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Elecciones: Chile es un pueblo al sur y al norte de Santiago Opinión

Elecciones: Chile es un pueblo al sur y al norte de Santiago

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Carlos Navarrete
Por : Carlos Navarrete Académico Facultad de Ingeniería Universidad de Concepción, Director de Inteligencia Artificial Streamdata, Investigador Núcleo Milenio MEPOP.
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La historia es clara en esto: los movimientos extremos no emergen porque la ciudadanía se vuelva súbitamente más radical, sino porque las élites centralistas dejan de dar respuestas. Cuando eso ocurre, el malestar busca otros caminos, muchas veces muy lejos del eje ideológico tradicional.


“Para turistas y gente curiosa es un sitio exótico para disfrutar; es solo un lugar económico, pero inadecuado para habitar”. Con estos versos comienza la canción Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos, en la cual Los Prisioneros ironizaban sobre los prejuicios que cargan los territorios periféricos frente a los centros de poder del hemisferio norte. Más de 40 años después de su lanzamiento, la canción sigue vigente y sirve para ejemplificar una disyuntiva completamente contemporánea, como es el prejuicio y el descuido del poder central de Santiago hacia sus regiones.

Cuando llega el momento de interpretar los resultados electorales, surgen explicaciones elegantes para justificar cifras como la participación, los votos nulos y blancos o la dispersión del voto. Así, expertos desde Vitacura afirman con naturalidad que La Pintana participa menos que Las Condes, como si fuera un hecho evidente, sin detenerse un segundo en las causas profundas que explican esa diferencia.

¿Cómo entendemos que Jeannette Jara obtuviera 31% en la Región Metropolitana, pero solo 27% en el resto del país? ¿Qué explica que Franco Parisi marque 14% en Santiago y 27% en regiones? La respuesta es clara: la postergación histórica de los territorios fuera de la capital. Existe una población cansada de promesas incumplidas, dispuesta a apoyar candidaturas que –por muy extremas o populistas que parezcan– ofrecen algo básico y urgente, como es devolver dignidad a las regiones.

Mientras Santiago celebra nuevas autopistas y más líneas de Metro, Concepción lleva doce años esperando recuperar su Mercado Central, destruido por un incendio. Caminar por el centro de Talca aún evoca un terremoto que ocurrió hace 15 años. Y Valparaíso cada día luce más como un patrimonio de la humanidad abandonado a su suerte. Estas historias se repiten a lo largo de Chile y trascienden cualquier eje ideológico.

Los datos muestran que la izquierda fue la coalición que más perdió poder y representación parlamentaria en beneficio del Partido de la Gente (PDG). La meritocracia –que fue una de las banderas de lucha de la izquierda– se diluyó, y ese vacío lo ocupó el PDG con una premisa simple pero movilizadora en zonas rurales y periféricas: entregar oportunidades reales al mérito. Políticas como el Sistema de Admisión Escolar, cuyo funcionamiento no se ajusta a territorios donde existe un único liceo municipal de excelencia, terminaron por erosionar la lógica y la mística de la meritocracia como vía de ascenso social que marcó al Chile de hace dos décadas.

La historia es clara en esto: los movimientos extremos no emergen porque la ciudadanía se vuelva súbitamente más radical, sino porque las élites centralistas dejan de dar respuestas. Cuando eso ocurre, el malestar busca otros caminos, muchas veces muy lejos del eje ideológico tradicional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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