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La mayoría dispersa: por qué Chile no giró (aún) hacia la derecha Opinión AgenciaUno

La mayoría dispersa: por qué Chile no giró (aún) hacia la derecha

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Marco Moreno Pérez
Por : Marco Moreno Pérez Director del Centro Democracia y Opinión Pública, Universidad Central
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En simple: Chile votó orden, pero dentro de un campo fragmentado. La segunda vuelta será la que realmente muestre hacia dónde se mueve el país, porque ahí sabremos si esta mayoría dispersa logra unirse detrás de Kast o si seguirá dividida.


Los resultados de la primera vuelta presidencial dejaron instalada una lectura inmediata: Chile habría girado con fuerza hacia la derecha. Pero esa conclusión, aunque intuitiva, pierde fuerza cuando se examinan los datos con mayor precisión. Más que un viraje ideológico uniforme, lo que emergió el domingo es la consolidación de una mayoría dispersa, resultado de la fragmentación del sistema político, del efecto del voto obligatorio —que movilizó a 13,4 millones de personas, un 85,3% del padrón— y del voto de orden, una reacción ciudadana frente a la inseguridad y la incertidumbre, que empuja a muchos electores a preferir alternativas dentro de un mismo campo político antes que cruzar el eje ideológico tradicional.

Es cierto que la suma de las candidaturas de derecha supera el 50%, pero eso no significa que Chile haya girado en bloque hacia ese sector. Lo que vimos en esta elección es una mayoría dispersa: un electorado que vota orden dentro del mismo campo, pero dividido entre proyectos que no son plenamente compatibles ni se traspasan automáticamente entre sí. Se trata, más que de una expresión ideológica coherente, de ciudadanos que buscan certezas y protección frente a un clima de inseguridad, y que encuentran respuestas diversas en una misma familia política.

Kast (23,9%), Kaiser (13,9%) y Matthei (12,5%) representan derechas distintas, con liderazgos, estilos y bases electorales que compiten entre ellas. Su suma da más de la mitad de los votos, pero no una mayoría articulada. Jara, con un 26,8%, confirma que el oficialismo mantiene un piso relevante y que el progresismo conserva una base sólida incluso en un escenario adverso.

La votación de Franco Parisi, que alcanza un 19,7%, profundiza la dispersión. Su electorado —transversal, crítico del sistema político y poco alineado con los clivajes tradicionales— convierte nuevamente al Partido de la Gente en un actor bisagra con peso parlamentario significativo. Esto evidencia que la ciudadanía continúa buscando salidas por fuera del eje izquierda/derecha, reforzando la desestructuración del sistema de partidos.

A este escenario lo denomino mayoría dispersa: un bloque que aritméticamente supera la mitad del electorado, pero que carece de cohesión política y programática. Es una suma, no un proyecto. Una fuerza amplia, pero fraccionada y reactiva.

Esa dispersión tiene tres efectos centrales:

  1. No existe un liderazgo hegemónico en la derecha. Kast encabeza el sector, pero lo hace sobre un mapa fragmentado, donde Kaiser ha construido un polo radical propio y Matthei representa una derecha tradicional que perdió centralidad.
  2. La transferencia de votos hacia la segunda vuelta tendrá ritmos distintos. El electorado de Kaiser, homogéneo, ideologizado y con fuerte rechazo al oficialismo, se alineará con Kast sin mayores dificultades. Donde está el desafío es en los votantes de Matthei: un segmento moderado, diverso y urbano cuya adhesión a Kast es probable, pero no necesariamente inmediata ni entusiasta.
  3. La derecha existe como mayoría aritmética, pero no como coalición articulada. Los resultados parlamentarios muestran un sector sin orden interno claro. Kast deberá convertir esa suma dispersa en un bloque cohesionado, uniendo mundos que compitieron entre sí y donde deberá moderar tensiones que hoy siguen vivas, para tener un bloque coherente para la segunda vuelta.

En paralelo, el oficialismo retiene un cuarto del electorado: un dato estructural que muestra que la izquierda no está colapsada y que Jara llega competitiva a la segunda vuelta en un contexto donde nadie supera un tercio de los votos.

Lo que emerge, entonces, no es un país que eligió un rumbo definitivo, sino un electorado que distribuyó su fuerza dentro de un mismo campo para expresar incertidumbre y buscar certezas, sin entregar un mandato claro. La atomización opera en todos los sectores, y cada candidatura expresa una parte del malestar, pero ninguna logra monopolizarlo.

En simple: Chile votó orden, pero dentro de un campo fragmentado. La segunda vuelta será la que realmente muestre hacia dónde se mueve el país, porque ahí sabremos si esta mayoría dispersa logra unirse detrás de Kast o si seguirá dividida.

La primera vuelta despejó el mapa; el balotaje dirá si ese mapa se convierte en una ruta o sigue siendo un país en búsqueda de dirección.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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