en nuestro Newsletter El Mostrador Opinión, No te pierdas las columnas de opinión más destacadas de la semana en tu correo. Todos los domingos a las 10am.